Fundado en 1910
Logo de OceanGate en un equipamiento cerca de sus oficinas en Everett (Washington, EE.UU.)

Logo de OceanGate en un equipamiento cerca de sus oficinas en Everett (Washington, EE.UU.)Getty Images via AFP

Submarino Titanic  OceanGate, la empresa que llevó el turismo submarino al límite y terminó provocando una tragedia

Creada en 2009 por Stockton Rush, que iba a bordo del Titan cuando implosionó, las dudas en torno a su seguridad se han ido sucediendo en los últimos días

Stockton Rush, fundador y director ejecutivo de OceanGate Inc. y uno de los cinco tripulantes que perdieron la vida cuando descendían el pecio del Titanic el pasado domingo, creó en 2009 su empresa con un objetivo en mente: rentabilizar la creciente demanda de turismo submarino que expertos en márketing habían detectado después de que él mismo les encargara un estudio al respecto.

En aquella década, los 2000, Rush superaba los 40 años y el interés que había desarrollado de niño por el mundo de la aviación y los viajes espaciales había dado un giro de 180º: de los cielos a los fondos marinos. Curtido como ingeniero en pruebas de vuelo de cazas militares y con un importante patrimonio que había logrado mediante inversiones en compañías tecnológicas, Rush descubrió en 2006 que apenas había en el mundo un centenar de submarinos de propiedad privada. Incapaz de adquirir uno, se inclinó por crear por sí mismo su propia flota. Tres años más tarde, su proyecto echaría a andar oficialmente.

Al igual que Elon Musk o Jeff Bezos trabajaban para hacer realidad una oferta turística espacial con sus empresas SpaceX y Blue Origin, Rush aspiró a abrir la misma senda en los fondos marinos. Los destinos posibles eran múltiples: hábitats y ecosistemas, barcos hundidos… y al igual que los dos empresarios, su idea era combinar en el mismo proyecto una parte de investigación y otra de turismo.

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Pero lo que en un primer momento parecía una iniciativa tan beneficiosa como interesante e innovadora a la par que lucrativa no tardó mucho en corromperse.

Durante su investigación en este tipo de vehículos, Rush comenzó a creer que los sumergibles privados tenían una reputación injustificada como vehículos peligrosos. Según declaró en lo que ahora no puede verse como más que un presagio de su fatídico final, para el empresario la Ley de seguridad de embarcaciones de pasajeros de 1993 «priorizó innecesariamente la seguridad de los pasajeros sobre la innovación comercial».

Tras adquirir un primer sumergible, el Antipodes, en 2012, y fabricar el que sería el primero de su propio sello, el Cyclops 1, entre 2013 y 2016, Rush y su equipo se embarcaron en la construcción del 'juguete' que terminaría provocando la tragedia.

Porque Rush y los suyos, según ha trascendido estos días, levantaron un muro y desoyeron todos los avisos de que su sumergible Titan, que años más tarde emplearían para realizar expediciones turísticas a su gran objetivo, el Titanic, era cuando menos una temeridad.

30 empresas del sector de vehículos sumergibles y su director de operaciones marítimas, David Lochridge, advirtieron a la junta directiva de que el Titan no podía utilizarse en el estado de desarrollo en que se encontraba entonces. El casco no había sido probado lo suficiente y la ventana de metacrilato solo soportaba una profundidad de 1.300 metros, 2.700 menos de los que necesitaba para bajar al Titanic. En esas condiciones Lochridge se negó a realizar pruebas de inmersión tripuladas, y OceanGate, sin miramientos, lo despidió y posteriormente demandó por incumplimiento de contrato.

Durante sus descensos, uno de los cuales fue realizado en solitario por el propio Rush, no era inusual que Titan perdiese el contacto con su buque nodriza, tal y como han ido revelando estos días algunos de los pasajeros que subieron a bordo. Esto, sumado al hecho de que el sumergible no contara con un sistema de localización y se guiara en su lugar por los mensajes de distancias y direcciones que se intercambiaba con el buque nodriza, elevaba el indicador de riesgo.

Según aseguraban en su página web, además, el Titan había sido «diseñado y construido por OceanGate Inc. en colaboración con expertos de la NASA, Boeing y la Universidad de Washington». Las tres entidades han negado su participación en las actividades que la empresa les atribuye.

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