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Varios astronautas trabajan en una base lunar de la NASA, en una recreación hecha por ordenadorNASA

Ciencia

¿Por qué es tan importante el regreso del hombre a la Luna?

La misión Artemis 2, prevista para 2024, acercará el propósito de establecer una base humana en el satélite y de hacerlo, a largo plazo, también en Marte

«Nuestro éxito cambiará el mundo». Intercalada entre párrafos, la frase que se repite en la web del programa Artemis de la NASA da la medida de la ambición desplegada por la agencia espacial estadounidense con el regreso del ser humano al espacio profundo y, en concreto, a la Luna. Más de 50 años después de que los últimos astronautas pusieran pie en su superficie, una nueva generación iniciará los trámites en 2024 para cristalizar el gran objetivo de esta nueva era espacial: establecernos en el satélite para, a la postre, llegar y hacer lo mismo en Marte.

Se trata, en esencia, del «siguiente paso natural» del hombre en términos de exploración, una condición intrínseca a nuestra especie. Si a finales de los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo la idea era alcanzar la Luna y, en ese caso, tener una primera toma de contacto con ella, la meta en esta ocasión había de ir más allá. Así lo concibió durante décadas la agencia espacial estadounidense, principal promotora de la investigación cósmica, antes de oficializar en 2017 el programa que finalmente materializará estas aspiraciones.

Volver a la Luna en 2025 –fecha prevista para el primer alunizaje desde 1972– no será lo mismo que hacerlo en 1969. Los conocimientos geológicos, cartográficos y estratégicos sobre el satélite se han multiplicado desde que aquel lejano 20 de julio la Apolo 11 hollara la región lunar conocida como Mar de la Tranquilidad. Y en base a este aprendizaje, el consenso ha resuelto que el mejor lugar para establecer una presencia humana sostenida en forma de base semipermanente es el polo sur, donde se concentra una buena parte de su agua.

El esfuerzo generará toda una economía lunar en torno a la que se crearán «miles de empleos en todo el mundo», según promete la propia NASA en uno de los vídeos promocionales del programa Artemis. «No es una ambición de una sola entidad o país, sino un trabajo compartido y auspiciado bajo la idea de un bien superior», explican. Y aunque EE.UU. tiene un peso determinante en el proyecto, el cambio de contexto histórico (de una Guerra Fría entre dos bloques a un mundo con mayor vocación de multilateralidad) y la emergencia de las compañías privadas dibujan un escenario distinto con mayor participación de otros países y actores.

La Luna será, de una forma u otra, el centro de experimentación para demostrar mediante la heurística y el ensayo-error que el ser humano será capaz de llegar y establecerse en Marte y convertirse así en una especie multiplanetaria. «Descubriremos qué se necesita para armar una nave compleja en el espacio profunda, perfeccionaremos el aterrizaje y el retorno de una superficie lejana, averiguaremos cómo utilizar los recursos, extrayendo el agua congelada y potabilizándola o usando su hidrógeno para combustible; estableceremos plantas de fisión con las que sostenernos y expandiremos la cadena logística de suministros para reabastecernos. Sabremos, en definitiva, cómo los humanos pueden sobrevivir y prosperar en un entorno con gravedad parcial, mediante trajes mejorados y robots de reconocimiento reubicando y proporcionando suministros», explica la NASA.

«Vamos a hacer ciencia en la Luna sobre la Luna y sobre la Tierra», aporta, por su parte, el geólogo planetario del CSIC Jesús Martínez Frías en declaraciones a El Debate. El satélite, dice, es determinante porque «preserva claves importantes para conocer orígenes sobre nuestro planeta porque allí las rocas permanecen inalteradas, al contrario que en la Tierra». Y vaticina: «Lo que se haga en la Luna va a ser crucial. Va a suponer un cambio de paradigma no solo a nivel científico, sino también sociocultural. Vamos a poder abrirnos a la medicina espacial, el derecho espacial y el periodismo, la ética, la agricultura, la arquitectura e incluso el arte espacial». Los avances de Artemis, sentencia la NASA, «definirán nuestra generación y la que viene». En noviembre de 2024, la próxima cita.