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Entrevista

«Otras civilizaciones extraterrestres serían seres de Dios y los tendríamos que tratar de igual a igual»

Enrique Solano es presidente de la sección española de la Sociedad Científica Española y astrofísico del Centro de Astrobiología del CSIC-INTA

De la relación entre ciencia y religión se ha escrito mucho, casi siempre desde el prisma del conflicto y las diferencias. Pero no son en absoluto incompatibles, como explica Enrique Solano (Cartagena, 1966), presidente de la sección española de la Sociedad de Científicos Católicos y astrofísico del Centro de Astrobiología del CSIC-INTA. Esta asociación celebró el pasado mes de septiembre su primer congreso en nuestro país, una experiencia en la que poder expresarse como científicos y como creyentes.

–¿Por qué nace la Sociedad de Científicos Católicos?

–La Sociedad de Científicos Católicos fue una idea que se le ocurrió en el 2016 a Stephen Barr, un profesor de Física retirado, para paliar el aislamiento que muchas veces sufre el científico católico en su laboratorio. Vive entre dos mundos: en el mundo de la ciencia no puede expresarse como quisiera en temas relacionados con su fe, y a veces en el mundo de la fe tampoco entienden al hombre de ciencia. El objetivo era mostrar a la sociedad que ciencia y fe católica son compatibles y que cada una suma a la otra. Ya son casi 2.000 científicos en más de 50 países.

–¿Hay interés por parte de ciertos sectores de la divulgación científica en enfrentar a la ciencia con la religión?

–Es una lástima, pero es así. Desde algunos medios se tiende a mostrar el mensaje de hay tensión entre ciencia y fe católica. En este caso, el papel de malo le ha tocado a la religión católica cuando hay numerosísimos ejemplos de que la Iglesia ha aportado enormemente al desarrollo de la ciencia. Es un mensaje que no es cierto, pero que la sociedad ha comprado.

–¿Nota el desconocimiento de la población respecto al papel de la Iglesia Católica en el desarrollo de la ciencia?

–En estos tiempos, cualquier papel positivo que juegue la Iglesia Católica intenta ocultarse. El propio Vaticano tiene uno de los observatorios astronómicos más antiguos del mundo y una Academia Pontificia de las Ciencias, hay astrofísicos que son sacerdotes católicos… La Iglesia siempre ha estado interesada en la promoción de la ciencia. A lo largo de los siglos ha habido fricciones, pero el bagaje positivo es abrumadoramente mayor.

–¿Se ha sentido incómodo de compartir sus creencias como científico por miedo a ser invisibilizado o directamente censurado?

–Las generaciones de científicos jóvenes pueden tener miedo a ser cancelados. En España, en lo que respecta a la comunidad científica, más que un ateísmo beligerante, hay un marcado agnosticismo. Personalmente no me he sentido incómodo en ningún momento. Quizá en otras ramas donde en la línea de trabajo hay un componente ético donde se pueden generar fricciones. Esta animadversión viene muchas veces del desconocimiento, por eso la Sociedad quiere tender puentes a otras comunidades, ya sean ateos, agnósticos o los propios católicos.

–Tiene una importante trayectoria como divulgador, especialmente con los más jóvenes, ¿cuáles son los mitos o dudas a los que se suele enfrentar?

–Les suelo pedir que sean ellos los que planteen antes los temas que quieren tratar. Al final siempre son los mismos: cómo compatibilizar el Big Bang con el Génesis, la vida extraterrestre, la prueba de la existencia de Dios… Lo curioso es que lo que más les queda es el testimonio personal.

–Usted es el investigador principal del Observatorio Virtual Español en el Centro de Astrobiología CSIC-INTA, ¿en qué consiste su trabajo?

–Soy un científico de datos. La astronomía está generando un enorme volumen de información y el problema que surge es encontrar las herramientas para poder extraer conocimiento. El Observatorio Virtual Español es una iniciativa internacional que trabaja con la información para que todo el proceso sea lo más sencillo posible para tener una explotación científica eficiente. Por ejemplo, la misión Gaia está cartografiando la galaxia generando datos para 1.800 millones de estrellas. El potencial científico es brutal, pero hay que saber trabajar con millones de parámetros.

–¿Encontraremos vida extraterrestre?

–No se sabe. Es verdad que la vida ha demostrado ser ‘cabezona’. Los llamados extremófilos viven en condiciones muy alejadas de lo que entendemos como vida y se están descubriendo entornos que pueden contener agua líquida y minerales que puedan dar lugar a esta vida primitiva. Todos esos indicios apuntan a que la vida pueda ser un fenómeno natural en la galaxia. De ahí a que haya vida compleja e inteligente, es un salto muy grande en el vacío. Pero incluso en el supuesto de que demos ese salto, las distancias son tan grandes que la comunicación sería prácticamente imposible.

–¿Encontrar vida extraterrestre nos acercaría o alejaría de Dios?

–Sobre eso hay diferentes posturas. Hay quien defiende que el hecho que no encontremos vida demuestra que Dios ha creado algo tan enorme solo para que el hombre se dé cuenta de su capacidad creadora. Personalmente creo que no somos nadie para limitar la capacidad creadora de Dios en el convencimiento de que su amor es infinito. No hay conflicto en que haya otras civilizaciones extraterrestres y que serían seres creados por Dios por lo que tendríamos que tratarlos de igual a igual.

–Marte se ha convertido ahora en el principal foco de atención. ¿Cree realmente que acabaremos habitando este planeta, ya sea mediante terraformación o construyendo bases permanentes?

–Mi opinión es que hablamos de ciencia ficción. Creo que harán falta décadas para ver bases permanentes capaces de albergar una población grande. Más que terraformar Marte, invertiría mis esfuerzos en mejorar la vida en la Tierra.

–¿Cuáles son los principales retos a los que se va a enfrentar la ciencia en los próximos años?

–Un reto que puede parecer muy modesto es la misión DART. Conceptualmente es algo muy simple, pero es un ejercicio no se había hecho nunca. Hasta ahora, el único mecanismo que teníamos era descubrirlo, seguir su órbita y predecir si iba impactar contra la Tierra o no. Ahora somos capaces de actuar.

También está la búsqueda de vida en Encélado, Europa; el cartografiado de Gaia; el trabajo del James Webb, que supondrá una revolución en el estudio del universo primigenio… Hay varias líneas de trabajo que son excitantes.

–¿Qué le parece la decisión de excluir a Madrid de las candidaturas para la sede de la Agencia Espacial Española?

–Me parece un error. Otras sedes tienen ventajas, pero lo que ofrece Madrid supera al resto de candidatas. Sea cual sea la decisión, espero que la Agencia sea un organismo que funcione y sirva para potenciar la industria aeroespacial en nuestro país.