El duque de Maura
El duque de Mauraue

Trofeos de caza y casas de campo

Hubo especies como el gigantesco jabalí hylocero o el okapi, mezcla de jirafa y cebra, que no se conocieron por la ciencia hasta 1911. Conseguir tener en casa un león, un elefante, un búfalo, con armas no tan sofisticadas como las actuales, sin aviación ni automóviles, era algo considerado indiscutiblemente admirable por todo el mundo

Actualizada 04:30

El salon principal del Palacio de Liria

El salon principal del Palacio de Liria con dos elefantes cazados por el duque de Alba

Muchas veces se asocia el lujo y la sofisticación a las grandes ciudades, y la tosquedad, la brutalidad, lo sórdido, al campo. Pero por toda Europa y muchos países de América se han construido a lo largo de los siglos casas de campo donde la mejor arquitectura y pintura han sido acompañadas de las mejores bibliotecas, la música, la mejor decoración, y esto unido a la inmensidad del campo, el silencio, y la Naturaleza, hace que, en mi modesta opinión, no exista mayor lujo en ninguna ciudad como el de las grandes casas de campo de Inglaterra, Francia, Argentina, y alguna en España.

Son casas que han dado lugar a novelas o historias reales como el «África House» de Christina Lamb, «La dama del Duwisib» del embajador Eduardo Garrigues, «La Casa de los Espíritus» de Isabel Allende, «Por Capricho de Dios» de Jean D'Ormesson, y tantas otras joyas de la literatura.

Palacio de Badmington, del duque de Beaufort

Palacio de Badmington, del duque de Beaufort

Y cuando una gran casa preside una gran superficie de terreno, siempre hay zonas que no se pueden emplear para la agricultura o la ganadería, y hay rincones naturales con especies animales salvajes, que se cazan. Son animales que en muchos casos se conocen y se ven frecuentemente antes de poder cazarse, y que, si se gestionan bien esas reservas y cotos, se suelen cazar solo cuando están en su apogeo o declive, cuando ya han transmitido sus genes a los sucesores de su especie.

Es entonces cuando aparece el fenómeno que la mayoría de la gente de las ciudades nunca entenderá. Aparece de entre los despojos de un animal un trofeo de caza, que a los cazadores nos encanta conservar. A nosotros nos parece un objeto maravilloso, y así, en casi todos los castillos, palacios y grandes casas históricas de Europa, se convive alegremente con despojos, y no solo las cornamentas de cérvidos o antílopes, no solo el marfil de jabalíes o elefantes, sino con alfombras de piel de cebras, y en muchos casos leopardos o urogallos enteros inmortalizados por obra de la taxidermia.

Casita de campo del diseñador y decorador Ralph Lauren

Casita de campo del diseñador y decorador Ralph Lauren

Los que nos detestan nos descalifican sobre todo con el hecho de que convivamos con muertos. Es verdad que en algunas casas históricas dicen que hay fantasmas malvados que una vez las habitaron pero en las que yo conozco, los que alegremente las vivieron en el pasado siguen estando presentes, y se les recuerda habitualmente, siguen con nosotros, como los mismos trofeos de caza, en retratos y en fotografías, y a diario saludamos al pasar a nuestros bisabuelos, a nuestros abuelos, y al contrario que los fantasmas malvados, nos ayudan, nos animan a emular sus grandes logros, y a mantener esas casas y sus entornos como nos los dejaron, o a ser posible, aun mejor, en la esperanza de que nuestros hijos y nietos hagan lo mismo. Es difícil que los que nos descalifican entiendan esto si no saben ni quien fueron sus bisabuelos o abuelos, y alguno, quizá, ni siquiera quien fue su padre.

