Cine
Almodóvar entierra sus 'Madres paralelas' con la memoria histórica
El director estrena en los cines una fallida película sobre la maternidad y las heridas de la Guerra Civil
En Madres paralelas, Pedro Almodóvar lleva un paso más allá el concepto de la paridad de género. El número de personajes masculinos en Madres paralelas es el mismo que el de transexuales: uno. No me entiendan mal. Lo último que querría es que la absurdez de la paridad de género se llevase al arte, en este caso al séptimo, simplemente porque sí.
Que haya más o menos personajes masculinos en la película en realidad me importa poco. Almodóvar es un gran director de actrices –mucho más que de actores–, así que la desigualdad hasta se agradece. Ahora bien, sé que en caso contrario no tardarían en aparecer las voces de siempre reclamando la parida de género. Perdón, que me he comido una d: paridad.
Lo que sí me importa es que el único personaje masculino con peso en la historia, el padre de la hija de Janis (Penélope Cruz) que interpreta Israel Elejalde, reaccione a la noticia del embarazo de su ocasional pareja con la preguntita de marras. Esa que, lamentablemente, tantas veces hemos escuchado en el cine y la televisión. «¿Y qué vas a hacer?», le suelta al personaje de Penélope Cruz. Menos mal que la respuesta de la madre es la única admisible ante una pregunta tan deplorable como esa.
Madres paralelas no es tanto una película sobre la maternidad como un instrumento para hablar de la memoria histórica y de las heridas de la Guerra Civil. Sí, la Guerra Civil. Por enésima vez en el cine español y, nuevamente, en el mismo sentido unidireccional, partidista y doctrinario de siempre. La mezcla entre la maternidad y la memoria histórica termina de la única forma en que podía hacerlo: estallando en las manos de Almodóvar.
La película se le cae al director manchego y si no lo hace antes es por el brillo de la fotografía y, sobre todo, por Penélope Cruz, que no luce como otras veces pero sostiene con oficio el filme hasta que la trama definitivamente se hunde.
Vuelvo al porque sí de unas líneas más arriba. Recurrir a la memoria histórica –el colofón panfletario de la cinta es tan gratuito como vergonzante– para contar la historia de dos madres que dan a luz en el mismo hospital es innecesario. Ese es un porque sí de Almodóvar, peor que otro porque sí como el del primer punto de giro de Madres paralelas, cuando el padre conoce a su hija varios meses después de su nacimiento. El detonante de toda la trama es fruto de una simple observación del padre elevada a la categoría de ciencia en un recurso de guion bastante pobre. Y no es el único en el desarrollo, a veces inverosímil, de los acontecimientos.
Madres paralelas está muy lejos de Dolor y gloria, la anterior película de Almodóvar, mucho más acertado entonces al contar la historia de sus memorias con la piel de Antonio Banderas que ahora al recurrir a la memoria histórica. Con lo colorido que es su cine y cómo desentona aquí el rojo con el que tiñe Madres paralelas.