Los campos de trabajo de Azaña para «vagos y maleantes»
La Gandula fue una ley promulgada en 1933 para evitar posibles delitos y sacar a los individuos supuestamente peligrosos de la calle. Curiosamente, siempre eran los más desfavorecidos de la sociedad española
El 8 de agosto de 1933 se promulgó la ley de Vagos y Maleantes. Consensuada por todos los partidos políticos, se aprobó por mayoría. La llevó al Congreso el Gobierno de Manuel Azaña. Esta ley, popularmente, se conoció como La Gandula. No era una ley sancionadora. Lo que se pretendía era evitar posibles delitos. Para ello se tomaban medidas de alejamiento, control y retención de los individuos «supuestamente» peligrosos hasta que se determinara que ya no eran peligrosos. Estos individuos eran vagabundos, nómadas, proxenetas, rufianes, toxicómanos, alcohólicos, mendigos y aquellos que llevaron a cabo comportamientos antisociales.
La ley incluía un articulado donde se explicaba qué tipo de tratamiento se les podía aplicar. En su Capitulo II se incluye el internamiento en establecimientos de régimen de trabajo o colonias agrícolas, establecimientos de custodia y casas de templanza o asilos curativos. También se podían expulsar a los extranjeros del territorio nacional. Por así decirlo, esta ley se aprobó para sacar de las calles españolas a los más desfavorecidos.
La ley era para sacarlos de las calles, no para reeducarlos y volverlos a insertar
Es interesante la categoría ocho de las conductas antisociales a perseguir de la ley. Esta dice que «los que ocultaren su verdadero nombre, disimularen su personalidad o falsearen su domicilio mediante requerimiento legítimo hecho por las autoridades o sus agentes, y los que usaren o tuvieren documentos de identidad falsos u ocultaren los propios».
En solo un mes, desde que se aplicara la ley, se abrieron 2.400 expedientes condenatorios. Por eso el Gobierno de Alejandro Lerroux decidió construir cuatro campos de concentración. En ellos se internaría a estos personajes hasta que no fueran peligrosos. Tres se instalaron en España. Concretamente en Burgos, en el Puerto de Santa María y en Alcalá de Henares. El cuarto estaba en la isla de Annobón, en Guinea Ecuatorial.
El primer campo de trabajo para vagos y maleantes en España
El primer campo de concentración para vagos y maleantes fue el de Alcalá de Henares, inaugurado mientras Selva discutía con los vecinos de Figueras. En agosto de 1934 había 300 personas internadas en ese campo de concentración. Por aquella época, en cárceles comunes, había ingresadas 3.000 personas condenadas por la ley de vagos y maleantes. En aquel campo los presos se dedicaban a abrir surcos en la tierra de cultivo, pintar paredes, cortar leña. A cambio les daban comida y alojamiento. Ninguno de ellos recibió ayuda para reinsertarse en la sociedad porque no les interesaba. La ley era para sacarlos de las calles, no para reeducarlos y volverlos a insertar.
Los primeros internos llegaron a Burgos el 7 de junio de 1936. Su trabajo consistía en limpieza de jardines, cultivo de tierras, obras de derribo, carpintería, construcción, irrigación. Algunos de los internos fueron seleccionados como guardias para que vigilaran a sus compañeros. El director del centro era José Martínez Elorza. El campo duró poco tiempo activo. Al estallar la Guerra Civil se cerró como colonia y su director fue detenido y ejecutado en Valladolid. En agosto de 1936 se convirtió en hospital militar.
La Casa de Trabajo de Alcalá de Henares, al ser la primera que se inauguró, funcionó durante tres años antes de estallar la Guerra Civil. Ahí se encerraron a los delincuentes comunes de Madrid, donde se dedicaban al trabajo agrícola o a la construcción de carreteras. La mayoría de esos presos eran alcohólicos o drogadictos que cometían robos para poder seguir con sus adicciones. El Campo de Trabajo estaba ubicado en el antiguo edificio llamado La Galera. Con anterioridad había sido una cárcel de mujeres. Al comenzar la Guerra Civil los presos fueron liberados y el centro se convirtió en cárcel para militares y personas de derechas no afines a la República. Así pasó a conocerse como Campo de Trabajo número 3 de Madrid. Allí, durante la guerra, por ejemplo, estuvo detenido Andreu Nin, antes de ser asesinado.
Los que no llegaron a ir nunca a estos centros fueron aquellos que tenían un alto poder adquisitivo
El campo de concentración del Puerto de Santa María estaba ubicado en el antiguo Monasterio de la Victoria. Sobre el situado en la isla de Annobón, el Heraldo de Madrid, el 3 de abril de 1935, publicaba una información que aportaba datos, no solo del campo sino de la isla. Es un curioso reportaje que vale la pena conocer, pues está basado en la memoria que redactó la comisión que inspeccionó aquella isla para construirlo. El reportaje, entre otras cosas, decía:
«La isla de Annobón posee excelentes condiciones para el fin propuesto (…). La superficie es de 18 kilómetros cuadrados. Se eleva sobre el nivel del mar como el vértice de una montaña volcánica, último pico de la cadena que comienza en el Continente, en el monte Camerón, y continúa internándose en el océano formando las islas de Fernando Poo, Príncipe, Santo Tomé y Annobón.
El presupuesto de la construcción de la colonia penal en la isla de Annobón no excederá de cuatro millones de pesetas.
Según la Memoria de la Comisión, las condiciones de Annobón para el emplazamiento de la proyectada colonia penal, si excelente desde el punto de vista higiénico, sanitario y constructivo arquitectónico, están aún superadas en los aspectos penitenciario, administrativo y económico.
A la colonia, cuyo contingente no conviene que exceda de 500 penados, deben destinarse los sentenciados a las penas más graves (reclusión mayor y reclusión menor), los multirreincidentes y los inadaptables, estos últimos a propuesta razonada y documentada de las Juntas de disciplina de las prisiones y previo acuerdo de la Junta Inspectora Central».
Como ocurre siempre los que no llegaron a ir nunca a estos centros fueron aquellos que tenían un alto poder adquisitivo. A estos los llaman «jugadores de ventaja y rufianes». Tenían buenos abogados y se podían permitir invertir dinero para no ir a la cárcel. Estos personajes eran comerciantes de mujeres o proxenetas. Se cuenta que uno de ellos, cuando lo detuvieron en Madrid «comercializaba» con cuatro mujeres. Pues bien, tenía dos casas alquiladas, un automóvil, una cuenta corriente con cerca de 50.000 pesetas y era poseedor de un fondo de armario con una veintena de trajes de corte. Así que, en esas Casa de Trabajo acabaron los de siempre. Esto es, los más desfavorecidos de la sociedad española.