Roque Armada
Roque Armada

La «verdadera» historia de los tigres de la India

Los tigres vivían y campaban a sus anchas en esas reservas de caza, paraísos intocados de la protección de la fauna y la naturaleza. Solo a cambio de cazar unos cuantos machos enormes y por ello muy viejos, en espectaculares cacerías. Esos machos viejos, solo esos, eran buscados como trofeos por los expertos Shikaris de los príncipes indios. Hembras, crías, cachorros y jóvenes no se cazaban

Actualizada 11:20

La verdadera historia de los tigres de la India

La verdadera historia de los tigres de la India

Los tigres, tanto en la india como en otros países asiáticos, han sido llevados al límite de la extinción. Hay personas, ajenas al campo, al medio rural y a la caza, que culpan a la caza deportiva de acabar ellos. La realidad es a totalmente la contraria. Los cazadores deportivos podríamos haber salvado a los tigres de la «casi extinción», en que se encuentran. Desgraciadamente, no nos dejaron.

Salvar a una especie de la extinción, gracias a la caza deportiva, legal y organizada, puede parecer contradictorio. Pero no lo es. Más bien al contrario. Voy a intentar explicar por qué.

Hoy quedan muy pocos tigres en la india. Fueron envenenados, trampeados, cepeados por los ganaderos hasta casi la extinción. A la vez, los furtivos buscaron sus restos, sus huesos, su grasa y sus bigotes para utilizarlos como remedio en la medicina tradicional china. Entre ambos casi acaban con el animal más bello de la tierra.

Los cazadores podíamos haberlos salvado gracias a una caza deportiva y controlada, de unos cuantos ejemplares enormes y viejos que habían llegado al final de su ciclo vital y reproductor. A la vez salvando y protegiendo la especie, hembras, cachorros y crías de morir envenenados o en un matadero.

Esta historia podría empezar sobre el año 1945 en los últimos años de la india bajo dominio británico, que se conoció como «el Raj». En ese año la India contaba con unos 400 millones de habitantes y unos 50.000 Tigres vivian en la sus selvas. Eran especialmente cuidados y mimados en las reservas de caza de los Marajaes, paraísos intocados de la fauna silvestre. Las férreas leyes de caza y protección de la fauna Británicas. Legiones de guardas de los Marajaes, conocidos como shikaris, los defendían de cualquier acto de furtivismo.

Granja de tigres en China

Granja de tigres en China

Los tigres vivían y campaban a sus anchas en esas reservas de caza, paraísos intocados de la protección de la fauna y la naturaleza. Solo a cambio de cazar unos cuantos machos enormes y por ello muy viejos, en espectaculares cacerías. Esos machos viejos, solo esos, eran buscados como trofeos por los expertos Shikaris de los príncipes indios. Hembras, crías, cachorros y jóvenes no se cazaban. Al revés, eran especialmente cuidados y protegidos del furtivismo, por los eficaces guardas de caza indios y británicos.

Con la independencia de la India de Gran Bretaña, las cosas empezaron a ir mucho peor para los tigres

En 1947, con la independencia de la India de Gran Bretaña, las cosas empezaron a ir mucho peor para los tigres. El Gobierno pro Soviético del primer ministro Pandit Nehru, siguiendo las directrices de Moscú, inicio una fuerte reforma agraria y política de redistribución de la tierra. Expropió las tierras de los Marajaes que ocluían sus increíbles selvas, bosques y reservas de caza, para entregárselas al pueblo. El objetivo era aumentar las cifras de producción agraria para poder presentar «los beneficios de la gestión social-comunista a Moscú».

Ahí empezó el desastre para los tigres. Primero fueron los bosques. Se talaron todos los árboles para hacer carbón vegetal. Después se aró la tierra hasta el último rincón. Luego el ganado arrancó hasta la última brizna vegetal que quedaba en los rastrojos. Sin nada que comer, las grandes manadas de ciervos indios, barasingas, chitales, sambars, nilgais, empezaron a alimentarse en los cultivos. Por ello fueron masacradas por la población local, para comer. Simplemente acabaron en una cazuela.

Los increíbles bosques y junglas, que fueron santuarios de la fauna y las reservas de caza de los Marajaes, quedaron en 20 años convertidos en desiertos. Al carecer de fauna salvaje de la que alimentarse, los tigres empezaron a cazar ganado doméstico. El gobierno social-comunista de Nehru los declaró alimañas y repartió cápsulas de estricnina entre los campesinos. Poniendo unos gramos de ese infame veneno, escondidas en el hígado de un ternero muerto, acababan de un modo horrible con una familia de tigres. Miles de tigresas, amamantando crías, cachorros y jóvenes, murieron envenenados.

El gobierno socialista de la India no le dio ninguna importancia a unos tigres que fueron el capricho de ingleses y Marajaes. Sin selvas, reservas de caza y guardas ingleses o británicos que los protegierna, los tigres no tuvieron a adonde ir. Aun así, en unas pocas reservas se siguieron cazando algunos machos viejos por cazadores deportivos durante 30 años protegieron a la especie. Los ingresos por abates pagaron los sueldos de los últimos guardas de caza que los protegían. En esos pocos cotos de caza, como Ramthambhore, que fue la reserva del Maraja de Jaipur y hoy Parque Nacional, sobrevivieron los últimos 3.000 tigres de la India.

Hasta en 1977 se declaró la prohibición total de la caza del tigre. Solo para los cazadores deportivos. ¡Claro! Ya sin Marajaes, ingleses o guardas de caza que los protegieran, empezó la matanza ilegal de tigres por sus huesos, grasa y bigotes. Estos restos se consideraban potentes afrodisiacos en la medicina tradicional China.

En menos de 30 años después de prohibir su caza deportiva, los 50.000 tigres de las reservas de caza de los Marajaes, se redujeron a unos 3.000. Acabaron envenenados y descuartizados, convertidos en polvo de huesos o grasa para los mercados ilegales asiáticos de China, Corea, Indonesia o Taiwán. Los restos de un tigre metidos en un saco podían valer, en el «mercado negro» unos 60.000 dólares. Eso en un país con un sueldo mensual de 100 a 200 Euros.

El matadero. Un triste final

A partir de 1980, en WWF descubrieron asombrados, unas 200 granjas de tigres ilegales en China. Cerca de 4.000 tigres son engordados, hacinados en jaulones, en espera de alcanzar el peso necesario. Una vez que alcanzan unos 250 kilos, pasan al matadero. Ahí los descabellan y los descuartizan para vender sus huesos, grasa, bigotes y retos para alimentar la demanda de la medicina tradicional China. Sin duda un triste fin para al animal más bello de la tierra.

Pienso que si hubieran mantenido sus reservas de caza, donde vivían libres cazando ciervos, tal vez hubiera sido preferible para el tigre. Solo a cambio de que los cazadores deportivos pagaran importantes ingresos por cazar unas pocas decenas de viejos machos al año. La caza deportiva podría haber salvado al tigre de la estricnina y el matadero. Tristemente no nos dejaron.

  • Roque Armada es director de Armada Expediciones y de la Escuela de Tiro de Trofeo

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