Ciencia
Una nave parte hoy hacia Júpiter para investigar si puede haber vida bajo sus lunas heladas
La misión Juice llegará al gigante gaseoso en 2031 y dedicará cuatro años a estudiar los satélites galileanos en los que la habitabilidad parece más probable
A comienzos del año 2031, el mundo será en muchos aspectos un lugar distinto al que es hoy. El hombre habrá regresado a la Luna y comenzado los preparativos para asentarse en el satélite, Estados Unidos y muchos otros países habrán cambiado de presidente y megaproyectos faraónicos ahora mismo en marcha habrán tocado a su fin o estarán a punto de hacerlo. Sin embargo, la sonda Juice de la Agencia Espacial Europea (ESA), que parte hoy, jueves, rumbo a Júpiter, todavía no habrá alcanzado su destino.
El aparato, diseñado principalmente por la ESA pero participado también por la NASA y otras agencias, despegará este mediodía desde la Guayana Francesa a bordo de un cohete Ariane 5 en una travesía que se alargará más de siete años, hasta julio de 2031. Su misión consiste en estudiar Ganimedes, Europa y Calisto, las lunas heladas jovianas bajo cuyo manto se barruntan colosales océanos de agua salada que podrían ser propicios para la habitabilidad.
El lanzamiento está previsto para las 14:15 hora peninsular española desde el puerto espacial de Kourou, adonde el aparato, de seis toneladas, ha sido trasladado en un avión Antonov 124, uno de los más grandes del mundo. La sonda será puesta en órbita, pero el trayecto a Júpiter como tal no comenzará hasta principios de 2029. Antes, tendrá que ayudarse de hasta cuatro asistencias gravitacionales de la Tierra –2024, 2025 y 2029– y de Venus –2026– que irán impulsando la nave hasta que acabe cogiendo rumbo hacia el enorme planeta. Esa es, explica la ESA, la mejor forma de ahorrar combustible.
Con un total de 10 instrumentos –nueve operados por la ESA y uno por la NASA–, casi veinte años de trabajo –fue concebida en 2005 y aprobada en 2007–, 1.600 millones de euros de inversión y más de 2.000 personas implicadas, la misión Juice (‘Explorador de las lunas heladas de Júpiter’, por sus siglas en español) estudiará uno de los grandes misterios del Sistema Solar y allanará el camino para que otras futuras misiones puedan confirmar si existe otra vida –microscópica, en cualquier caso– en nuestro entorno cercano.
Así lo intuyen los científicos desde que en los años 90 la sonda Galileo y otros análisis posteriores apreciaran ciertas anomalías en los cráteres de estas lunas y una corteza de hielo de decenas o centenares de kilómetros bajo la cual habría agua. Juice no perforará esa enorme capa (una tarea imposible a día de hoy), pero su radar de hasta nueve kilómetros de profundidad podría detectar zonas en las que el manto sea más delgado y sirvan, por tanto, como puntos de acceso para futuros emisarios robóticos.
La sonda trabajará durante cuatro años, hasta 2035, un tiempo que repartirá en 12 vuelos de aproximación a Ganimedes, 21 a Calisto y dos a Europa. Esta última es la más pequeña de las tres, pero también donde los científicos creen que los océanos pueden ser más probables y, por extensión, más abundantes. Su inconveniente es que es también la que se encuentra más cerca de Júpiter y se ve, en consecuencia, más afectada por la inmensa radiación de su campo magnético. Juice lleva 200 kilos de escudo antirradiación a bordo para soportar el campo de Ganimedes, pero haría falta uno mucho más grueso y potente para investigar Europa a fondo, razón por la que solo la sobrevolará dos veces.
La sonda europea completará su cometido con una sesentena de acercamientos al gigante gaseoso, durante los cuales monitorizará sus turbulentos fenómenos meteorológicos y analizará la famosa mancha roja, cuyo tamaño dobla al de la Tierra y que lleva envuelta en el misterio desde su descubrimiento.
Pese al localismo de la misión, los científicos esperan que Juice brinde pistas de la habitabilidad en otros planetas –la mayoría de los 5.000 descubiertos hasta ahora en otras estrellas son mundos parecidos a Júpiter–.
A finales de 2035, Juice pondrá fin a su misión chocando contra Ganimedes, lo que causará un cráter de unos dos metros de diámetro. No habrá contaminación biológica, ya que los microbios terrestres no podrán sobrevivir a las condiciones del satélite.