Ciencia
Robots nadadores: la última apuesta de la NASA para descubrir vida en los océanos del Sistema Solar
Las lunas heladas de Júpiter y Saturno son desde hace décadas dos de los lugares de mayor interés extraterrestre en términos de habitabilidad
Las lunas heladas de Júpiter y de Saturno son desde hace décadas los lugares de mayor interés para las agencias espaciales en términos de habitabilidad extraterrestre dentro del Sistema Solar. Océanos como los de Europa (luna de Júpiter cuyo volumen de agua líquida duplica posiblemente a todos los de la Tierra en su conjunto) y Encelado (satélite de Saturno) suscitan un grado de curiosidad más elevado que los de, por ejemplo, Plutón, por su cercanía a la superficie, ya que los hace más accesibles.
Con el propósito de llegar hasta ellas, la NASA ha trabajado desde hace años en el diseño y desarrollo de robots de exploración con los que conocer su misterioso aspecto. Sin embargo, prácticamente ninguno ha llegado a estar más cerca de sumergirse en estos mares que los de la última apuesta de la agencia: un enjambre de robots nadadores del tamaño de un teléfono móvil (12 centímetros de largo y entre 60 y 75 centímetros cúbicos de volumen) y capaces de atravesar las diversas capas heladas de kilómetros de espesor que existen en estos satélites.
Creado y desarrollado por el ingeniero mecánico Ethan Schaler, el proyecto SWIM forma parte del programa Conceptos Avanzados e Innovadores (NIAC), del que ha recibido recientemente financiación para fabricar y probar diferentes prototipos impresos en 3D durante los dos próximos años.
Su principal ventaja estriba en su tamaño: a diferencia de los aparatos diseñados anteriormente, estos robots podrían explorar un volumen mucho más grande de agua que si fuera un solo artefacto el que se enviara. Antes de liberarlos, la sonda en la que viajarían perforaría un túnel a través de la extensa corteza congelada que separa la superficie de su interior.
Condiciones óptimas
La NASA cree que las interacciones químicas entre las rocas y el agua oceánica de estos mundos podría posibilitar la vida, con un ambiente muy parecido al que presentaba la Tierra cuando se originaron los primeros microorganismos.
En estos entornos, el agua se filtra a las rocas del fondo del océano, se calienta y se enriquece químicamente. Los microbios pueden alimentarse de esta energía química y a su vez ser devorados por organismos más grandes, algo para lo que no se precisa luz solar ni atmósfera. Muchas estructuras rocosas de ese tipo han sido documentadas desde su descubrimiento en 1977, donde la red trófica local se apoya en la energía de las reacciones químicas en lugar de en la fotosíntesis.
Con la vista puesta en su exploración, la NASA prevé enviar la sonda Europa Clipper a la luna de Júpiter en 2024, aunque no llegará a su destino hasta seis años más tarde.