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tribunaMaría Serrano

Verónica Forqué y una enfermedad silenciosa... o silenciada

La actriz ha sido hallada muerta en su domicilio madrileño, presuntamente por suicidio. A pesar de las sombras que la rondaban, era una persona luminosa, de generosidad a manos llenas y una lucha constante y valiente contra la losa de la enfermedad de la depresión, que sufría desde 2014

Verónica Forqué fue muchas cosas. Actriz de teatro, cine y televisión. Una figura estelar, reconocida y reconocible en España. Pero también fue una activista y divulgadora sobre la depresión, una enfermedad invisible que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo y que supone la primera causa de incapacidad laboral en el mundo. 

A Verónica no le impidió trabajar, aunque sí se tomaba periodos de descanso para cuidar de sí misma. La entrevisté precisamente por el Día Mundial de la Depresión, que se conmemora cada año en enero, y me produjo una ternura sólida y permanente: desde entonces nos mandábamos algún que otro mensaje. En aquella ocasión me contó que había pasado «dos depresiones graves, una en 2014 y otra en 2017, de las que te dejan en cama», y que había superado las dos. «La primera fue feroz, más larga y difícil. Mi hija María se había ido lejos, con un novio, a Tailandia, y mi pareja desde hacía 34 años se vino abajo y yo me desenamoré: ya no amaba al amor de mi vida. Sentía una angustia constante». 

Darse cuenta del declive del amor y de la soledad que le acompañó, especialmente por darse cuenta de lo vacío que se le quedaba el nido de repente, llevó a la actriz al psiquiatra. «De la depresión se sale, pero hace falta mucha humildad. Hay que reconocer que estás mal y que necesitas ayuda». Lo tenía claro, y, sin embargo, dejó de ir al psiquiatra. «Si no conoces las causas, da igual cuántos antidepresivos te tomes: la angustia y la depresión volverán».

En 2017 una lesión de espalda la mantuvo incapacitada, sin poder trabajar y ante el abismo terrible de que quizá nunca pudiera volver a hacerlo. Y el trabajo era su vida: subirse a un escenario, aparecer delante de las cámaras... o ponerse un mandil e intentar cocinar en MasterChef, donde ha sido tristemente conocida por sus polémicas, sus enfrentamientos y sus salidas de tono. 

La peor consecuencia de la depresión es la muerte. Se calcula que detrás del 60 % de los suicidios actuales hay personas diagnosticadas con este trastorno mental. Verónica vivió estigmatizada por su enfermedad, especialmente durante los últimos meses: su paso por MasterChef puso en evidencia sus problemas, llegando al punto de retirarse del concurso. Muy pocos han tenido compasión con una persona que era, en realidad, luminosa. Una mujer excéntrica, sí, pero también amable, cariñosa y cercana. «Muy pocos saben lo que es vivir deseando morir. Eso es la depresión: no solo no tener ganas de vivir, sino desear morirte cada día, todo el día, desde que te despiertas hasta que te acuestas», me contaba, provocándome el llanto y una ola de compasión que permanece hasta hoy. 

Solo espero, Verónica, que esas ganas de morir no hayan sido las que te han llevado a salir en su busca hoy. Que encontraras compañía en quien podía acompañarte, que superaras la soledad que te llevó a tu primera depresión, que encontraras la paz que buscabas, esperabas y ansiabas. «Es un tema incómodo; a nadie le gusta hablar de la depresión y de la tristeza. Los demás te aíslan, como cuando hablas de Dios», me decías. Es una depresión atroz, silenciosa e injustamente silenciada. Aquí no te silenciamos. Descansa por fin.