Fundado en 1910

Ilustración de la Voyager 1 en el espacio interestelarCaltech/NASA-JPL

Voyager 1, la nave de la NASA que lleva 46 años alejándose de la Tierra y ahora envía datos 'imposibles'

Es el objeto de origen humano más distante que existe y está previsto que su rastro se pierda para siempre en 2036

En el momento en que el lector pose sus ojos sobre estas líneas, un pintoresco objeto del tamaño de un automóvil subcompacto, compuesto por antenas e instrumentos científicos, atraviesa el espacio interestelar a 61.500 km/h y muy lejos del lugar desde el que partió hace ahora 46 años, siete meses y cuatro días.

La Voyager 1, el artefacto de origen humano más remoto de nuestro planeta, partió de Cabo Cañaveral cerca de la una de la tarde del lunes, 5 de septiembre de 1977 y hasta hoy, 10 de abril de 2024, ha recorrido más de 24.000 millones de kilómetros, según una estimación realizada en marzo.

Construida por el Laboratorio de Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory) de la NASA, fue parte del Programa Voyager, con el cuál la agencia espacial estadounidense quiso estudiar de cerca por primera vez los planetas del sistema solar exterior. Junto a ella, otra sonda gemela, la Voyager 2, fue lanzada 16 días antes, el 20 de agosto, si bien sus objetivos fueron distintos: mientras que la 1 solo debía sobrevolar Júpiter y Saturno, en el caso de la 2 también se incluía en su itinerario, además de los dos gigantes gaseosos, la aproximación a Urano y Neptuno.

Pese a ser lanzada dos semanas más tarde, Voyager 1 llegó antes a sus dos primeras paradas al realizar una trayectoria diferente de la que siguió su gemela.

Concretamente, completó un sobrevuelo cercano a Júpiter año y medio después de su lanzamiento, el 5 de marzo de 1979, lo que sirvió para captar y enviar a la Tierra datos e imágenes detalladas de su atmósfera, sus anillos y sus lunas. Lo mismo haría 20 meses más tarde, el 12 de noviembre de 1980, al llegar a Saturno. En conjunto, la Voyager 1 realizó numerosos descubrimientos durante su misión, como la identificación de volcanes activos en la luna Io de Júpiter, la detección de complejos sistemas de anillos alrededor de los gigantes gaseosos, y el estudio detallado de las atmósferas y magnetosferas de ambos planetas.

Imagen de Saturno tomada por la Voyager 1 a cinco millones de kilómetros en 1980NASA

Tras concluir su encomienda principal, la sonda comenzó a alejarse en dirección al espacio interestelar, adonde se adentró oficialmente en agosto de 2012 tras abandonar la heliosfera, es decir, la región espacial que se encuentra bajo la influencia del viento solar y su campo magnético. Por el camino, tuvo tiempo de tomar la llamada Foto de Familia del Sistema Solar, en febrero de 1990, a 6.000 millones de kilómetros de la Tierra.

Foto de Familia del Sistema Solar tomada por la Voyager 1 en 1990NASA

Pero en su travesía por el desierto, la Voyager 1 ha comenzado a enviar datos ilegibles.

El primer episodio tuvo lugar en mayo de 2022, cuando la NASA informó de que la sonda había comenzado a transmitir datos telemétricos «misteriosos» y «peculiares» a la Red del Espacio Profundo (DSN). El problema se debió a que el Sistema de Control y Articulación de Actitud (AACS) de la nave envió su telemetría a través de una computadora que no había estado operativa durante años, lo que corrompió los datos.

Ahora, casi dos años más tarde, la Voyager 1 ha vuelto a primera línea de la actualidad espacial al anunciarse que lleva desde el pasado noviembre teniendo un problema similar, si bien en esta ocasión su futuro está en el aire. Los ingenieros confían en encontrar una solución, pero la antigüedad de una nave con tecnología de hace cinco décadas, sumado a la abismal distancia a la que se encuentra (que supone un tiempo de 22,5 horas por cada comunicación), dificultan la tarea.

Futuro

Se arregle o no, el contacto con la sonda va tocando a su fin: la agencia prevé que a partir de 2025 ninguna de las dos naves tenga potencia suficiente para activar cualquiera de sus instrumentos, mientras que en 2036 quedará directamente fuera de alcance, perdiéndose así su pista para siempre.

A partir de ahí, la sonda, que lleva a bordo un disco dorado con imágenes y sonidos de la Tierra en caso de que una civilización extraterrestre topara con ella, continuará su viaje interestelar de cientos de miles de años sin llegar, en principio, a ninguna estrella.

«Las Voyager están destinadas a deambular por la Vía Láctea, tal vez para siempre», concluyen desde la NASA.