Sellada durante millones de años y habitada por extraños animales: claves de la misteriosa cueva encontrada en Rumanía
Una de las características que distingue a esta cueva rumana es su atmósfera altamente tóxica
Se han contabilizado más de 50 especies diferentes, de las cuales 33 no existen en ningún otro lugar del planeta
En un rincón remoto del sureste de Rumania, la cueva Movile se ha convertido en uno de los descubrimientos más impactantes para la biología moderna. Encontrada por accidente en 1986 por Cristian Lascu durante una prospección geológica, esta cueva estuvo sellada del resto del planeta durante cinco millones de años. Situada a pocos kilómetros de la costa del mar Negro, la caverna sorprendió al mundo científico por los grandes hallazgos descubiertos en su interior, compuesto por un ecosistema único en la Tierra.
En primer lugar, una de las características que distingue a esta cueva rumana es su atmósfera altamente tóxica. Esto se debe principalmente a que está compuesta en su mayoría por dióxido de carbono y metano. De hecho, tal es la poca presencia de oxígeno que ninguna persona podría permanecer mucho tiempo dentro sin la ayuda de un equipo.
Asimismo, otra de las peculiaridades que componen este extremo ecosistema son las criaturas que lo habitan. Entre las especies hay un patrón común y es la imposibilidad de ver. Al estar completamente aisladas al exterior parece que estas criaturas habrían evolucionado bajo un camino alternativo al de cualquier otra forma de vida.
Las criaturas del submundo
En concreto, tal como detallan las investigaciones realizadas en los últimos años, se han contabilizado más de 50 especies diferentes, de las cuales 33 no existen en ningún otro lugar del planeta. Para ser más exactos, la cueva alberga insectos, arañas, ciempiés, caracoles o crustáceos, entre otras criaturas.
Una de las criaturas más fascinantes es el ciempiés Cryptops speleorex, también denominado «rey de la cueva». Se trata un ciempiés depredador que se alimenta de otros habitantes de la cueva gracias a su método de caza, basado en el sigilo. Su cuerpo, alargado y pálido, carece de pigmentación y sus ojos están completamente atrofiados. Esto lo compensa con su gran olfato y capacidad para detectar vibraciones en el entorno, permitiéndole ser el principal depredador del ecosistema.
Por otro lado, destacan los diminutos isópodos, como los Trachelipus troglobius, cuya primera referencia en la cueva se dio en el año 1989. Se trataría de un tipo de crustáceo que sobrevive alimentándose de bacterias quimiosintéticas. Estas bacterias son la base de la cadena alimenticia de toda la cueva, donde la vida prospera gracias al sulfuro de hidrógeno y a otros compuestos químicos.
Las arañas similares al género Troglohyphantes son otras de las rarezas de la cueva rumana. En lo que respecta a la especie hallada en la cueva, esta ha perdido completamente la capacidad de ver, pero han desarrollado patas más largas que le permite desplazarse por los estrechos túneles de la cueva.
Fenómeno más habitual de lo que pensamos
Los especímenes encontrados en la cueva no son la única demostración de distintas especies halladas en entornos extremos. En 2018 se descubrió una nueva especie de escarabajo en las profundidades de las cuevas de Krubera-Voronya, en Georgia, conocidas por ser las más profundas del mundo. Este insecto –situado a unos 600 metros de profundidad–, recibe el nombre de Duvalius abyssimus.
Se caracteriza por haber desarrollado un cuerpo completamente despigmentado y ojos reducidos debido a la ausencia de luz. En lo que respecta a su supervivencia, la alimentación de este escarabajo depende de los restos orgánicos arrastrados por el agua en las cavernas.