Laureano de Las Cuevas
Laureano de Las Cuevas

Duelo a garrotazos

Poco ha cambiado el panorama, pese al esfuerzo de un puñado de entidades cuya pretensión no es otra que la de hacer que la caza reme unida en la misma dirección, tarea harto difícil, pues siempre se alzará sobre la cordura la voz interesa, o despechada, alimentada más por la hiel que por la razón

Actualizada 04:30

Duelo a garrotazos. Pintura mura y bocetos.

Duelo a garrotazos. Pintura mura y bocetos.Museo Nacional del Prado

Pensaba comenzar estas líneas haciendo un chascarrillo sobre la caza y la sordera del genio de Fuendetodos. Pues es sabido que Goya estaba un poco teniente, como la inmensa mayoría de los cazadores, aunque desgraciadamente para el pintor, la razón de su completa sordera no fueran los disparos, sino una patología mucho más grave y dolorosa que no viene al caso.

El título elegido para contextualizar este escrito «una de las más conocidas de sus obras perteneciente a la serie de Pintura Negra», Duelo a garrotazos. Pese a quien pese, será estigma imborrable del carácter de los nacidos sobre la piel de toro. Aunque muchos se empeñen en mostrar la obra de Goya como el reflejo eterno de las dos Españas, dudo que don Francisco «sordo sí, pero adivino no», presagiara lo que un siglo más tarde tendría lugar. Otros, opinan que, la obra es fiel reflejo de la parte menos amable del carácter hispano, al que le gusta más discutir que a un tonto una piruleta, y que no dará su brazo a torcer allá le maten.

El colectivo cazador, no se identifica por su unidad sin fisuras, todo lo contrario

Personalmente, me inclino hacia la opinión de los segundos, pues aunque no me guste el futbol, y no lleve un árbitro ni un entrenador dentro, soy cazador. Condición que me ha llevado a comprobar por mí mismo cómo los instintos más bajos del ser humano, pueden aflorar en una la asamblea de socios de un acotado, o en la discusión sobre la propiedad de una perdiz en una tirada, o de un cochino jabalí entre dos posturas. La caza «en general» no es ajena a la discordia, y desgraciadamente el colectivo cazador, no se identifica por su unidad sin fisuras, todo lo contrario.

Suelo ser más partidario de empezar el mes, describiendo los sonidos y olores que la brisa nos acerca en las distintas estaciones, pero esto tendrá que esperar. Aunque el pasado 20 de marzo se cumplían tres años desde que la marea naranja inundara las calles de la capital del Reino, donde cientos de miles de españoles, salimos a la calle para expresar nuestra indignación y dejar constancia de nuestras exigencias ante la Administración Central, en una sola voz. Voz, que por cierto se apropiaron quienes menos tenían que decir. Lógico, pues ante un colectivo desestructurado, sin una mano firme a la que asirse elegida por consenso, prefiere enarbolar, el «¡y yo más!». Y como dice el refrán: a río revuelto, buena sombra le cobija.

Perros en traílla. Las Colecciones Reales. Comedor de los Príncipes de Asturias. El Escorial.

Perros en traílla. Las Colecciones Reales. Comedor de los Príncipes de Asturias. El Escorial.

Lejos quedan los ecos de esa gesta que durante unas horas unió a cazadores, labriegos, y ganaderos, al Mundo Rural, frente a la indiferencia «cuando no la inquina» de las grandes urbes, donde atrincherados en sus burbujas de hormigón y cristal, muchos desconocen ya, cómo explicar a sus hijos que la leche no viene del tetrabrik, ni que los pedos de las vacas sean responsables del cambio climático.

No supimos jugar esa baza, y permitimos que los medios de comunicación ningunearan el 20M, y solo nos queda, mirar atrás con nostalgia. Una vez más.

Poco ha cambiado el panorama desde entonces, pese al esfuerzo de un puñado de entidades cuya pretensión no es otra que la de hacer que la caza reme unida en la misma dirección, tarea harto difícil, pues siempre se alzará sobre la cordura la voz interesa, o despechada, alimentada más por la hiel que por la razón

Se que me voy a ganar unas cuantas críticas, «ojalá solo sea eso», por poner en valor el buen hacer de una de esas entidades, que, injustamente ha visto empañada su labor y criticado su buen nombre, a cuento de la implementación del puñetero precinto digital en Castilla y León, en el que no tiene parte, ni culpa alguna, pero sobre la que muchos han opinado sin conocimiento y con demasiada ligereza, situándola en la picota. No creo que haga falta, pero aun así lo haré: me refiero a la Fundación Artemisán, que ha sido injustamente señalada por quienes prefieren vocear antes que preguntar. Dicho esto, lapídenme a placer, señores. Hoy, como siempre, dormiré tranquilo.

Siempre me ha fascinado la obra de Goya, y la fuerza que subyace en la que encabeza este escrito. Pero queda muy lejos de ser mi preferida, me quedo sin duda con aquellas otras más costumbristas que recogía practicando sus aficiones en los alrededores de su casa de Madrid, la Quinta del sordo, nombre que por cierto recibió por su anterior propietario. Obras poco conocidas, pero no menores, como Perros en traílla, La caza con reclamo «al perdigón», La caza de la codorniz; o La caza del jabalí, donde la colaboración entre hombres y perros queda patente en una escena de caza, «animal, el perro» figura recurrente en muchas de sus obras.

Sin olvidar los retratos de los monarcas de la época ataviados con armas y ropajes de caza, como Carlos III cazador o Carlos IV en traje de caza.

«El otro día salí yo y me divertí, maté dos liebres, tres codornices y una ganga... ya se acerca el tiempo de vernos y cazar juntos», escribía el universal pintor en una carta que se conserva en el Museo del Prado. Pues don Francisco de Goya y Lucientes, además de un genio «y sordo»; era cazador.

  • Laureano de Las Cuevas es vicepresidente del Real Club de Monteros y vocal por la ACE en la Oficina Nacional de la Caza

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