Antonio Conde Bajén
Antonio Conde Bajén

Abusos de la Administración en el mundo rural

El ansia por identificar a todo quisque ya es algo enfermizo entre las autoridades y agentes de la autoridad que actúan en el agro. Así la Guardia Civil y/o forestales exigen que se facilite con determinados días de antelación los nombres, apellidos y DNI de los que van a asistir a una montería

Actualizada 11:03

Agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil en el campo

Agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil en el campoGuardia Civil

Siempre he dicho que el mundo rural sufre doblemente el sobrexcitado ansia normativo de la España de hoy. Si los que viven en grandes urbes se quejan de que se intenta regular hasta cómo se ha de toser, deben saber que los habitantes rurales sufren eso mismo, con el añadido de las normas específicas que demasiado iluminado inventa para el «medio ambiente». En tan corto espacio sólo puedo dar unos pequeños apuntes de ello, apenas citarlos.

La normativa mascotera estableció una regulación de los animales de compañía, quizás acorde con la multiplicación de perros y gatos en pisos, pero que nada tiene que ver con los corrales y perreras. Esa fue de las pocas veces que el agro se movilizó y ganó, aunque fuera pírricamente.

Las empresas de obras y servicios que actúan en las urbes o para los de la urbe no sufren la existencia de una enorme empresa pública que impide que los contratos públicos salgan a licitación y cope gran parte del mercado, con la enorme ventaja, además, de estar exenta del IVA (sobre la legalidad de ambas cuestiones ya hablaríamos, que da para un monográfico). Se impide así un mínimo desarrollo empresarial y profesional en esas zonas y el gran factótum económico es el propio Estado, intermediado por esa gran empresa pública que paga lujos y 'Jéssicas'. Como dijo Mussolini, todo en el Estado, nada fuera del Estado. Atentos a los parecidos.

El autoconsumo en zonas rurales, algo absolutamente tradicional, fácil, inocuo, elemental, … que podría constituir una ventaja en el día a día y cuyo arbitrio de equilibrio de intereses entre los vecinos debería dejarse a los gobiernos municipales, les ha sido arrebatado, porque se regula desde la perspectiva monolítica del «Estado» (al más puro estilo estalinista; seguimos con los parecidos). Así, siendo normal que se prohíba o limite que alguien ponga un gallinero o cebe un cerdo para la matanza en su adosado de Moratalaz, las limitaciones y peso burocrático son los mismos para el que quiera seguir haciéndolo (como se lleva haciendo desde hace siglos) en Mohedas de la Jara.

Las licencias urbanísticas o de actividad se han convertido en un sin Dios. He visto denegaciones para pasar un cable de baja tensión y suministrar electricidad a una sala de ordeño porque «al ser zona incluida en la directiva Hábitats, ese uso debe estar expresamente previsto en su respectivo Plan de Ordenación». Y también lo he visto en denegaciones para un vallado ganadero. No les miento; eso ocurre, se lo juro.

El ansia por identificar a todo quisque ya es algo enfermizo entre las autoridades y agentes de la autoridad que actúan en el agro. Así la Guardia Civil y/o forestales exigen que se facilite con determinados días de antelación los nombres, apellidos y DNI de los que van a asistir a una montería (exigencia ilegal, pero si no, no te dan permiso. Y luego, si alguien le da por denunciarlo dirán que qué malos son los del campo).

Vaya usted y dígale a los de la urbe que tienen que identificarse telemáticamente en tiempo real cada vez que se toman un gin tonic

Y más recientemente estamos sufriendo la absurda exigencia de tener que comunicar en tiempo real el abatimiento de especies de caza mayor en rececho, ¡identificando al cazador!. Vaya usted y dígale a los de la urbe que tienen que identificarse telemáticamente en tiempo real cada vez que se toman un gin-tonic, por si la Guardia Civil decide que va a esperarle a que sople «por si coge el coche».

Y me guardo lo mejor, la inconstitucional prohibición de la caza comercial y deportiva en los Parques Nacionales. Porque cazar en ellos, se caza y tendrá que seguir haciéndose, pero se ha prohibido el espíritu, el alma, la sensación de quien caza. Que lo haga un empleado público a sueldo está bien (no es comercial, ni deportivo, ni disfruta), pero que lo haga un cazador deportivo, no. Me recuerda a los ultraortodoxos que reclaman que el sexo procreador no debe ir acompañado de placer.

El legislador se ha atrevido a introducirse en la mente y dirigirla; se ha erigido en dictador de los sentimientos y de las ideas. En el agro, el Estado ya no es sólo un cacique que exige que se le pida licencia hasta para estornudar. Ya no sólo es el empresario que va copando toda la economía y que permite a su capataz empresarial (el mismo que paga a 'Jéssicas') que contrate a su albur y sin garantía alguna de ecuanimidad, eficacia y economía al que mejor le caiga. Ahora se ha convertido en santón de una religión abyecta que dicta cómo han de ser los sentimientos de las personas para hacer lo que reconoce que es necesario y tiene que hacerse.

Y luego hay muchos que se asombran de que el mundo rural se cisque en el Estado y grite libertad. Yo también la pido, pero al tiempo exijo que ese Estado totalitario, coercitivo y obsesionado por el control absoluto, empiece por cumplir sus propias normas.

  • Antonio Conde Bajén es miembro del Real Club de Monteros

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