SpaceX, la empresa que ha reinventado la industria espacial a base de ingenio... y explosiones
El estallido de las dos etapas de la nave Starship es solo un reflejo de su trayectoria
Probar. Fallar. Aprender rápido. Repetir.
Esta es, en palabras del propio Elon Musk, la filosofía que ha guiado la trayectoria de SpaceX, la mayor empresa privada espacial del mundo, a lo largo de sus 21 años de vida.
Fundada en 2002 por el magnate sudafricano con la ambiciosa misión de establecer colonias humanas en Marte y preservar de esa forma a la especie en caso de cataclismo, la explosión, este sábado, de su nave Starship, a 150 kilómetros de altura y tras 12 minutos de vuelo no es más que un reflejo de su propia historia.
En las imágenes retransmitidas ayer por la compañía pudo verse a un Musk sonriente y divertido, departiendo alegremente con los miembros de su equipo en la sala de control tras presenciar el segundo lanzamiento de su meganave, la más grande y potente jamás construida.
Tras dos décadas al frente de una empresa que a punto estuvo de entrar en bancarrota varias veces por sus fracasos iniciales, el magnate y su equipo, con mucha más experiencia, personal y capacidad ahora que en sus comienzos, son conscientes de las dificultades que entraña diseñar y lograr que un cohete sea seguro y funcional.
Por eso, cada avance, por nimio que en apariencia pueda resultar, es motivo de celebración. Por eso, la conservación de todos los motores durante el despegue –a diferencia de lo que ocurrió en el primer lanzamiento en abril– y la separación efectiva de las dos etapas –lo que precipitó en última instancia su autodestrucción hace siete meses– suscitó el júbilo y la congratulación unánime de todo el equipo en la plataforma de lanzamiento de Boca Chica (Texas).
No siempre fue así.
Durante dos largos y oscuros años, entre 2006 y 2008, de los más aciagos y difíciles en la vida de Musk, la empresa estuvo en peligro de muerte por las sucesivas explosiones de su primer cohete, el Falcon 1.
Desde una base militar estadounidense en el atolón de Kwajalein, en las Islas Marshall, la todavía modesta SpaceX realizó los cuatro primeros lanzamientos de su historia.
Compuesto por un solo motor, los tres primeros intentos terminaron en fracaso. Fugas –en el primer despegue–, riesgos no contemplados –en el segundo– y problemas en el sistema de separación de etapas –en el tercero– frustraron los objetivos de Musk. «No me rendiré nunca», solía decir, no sin antes descargar las culpas en alguno de sus empleados o fijar plazos imposibles para reconstruir el cohete, una de sus consignas más habituales como empresario.
Entonces, sin embargo, llegó el éxito. El 28 de septiembre de 2008, apenas un mes después del último intento, el Falcon 1 completó su prueba tras todas las lecciones aprendidas anteriormente.
A partir de ese momento, la mayor parte de los primeros test de vuelo de sus cohetes posteriores han culminado con éxito, a excepción del Grasshopper, un prototipo experimental de Falcon 9 reutilizable, en 2014; y de la Starship, en 2023. Distinto es el caso de muchas otras pruebas de menor rango y altitud en los que, ahí sí, los vehículos, en una fase aún precoz de desarrollo, experimentaron fallos que acabaron en estallido.
Actualidad
Hoy en día, SpaceX acumula cientos de lanzamientos exitosos como proveedor de servicios a empresas y agencias espaciales y se ha convertido en la compañía más importante de la industria a nivel mundial. Sus cohetes reutilizables se han convertido en marca de rentabilidad y gracias a su constelación de satélites Starlink –muy criticada, por otra parte, por la comunidad astronómica–, que suministra internet a un gran número de países ha abierto una suculenta vía de ingresos para canalizar sus operaciones. Además, sus cápsulas Dragon son los únicos vehículos privados del mundo para llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional.
Superados los años más aciagos y con una fortuna superior a 200.000 millones de dólares, Musk tiene ahora el camino más despejado, aunque ni mucho menos expedito, para lograr su gran sueño antes de morir: ver llegar una Starship a Marte. Por ahora, eso sí, ya van dos explosiones.