Así se imaginaba el mundo de 2024 hace justo 100 años
Todo el mundo se ha hecho la misma pregunta alguna vez: ¿cómo será el mundo en el futuro, tal vez dentro de 10, 20 o incluso 100 o más años?
A lo largo del siglo XX, fueron varias las predicciones que se hicieron sobre la centuria actual, un período especialmente simbólico puesto que, además, daba entrada a un nuevo milenio. Las interpretaciones se han hecho de múltiples formas, desde las ilustraciones hechas en 1900 por el artista francés Jean-Marc Côté en las que imaginaba un año 2000 lleno de personas volando con alas similares a las que diseñó Da Vinci hasta películas que auguraban un comienzo de siglo dominado por los viajes espaciales, la domótica y otros ingenios futuristas.
Paul Fairie, un investigador canadiense que se define como un entusiasta de los periódicos antiguos, ha puesto en práctica su afición favorita al compartir en X un hilo de recortes de prensa de 1924 que aventuraban cómo sería el planeta «dentro de un siglo», es decir, en el año que recién comienza ahora. Y, aunque varias predicciones se quedan muy lejos de la realidad visto en perspectiva, unas pocas no parecían ir del todo desencaminadas.
Los periódicos de hace 100 años imaginaban un mundo dominado por los coches, lo cual es cierto: hay cerca de 1.500 millones de vehículos motorizados en el mundo. Tal sería su primacía, suponían, que las ciudades estarían totalmente adaptadas a ellos: habría autopistas atravesando los centros urbanos, edificios con accesos para ellos en plantas elevadas y carreteras de tres niveles. Su uso además sería tal que las piernas se convertirían en un amasijo de músculos atrofiados y sin uso, y los caballos, mucho más habituales como medio de transporte hace un siglo, directamente se extinguirían, reemplazados por los coches.
En cuanto al resto de la arquitectura urbana, los edificios serían de 100 plantas (actualmente solo los rascacielos las tienen).
Según la prensa de hace un siglo, en el año 2024 los viajes espaciales estarían a la orden del día, siendo tan comunes como los trayectos transoceánicos. Todo el mundo vestiría «prendas voladoras» –un concepto que no se desarrolla, pero que se interpreta como un tipo de ropa que permitiría volar– y la esperanza de vida sería de 100 años (la esperanza de vida media en el mundo es de 72, aunque las personas centenarias son cada vez más numerosas y se espera que las personas vayan viviendo más y más años en paralelo a los avances médicos). Eso sí, la especie humana se vería amenazada por una hambruna global fruto de la falta de alimentos.
Culturalmente, la radio quedaría como una reliquia risible, el jazz sería considerado música clásica y las películas serían tan realistas que resultaría difícil distinguir qué es auténtico y qué no (actualmente, las imágenes generadas por IA y por ordenador son prácticamente imposibles de diferenciar de una secuencia real). Gracias al cine, los conflictos armados desaparecerían. Los conciertos, por su parte, se realizarían «en remoto».
El invento más curioso que recoge el hilo de Fairie es el de camas que arrojarían al suelo a sus ocupantes cuando sonase el despertador. Una manera brusca, pero efectiva, de evitar que a uno se le peguen las sábanas.