El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

La celosía

El grupito de ilustrados-para-sí-mismos cuenta con el apoyo de diversos medios de tendencia izquierdista y, a pesar de ser cuatro gatos, no paran de hacer ruido

Actualizada 05:00

Ni el bosque de columnas que envuelve a la Catedral. Ni las albercas del Alcázar de los Reyes Cristianos. Ni la sala de oración de la Sinagoga. Ni la belleza de las iglesias fernandinas. Ni la visión de Medina Azahara desde lo alto de la montaña. Ni las ermitas. Ni el monasterio de San Jerónimo del Paraíso. Ni las puertas y murallas. Ni la miríada de callejuelas, callejas y plazuelas. Ni las casas señoriales. Ni el Palacio de Viana. Ni la capilla de San Bartolomé. Ni la plaza de la Corredera. Ni el Templo Romano. Ni los jardines. Ni los estanques. Ni las fuentes. Nada. Quite usted. El mayor atractivo monumental de Córdoba ahora mismo es…
-La celosiiiiiiiiiiíiiaaaaaaaa (grítese con el acento albaceteño de Joaquín Reyes en uno de sus celebrities, en este caso disfrazado de Rafael de la Hoz Castanys).
En efecto, la celosía. Esa sin la que la Mezquita se encuentra incompleta. La pieza insustituible. La guinda del pastel. La maravilla después de la octava.
-¡¡Qué rebonica es!! (grítese con el acento albaceteño de Joaquín Reyes en uno de sus celebrities, en este caso disfrazado de Rafael de la Hoz Castanys).
De un tiempo a esta parte, la celosía no puede faltar. Nos referimos a la que se apartó para abrir la puerta de la Mezquita y que pudieran pasar por ella las procesiones durante su carrera oficial. Colocada en los años 70 por Rafael de la Hoz Arderius, se decidió prescindir de ella en 2017. Hoy día se ha convertido en bandera de la catedralfobia, sentimiento del que hablábamos hace unas semanas en este mismo espacio.
Desde que la Iglesia inmatriculase la Mezquita Catedral en el año 2006, se produjo la excusa perfecta para que el obsesivo anticatolicismo patrio encauzase sus fijaciones por esa vía que, una y otra vez, muchos han tratado de abrir sin otro propósito que atacar a la religión connatural de España. Y todas ellas sin resultado, aunque se continúa con la manía. Se le une en estos momentos la celosía, que algunos han adoptado como pretexto añadido para seguir y seguir con una cantinela que va camino de las dos décadas y no está previsto que cese.
Un grupo de personas, con Rafael de la Hoz Castanys, hijo del artífice, como paladín sobrevenido, apoya la vuelta de ese ornamento, solución sencilla y elegante que se tomó para que entrase luz en la Mezquita-Catedral. Aquel arreglo satisfactorio y adecuado, sin más valor artístico que la firma de un arquitecto famoso, se ha convertido en poco más que un símbolo o seña de identidad, sin otro objeto que atacar de nuevo la espiritualidad del monumento y las tradiciones centenarias de la ciudad.
Al frente del comando celosía, un puñado de profesionales liberales que se pueden encuadrar dentro de la hispana clasificación de ilustrados-para-sí-mismos. El ilustrado-para-sí-mismo es aquella persona que, siguiendo todos y cada uno de los clichés del Psoe State of Mind (copyright Miguel Quintana Paz), y no contento con surfear la ola de la superioridad moral, pretende además diferenciarse de la masa que sigue esos preceptos, pues no puede estar en la misma mesa que un obrero sin que le dé una arcada y aparezca un mohín constante de asco en su rostro. De esta manera, el ilustrado-para-sí-mismo cobra una actitud de aparente desdén contra tales estereotipos, para asumirlos igualmente mediante un rodeo en el que no falta el meñique estirado al alzar la taza en el salón de té. Eso genera una doble superioridad moral, pues no sólo está por encima del facha común, sino de sus propios correligionarios.
-¡Soy ilustraaadoooo! (grítese con el acento albaceteño de Joaquín Reyes en uno de sus celebrities, en este caso disfrazado de Rafael de la Hoz Castanys).
El grupito de ilustrados-para-sí-mismos cuenta con el apoyo de diversos medios de tendencia izquierdista y, a pesar de ser cuatro gatos, no paran de hacer ruido.
-La celosiiiiiiiiiiíiiaaaaaaaa (grítese con el acento albaceteño de Joaquín Reyes en uno de sus celebrities, en este caso disfrazado de Rafael de la Hoz Castanys).
¿Ven? Dale que te pego, dale que te pego. Lamentablemente, aquello que no debería tener recorrido alguno, se topa con cierta debilidad de parte de la Iglesia católica y la población liberal o conservadora, que prefieren contemporizar y terminar amoldándose a la corrección política e incluso el impulso, vía medidas legislativas, de aquellos que odian a Cristo. Y así, un elemento arquitectónico completa y absolutamente prescindible dirige un debate cuyo propósito es el de siempre. Sin disimulo alguno. Sería interesante preguntarles a estos ilustrados-para-sí-mismos sobre el porqué de sus obsesiones y sus posturas contrarias al pueblo cordobés, cuya columna vertebral no dudan en dañar gratuitamente.
Espoleados por la falta de valor de quien debería darles un puntapié de tebeo, dejándoles la marca de la suela del zapato marcada en el trasero del pantalón, se aferran a una monserga que, a fuerza de repetición, se convierte en nociva propaganda y, a la postre, en arma fabulosa contra el catolicismo y la Catedral, cuestiones ambas que hay que defender con coraje, sin amedrentarse ante semejantes homúnculos (y mujerúnculas). Lamentablemente, demasiada gente agacha la cabeza cuando en lontananza se oye…
-La celosiiiiiiiiiiíiiaaaaaaaa, (grítese con el acento albaceteño de Joaquín Reyes en uno de sus celebrities, en este caso disfrazado de Rafael de la Hoz Castanys).
Y en lugar de rematar todo esto con un «ahí va, qué chorrazo», al estilo de Muchachada Nui, se mira para otro lado y se deja campo libre para la actuación de estos absolutos enemigos del arte, la belleza y, por supuesto, la monumental Mezquita-Catedral, cuya hipocresía permitimos que intimide sin cesar a toda Córdoba.
Miradla. La celosía. Qué rebonica es. Si es que es una cosa preciosa.
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