Alejandro Martínez

El animalismo ya no debería engañar a nadie

Finalizado febrero, el terrible «mes de los galgos», la realidad vuelve a desmontar uno de los principales ataques de colectivos animalistas a la actividad cinegética

Caza con galgos en Valladolid

Caza con galgos en ValladolidEuropa Press

Comenzamos marzo con la temporada de caza mayor finalizada prácticamente en todas las regiones de España, y con el recuerdo de los grandes momentos cinegéticos que hemos vivido en una temporada que, aunque es desigual en las distintas zonas, generalmente ha sido buena tanto en caza menor como en caza mayor.

Lo que es innegable es que ha llegado el momento de pensar en el corzo, en la próxima media veda, en la temporada general, en recoger los bártulos, en limpiar las armas y en seguir con la puesta a punto de nuestros fieles compañeros de fatigas, los perros de caza, que, al igual que nosotros, finalizan la temporada con la ilusión y las ganas de comenzar la próxima.

Porque esta es la realidad de la caza que el animalismo, año tras año, pretende tergiversar, en su esfuerzo por engañar a la población con campañas como «febrero el mes del galgo» o las ridículas manifestaciones «no a la caza» que, un año más, han vuelto a fracasar en todas las ciudades de España al no congregar en total ni a 1.500 personas. Hay sociedades locales de cazadores que superan esta cifra, por no comparar estas reuniones minoritarias con las exhibiciones de convocatoria social de las que ha hecho gala el sector cinegético cuando ha sido necesario.

Dicen que las mentiras tienen las patas muy cortas, y por eso el respaldo a estas falacias anticaza es cada vez menor. ¿Se imaginan que en febrero se abandonaran y se maltrataran realmente 50.000 perros de caza, tal y como defienden a capa y espada los animalistas?

Las redes sociales estarían llenas de perros abandonados por las carreteras y muchos otros ahorcados, las protectoras desbordadas, las clínicas veterinarias no darían a basto, … y la presión contra la actividad cinegética sería inaguantable, en un momento en el que todo el mundo puede filmar y publicar estas «terribles atrocidades» que supuestamente cometemos los cazadores al acabar la temporada de caza.

No hay rastro ni de perros de caza abandonados, ni ahorcados, ni maltratados

Finalizado febrero, una vez más, lo anteriormente mencionado no existe, no hay rastro ni de perros de caza abandonados, ni ahorcados, ni maltratados, ni nada con lo que tenga que ver con la caza. Mis perros de caza, y los de la gran mayoría de los cazadores españoles, se encuentran con nosotros, impacientes por empezar una nueva temporada cinegética en los próximos meses.

Como expreso en el titular de este artículo, el animalismo no debería engañar a nadie, pero lamentablemente no faltan los medios de comunicación que, no sabemos con qué interés, se hacen eco de una problemática que no tiene lugar en España, algo que además influye en las distintas legislaciones que llevan años surgiendo a nivel autonómico, nacional y europeo y que no hacen otra cosa que limitar una actividad fundamental a nivel económico, social, medioambiental y cultural como es la caza.

Mentar siquiera esos falsos datos supone dar altavoz a una falacia, desmentida y desacreditada año tras año por las fuentes oficiales sobre maltrato y abandono de perros, como los informes de la Guardia Civil o el informe de la Fundación Affinity.

Pero sí quiero que veas, querido lector, que no todo es lo que te muestran las redes sociales, y que solo tienes que coger un coche y un móvil con cámara e ir a las zonas rurales donde se práctica la actividad cinegética para comprobar que ese abandono y maltrato de perros de caza no existe.

  • Alejandro Martínez es el director de comunicación de la Real Federación Española de Caza