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Impresión artística de la «galaxia monstruosa» COSMOS-AzTEC-1Europa Press

Ciencia

Las universidades más prestigiosas se unen para encontrar los orígenes de la vida en el universo

La Federación de Orígenes aspira a «revelar si el origen de la vida y su evolución en la Tierra es sólo un feliz accidente o forma parte de la naturaleza fundamental del universo»

Investigadores de la ETH Zúrich (Suiza), la Universidad de Cambridge (Reino Unido), y las universidades norteamericanas de Harvard y Chicago han fundado la Federación de Orígenes, presentada en la reunión de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), con la intención de buscar los orígenes de la vida en el universo.

Junto con el químico y Premio Nobel Jack Szostak y el astrónomo Dimitar Sasselov, Didier Queloz, director del Centro sobre el Origen y la Prevalencia de la Vida de la ETH de Zúrich y del Centro Leverhulme para la Vida en el Universo de Cambridge, ha presentado esta alianza internacional que reúne la experiencia de investigadores que trabajan en los orígenes de la vida en estos centros.

«Vivimos un momento histórico extraordinario», afirma Queloz, quien, cuando aún era estudiante de doctorado, fue el primero en descubrir un exoplaneta, es decir, un planeta que orbita alrededor de una estrella de tipo solar fuera del sistema solar terrestre. Un descubrimiento por el que más tarde recibiría el Premio Nobel de Física.

En una generación, los científicos han descubierto más de 5.000 exoplanetas y predicen la posible existencia de billones más sólo en la Vía Láctea. Cada descubrimiento suscita más preguntas que respuestas sobre cómo y por qué surgió la vida en la Tierra y si existe en otros lugares del universo.

Los avances tecnológicos, como el telescopio espacial James Webb y las misiones interplanetarias a Marte, aceleran el acceso a un volumen abrumador de nuevas observaciones y datos, de modo que será necesaria la convergencia de una red multidisciplinar para comprender la aparición de la vida en el universo.

Ahora, juntos, los científicos explorarán los procesos químicos y físicos de los organismos vivos y las condiciones ambientales propicias para albergar vida en otros planetas. «La Federación Orígenes –explica– se basa en una larga relación colegial reforzada a través de una colaboración compartida en un proyecto recientemente finalizado con la Fundación Simons».

Bioseñales extraterrestres

Este tipo de colaboraciones respaldan el trabajo de investigadores como la profesora de Zoología Emily Mitchell, que trabaja con Queloz en el Centro Leverhulme para la Vida en el Universo de Cambridge, es una viajera ecológica del tiempo.

Utiliza el escaneo láser sobre el terreno y la ecología matemática estadística en fósiles de 580 millones de años de organismos de las profundidades marinas para determinar los factores que influyen en las pautas macroevolutivas de la vida en la Tierra.

En su intervención en la sesión sobre los Orígenes de la Vida de la ETH de Zúrich en la AAAS, Mitchell ha trasladado a los participantes a hace 4.000 millones de años, cuando la atmósfera primitiva de la Tierra, desprovista de oxígeno e impregnada de metano, mostró sus primeros signos de vida microbiana. Ha hablado de cómo la vida sobrevive en entornos extremos y luego evoluciona, ofreciendo posibles perspectivas astrobiológicas sobre los orígenes de la vida en otros lugares del universo.

«A medida que empecemos a investigar otros planetas, a través de las misiones a Marte –afirma Mitchell–, las bioseñales podrían revelar si el origen de la vida misma y su evolución en la Tierra es sólo un feliz accidente o forma parte de la naturaleza fundamental del universo, con todas sus complejidades biológicas y ecológicas».

Aunque las células biológicas complejas aún no se comprenden del todo, las células sintéticas permiten a los bioquímicos, como Kate Adamala, del Laboratorio de Protobiología de la Universidad de Minnesota, deconstruir sistemas complejos en partes más simples. Piezas que permiten a los científicos comprender los principios básicos de la vida y la evolución no sólo en la Tierra, sino potencialmente la vida en otros planetas del sistema solar.

Adamala inició su búsqueda de la vida a partir de cero cuando era estudiante de posgrado en Harvard y trabajaba con el Premio Nobel Jack Szostak. Su objetivo es crear biorreactores celulares sencillos que se asemejen a las primeras formas de vida aplicando los principios de la ingeniería a la biología.

En la AAAS, Adamala ha explicado cómo las células sintéticas permiten a los científicos estudiar el pasado, presente y futuro de la vida en el universo. A diferencia de las células biológicas, es posible digitalizar las células sintéticas y transmitirlas a través de grandes distancias para crear, por ejemplo, medicamentos o vacunas a la carta: una Astrofarmacia que potencialmente podría sustentar la vida en una nave espacial, o incluso en una futura colonia marciana. Hasta entonces, las células sintéticas ofrecen aplicaciones prácticas para la humanidad.

Aunque todavía no existe una definición exhaustiva de la vida, la búsqueda de sus orígenes ha despertado entusiasmo, nuevas colaboraciones y ha abierto las puertas de los salones más sagrados de la comunidad científica.