Los científicos españoles que han sonado en los últimos años para el Nobel
El último fue Severo Ochoa en 1959
Más de 60 años de vacío pesan sobre la ciencia española desde la última vez que un científico patrio recibió un Premio Nobel, aunque fuera trabajando en el extranjero. En 1959, el asturiano Severo Ochoa recogió el galardón de la Academia Sueca en la categoría de Fisiología o Medicina junto al estadounidense Arthur Kornberg por las investigaciones que les permitieron desentrañar «los mecanismos en la síntesis biológica del ADN». Desde entonces, han sonado algunos nombres como posibles candidatos, sin llegar nunca a materializarse nada. Son, entre otros, los siguientes.
Pablo Jarillo-Herrero
Profesor de física en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y Premio Wolf 2020 en Física, las investigaciones de Jarillo-Herrero sobre el grafeno, al que define como «el material más resistente y delgado que existe y existirá», han situado a este valenciano en las quinielas para el máximo galardón al que puede aspirar un científico. En 2012 recibió el premio PECASE, entregado por el gobierno de EE.UU. a jóvenes investigadores.
Tiene su propio equipo, y con él realizó hace seis años el hallazgo más importante de su carrera: el llamado ángulo mágico del grafeno. Gracias a este descubrimiento, se supo que apilar las capas de grafeno con un cierto ángulo le otorga al material propiedades radicalmente diferentes.
Tiene su propio equipo, y con él realizó hace seis años el hallazgo más importante de su carrera: el llamado ángulo mágico del grafeno. Gracias a este descubrimiento, se supo que apilar las capas de grafeno con un cierto ángulo le otorga al material propiedades radicalmente diferentes.
Juan Antonio Cirac
Reconocido entre la comunidad científica por sus investigaciones sobre computación cuántica y óptica cuántica, el director de la división teórica del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica en Garching (Alemania) es, junto a Pablo Jarillo-Herrero, el nombre que más fuerza tiene actualmente para optar al Nobel algún día.
«Según sus teorías, el ordenador cuántico revolucionará el mundo de la información, y será posible asimismo una comunicación más eficaz y una mayor seguridad en el tratamiento y en la transmisión de datos», resume su ficha en la Fundación Gadea Ciencia, a la que pertenece.
«Según sus teorías, el ordenador cuántico revolucionará el mundo de la información, y será posible asimismo una comunicación más eficaz y una mayor seguridad en el tratamiento y en la transmisión de datos», resume su ficha en la Fundación Gadea Ciencia, a la que pertenece.
Avelino Corma
Premio al Inventor Europeo 2023 a Toda la Trayectoria Profesional y Premio Príncipe de Asturias en 2014, entre muchos otros reconocimientos, el castellonense Avelino Corma, de 83 años, ha dedicado su carrera investigadora al ámbito de los catalizadores como fórmula para contribuir a la descarbonización. Es autor de más de 1.400 artículos de investigación y de 200 patentes, y fundó y fue director durante 20 años del Instituto de Tecnología Química.
Puedes leer aquí la entrevista que le hizo El Debate el año pasado.
Puedes leer aquí la entrevista que le hizo El Debate el año pasado.
Francis Mojica
Probablemente el candidato español al Nobel de Química más conocido de los últimos años, muchos lamentan que el nombre del investigador alicantino Francis Mojica se obviara entre el jurado cuando en 2020 se concedió el galardón a las científicas Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna por desarrollar la técnica de edición genómica CRISPR/Cas9.
Las investigaciones realizadas por Mojica en dicho campo en los años 90 fueron clave para la eventual consecución de dicha tecnología. Sin embargo, nunca recibió un respaldo económico de la administración española para impulsarla, por lo que su nombre no logró nunca el reconocimiento que a la postre sí terminarían teniendo Charpentier y Doudna.
Las investigaciones realizadas por Mojica en dicho campo en los años 90 fueron clave para la eventual consecución de dicha tecnología. Sin embargo, nunca recibió un respaldo económico de la administración española para impulsarla, por lo que su nombre no logró nunca el reconocimiento que a la postre sí terminarían teniendo Charpentier y Doudna.