Soñamos que nuestros hijos recuerden que el venado de 22 puntas, «oro» que ellos vieron un día paseando con sus amigos, está en un sitio tan preferente porque lo merece, porque sobrevivió a muchas vicisitudes para llegar a viejo, y que los colmillos del jabalí que se cazó recorriendo tres kilómetros a caballo seguido de los sabuesos no solo era inmenso, sino que su valentía saliendo a un rastrojo en pleno día dio lugar a unas fotos épicas, mientras que el jinete consiguió rematarlo, evitándole el sufrimiento que hubiera padecido en la naturaleza de haber sido descuartizado vivo por los lobos.

Una casa de campo minimalista, sin trofeos de caza, tiene mucha menos categoría que una histórica con recuerdos del pasado

La conservación de los trofeos de caza y su uso para decoración es una moda que se consolido en el siglo XIX cuando la mayor parte del continente africano eran todavía «territorios inexplorados», donde muchas especies ni se habían conocido en Europa y traerlas vivas o muertas era una enorme proeza, por el esfuerzo, riesgos y tiempo necesario para llegar a aquellos territorios salvajes. Hubo especies como el gigantesco jabalí hylocero o el okapi, mezcla de jirafa y cebra, que no se conocieron por la ciencia hasta 1911. Conseguir tener en casa un león, un elefante, un búfalo, con armas no tan sofisticadas como las actuales, sin aviación ni automóviles, era algo considerado indiscutiblemente admirable por todo el mundo.

Es verdad que hoy en día esa dificultad es menor, pero en mi opinión, la tenencia de trofeos de caza se justifica plenamente por dos motivos, conservación de las especies y estética y decoración.

La escalera del palacio del Pendolero, en Madrid.

La escalera del palacio del Pendolero de Madrid, con el repostero de la condesa de la Mortera, y búfalos cazados por tres generaciones de la familia propietaria

De no ser por la caza de trofeos, contra la que existen campañas en algunos países muy desarrollados, muchos territorios que se conservan para la caza mayor en África, Asia, América incluso Europa, se convertirían en explotaciones agrícolas o ganaderas, al no ser rentable mantener las especies salvajes de caza. Existen situaciones que evidencian la importancia de la caza de trofeos. Un país ejemplar en la conservación del elefante es Botswana, donde hay la mayor cantidad de elefantes salvajes de África. Ante la presión de Alemania para que se prohibiera la caza deportiva de elefantes, el ministro de Medio Ambiente de Botswana le ofreció muy amablemente a su homólogo alemán regalarle los cientos de elefantes que les sobran, que destrozan el arbolado, y que allí se cazan anualmente, vivos, para que se los llevara a Alemania. Creo que no hubo respuesta.

Entonces como en todo, hay modas, y gustos, y hay quien considera que un antílope sable, un kudu menor, la cuerna de un búfalo o una piel de cebra, no son algo bonito ni decorativo, mientras que a otros nos parecen maravillas de la Naturaleza dignas de conservarse, y cada cual tiene personas influyentes que admirar y seguir.

La sala de trofeos del Duque de ARION, en el palacio de la marquesa de Mirabel

La sala de trofeos del Duque de Arion, en el palacio de la marquesa de Mirabel

Entre los personajes mediáticos esta Ralph Lauren y en Nueva York, donde viví varios años, es el edificio que el considera su «flagship», su buque insignia, en Madison Avenue, como un castillo alemán o del Loira, la última vez que estuve eran omnipresentes los oleos de la caza del zorro a caballo, donde había trofeos de caza y pesca, y su muy exitosa multinacional de decoración de interiores usa constantemente pieles de cebra y otros restos de animales salvajes que se han cazado, y él mismo los usa para adornar sus casas. Y existen muchas familias que sin ser tan mediáticas son referentes en muchas cosas y siguen decorando sus casas con trofeos.

Una casa de campo minimalista, sin trofeos de caza, tiene mucha menos categoría que una histórica con recuerdos del pasado, en mi opinión.

  • El duque de Maura, Ramiro Pérez-Maura de la Peña, es empresario
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