Linces, águilas y especies protegidas: predicar y dar trigo
Si quién contamina paga, quién contribuye al medio ambiente debería cobrar. O al menos no ser agredido en caso de accidente o incidente con estas especies
El lince ibérico, que corrió el riesgo de extinguirse hace solo unas décadas, es hoy una especie en clara expansión y recuperación. Un éxito en términos de conservación. En 2023 el lince superó los 2.000 ejemplares, 1.300 adultos y 722 cachorros, según los datos publicados por el Ministerio. Son ya 14 las áreas geográficas distintas donde esta especie se reproduce. La población ha pasado en solo 20 años de menos de 100 ejemplares contabilizados en 2002 a los más de 2.000 que hay ya.
El lince pasó en 2024 de la categoría de «en peligro» a «vulnerable». Sacado del pozo en el que estaba, la población de lince se extiende poco a poco de forma imparable. De ser un bicho raro de ver, extraño es el paisano que en sus áreas actuales no ha visto uno.
Que linces, águilas y buitres tengan los mejores datos de población de los últimos 30 años es una gran noticia. La mejoría de la especie se debe, sin duda, a los desvelos de los agentes medioambientales y las administraciones que han ejercido de policía medioambiental y de impulsores de la reintroducción. Pero su éxito y expansión no serían posibles sin la participación imprescindible de los particulares que coexisten con la especie en el campo.

Lince ibérico
Paradójicamente, repasando las páginas que hablan de la recuperación del lince nada se dice que las especies protegidas se crían y comen en terrenos que son al 99 % de propiedad privada; que son nuestros agricultores, guardas, ganaderos, cazadores y titulares de cotos los que conviven con el lince, con la imperial o con los buitres, que también se encuentran en una situación de bonanza poblacional.
Esa sociedad urbana que promueve la protección de las especies protegidas desconoce el coste que supone para los que conviven con estas especies su mantenimiento en términos de renta agraria. Los linces y los predadores alados se mantienen a base de conejos, perdices e incluso corzos, que son una cosecha más del campo y una riqueza más de la tierra, tal y como lo han definido históricamente las leyes de caza. Para quienes aprovechan esos corzos, esos conejos o esas perdices (incluso las liberan para su aprovechamiento cinegético), el mantenimiento de estas especies protegidas tiene un coste que asumen sin compensación alguna.
Menos charlatanería de feria y «resiliencia» y más hechos. Eso, o en unos años, será nuestra gente del campo la especie vulnerable o en peligro de extinciónAbogado y asesor jurídico de la Federación de Caza de Castilla-La Mancha
Quienes están en el campo, tienen además del riesgo de tener un percance legal con uno de esos linces o con una de esas águilas o buitres que van colonizando la península y reconquistando el terreno que perdieron. La muerte de una de estas especies en peligro de extinción, puede castigarse hoy penalmente a título de imprudencia. No siempre fue así. Hasta la reforma del Código Penal de 2015, únicamente cabía la comisión intencional, dolosa. El tener un incidente a título imprudente es un supuesto, aunque infrecuente, lamentablemente posible. En un pequeño porcentaje, un hecho. Y cuando sucede un dolor de cabeza grande.
Lince ibérico
Quienes contraen ese riesgo y sufragan a sus costillas el menú diario de las especies protegidas, habitan y trabajan en La España Vacía (Sergio del Molino). No es justo pues que las cosas sigan como hasta ahora y que continúen siendo los mantenedores de un espacio y unas especies que son de todos. Si quién contamina paga, quién contribuye al medio ambiente debería cobrar. O al menos no ser agredido en caso de accidente o incidente con estas especies. Sin hablar de que las empresas y autónomos que habitan en la España económicamente agreste, arriscada, de secano y en extinción, deberían tener una fiscalidad y un tratamiento diferenciado.
Predicar, y dar trigo. Menos charlatanería de feria y «resiliencia» y más hechos. Eso, o en unos años, será nuestra gente del campo la especie vulnerable o en peligro de extinción.
- Santiago Ballesteros Rodríguez es abogado y asesor jurídico de la Federación de Caza de Castilla-La Mancha