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Ilustración de la nave Starship de SpaceX en un alunizajeSpaceX/NASA

El regreso a la Luna se hace esperar: «No es descartable que haya más retrasos»

El geólogo planetario Jesús Martínez Frías comparte con El Debate su impresión sobre la decisión de la NASA de demorar un año las próximas dos misiones del programa Artemis

La decisión de la NASA de posponer un año el regreso tripulado a la Luna, anunciada este martes, no es algo que haya sorprendido entre los seguidores del programa espacial estadounidense y expertos de la industria espacial.

La anteposición de la seguridad de los tripulantes por encima de todo ha sido la principal razón que ha alegado la agencia norteamericana para retrasar las misiones Artemis 2 y 3, programadas en un primer momento para noviembre de este 2024 y para 2025, respectivamente. Con el nuevo cronograma, las nuevas fechas son septiembre de 2025 y septiembre de 2026, un horizonte algo más optimista que el que había dibujado la Oficina de Contabilidad del Gobierno de EE.UU, una agencia independiente encargada de realizar tareas de auditoría y evaluación para el Congreso estadounidense, que había estimado que Artemis 3 (primer alunizaje en medio siglo) sería inviable antes de principios de 2027.

Si finalmente las fechas definitivas serán o no esas seguirá siendo una incógnita durante el próximo año, pues todo depende del curso de los acontecimientos. Tres son los desafíos más inmediatos que enfrenta la NASA en la consecución de su programa: el perfeccionamiento de los sistemas críticos de control medioambiental y soporte vital necesarios para sustentar a los astronautas, el desarrollo de los sistemas de aterrizaje (principalmente por parte de SpaceX y su nave Starship) y el correcto diseño de los trajes espaciales (tarea a cargo de Axiom Space).

A Jesús Martínez Frías, geólogo planetario y astrobiólogo del CSIC, la decisión no le ha chocado en absoluto. Horas antes de la celebración de la rueda de prensa en la que Bill Nelson, administrador de la NASA, oficializó el aplazamiento, publicó un mensaje X en el que apelaba a «hacer las cosas bien» y a anteponer «la seguridad» ante todo. Sus plegarias fueron atendidas.

«Se trata de un programa complejo a escala humana, material y temporal y las fechas que se aportan son solamente estimativas como referencias», dice Martínez Frías por correo electrónico a El Debate. Eso sí, añade que, aunque el nuevo calendario le parece «mucho más realista, en mi opinión no se pueden descartar tampoco más retrasos».

Uno de los retos que mayor atención acapara en estos momentos es el de la viabilidad de la nave Starship como vehículo de vuelo. En el año que acaba de terminar, SpaceX la sometió a sus dos primeros ensayos, y aunque mejoró sus resultados en el segundo respecto al primero, todavía está lejos de completar la prueba semiorbital de 90 minutos que la empresa ha diseñado para poner a prueba su rendimiento y operatividad. Pese a todo, el geólogo, también presidente de la Red Española de Planetología y Astrobiología y experto en selenografía, no tiene dudas de que la Starship será el vehículo con el que la NASA y sus socios volverán a pisar la Luna en más de medio siglo. «Obviamente habrá que hacer las pruebas, ensayos y monitorizaciones correspondientes, pero estoy convencido de que se logrará», opina.

Pese a estar enfocada en su propia hoja de ruta, la agencia estadounidense no pierde de vista los movimientos de China, cuya industria y programa espacial lleva años al alza y que aspira a llevar a cabo su propio alunizaje con taikonautas antes de 2030. «China es una superpotencia espacial. Actualmente, es la única que ha conseguido poner un róver en Marte, junto con los róveres de NASA. Avanzan rápidamente y sus desarrollos tecnológicos podrían permitir que aterrizaran en la Luna antes que la NASA en esta nueva fase de misiones tripuladas. No obstante, la experiencia de EE.UU. también hay que tenerla en cuenta y podría ser un factor decisivo» en la carrera lunar, valora Martínez Frías.

El caso Peregrine

Casualidad o no, el anuncio de la NASA se produjo horas después de que Peregrine 1, una misión privada en la que participaba la agencia y que aspiraba a poner la primera sonda estadounidense sobre la Luna desde el programa Apolo, experimentara un fallo que la ha condenado al fracaso. «La NASA contaba, en mi opinión, con la posibilidad de este tipo de fallos. Lo que se intenta llevar a cabo no es nada fácil, y en este tipo de misiones no se descarta que pueda fallar algo en cualquier momento», dice el experto, quien subraya la ocasional «necesidad» de tener esta clase de errores para aprender de ellos y completar con éxito las misiones en siguientes intentos.