Las 10 películas de Berlanga que hay que ver por su centenario

Con motivo del centenario del nacimiento de Luis García Berlanga, planteamos al historiador de cine José Luis Castro de Paz, coordinador junto a Santos Zunzunegui del libro 'Furia española. Vida, obra, opiniones y milagros de Luis García Berlanga (1921-2010), cineasta’, que seleccione las diez mejores películas del homenajeado

Plácido (1961)

«La destilación suprema del estilo de Berlanga y su intransferible plano secuencia. Retrato de una sociedad provinciana, podrida, insolidaria y gritona».

El verdugo (1963)

«El verdugo continúa el camino de Plácido, quizás menos perfecta. Más deslavazada cinematográficamente, pero que apela a esa idea tan brillante en Berlanga que es colocar a nuestro actor más querido como el enemigo. Te obliga a identificarte y a la vez sentirte mal por identificarse con ese verdugo».

La muerte y el leñador (1962)

«Forma parte de una película de sketchs, en un momento, años sesenta, en que las películas de varios directores estaban de moda. En este caso, son cuatro los directores de Las cuatro verdades. El episodio de Berlanga, La muerte y el leñador, dura apenas media hora».

¡Bienvenido, Mister Marshall! (1952)

«La colocaré en cuarto lugar por lo que supuso históricamente. Es una película que aúna elementos que provienen de fuera con los de aquí. Todas las películas que habían hablado de esta manera costumbrista se centraban habitualmente en aspectos anteriores a la contemporaneidad, y a partir de Berlanga se empieza a hablar del presente. Esta mezcla de elementos populares y foráneos –como el neorrealismo italiano– para hacer una metáfora de la situación del país se dan en esta película mítica. Además, fue clave en el desarrollo cultural, y político, de los años 50».

Los jueves, milagro (1957)

«La gente suele decir que Berlanga era una cosa y cuando llegó Azcona como guionista pasa a ser otra cosa. Pues aquí hay una primera media hora sublime, antes de Azcona. Lo que yo y otros autores defendemos es que esa evolución que va del espejo ligeramente deformado al cóncavo es anterior a Azcona y utiliza a Wenceslao Fernández Flórez como mediador. Azcona, desde luego, lo completa, lo ayuda. Pero en esa primera media hora, con la aparición de San Dimas, está ya a esa altura».

Calabuch (1956)

«Es una película muy mal interpretada por la crítica y el público, pero que a mí como pieza medular de la evolución de Berlanga me parece interesantísima. Está muy mal vista desde todos los puntos. Mal vista porque se leyó mal y porque políticamente parecía una vuelta atrás, como una especie de discurso utópico sobre una España arcádica, cuando lo que está realmente dibujando es una España invivible. Hay una secuencia en la que un cura inaugura bajo el himno franquista un barco llamado ‘Esperanza’, y la pintura de las letras que forman ‘Esperanza’ se descomponen. Está contada desde un punto de visto irónico y paródico que tiene, de nuevo, mucho que ver con Fernández Flórez. La película pasó desapercibida en su momento. Ahora se está recuperando desde ciertos puntos de vista ecológicos que para mí son muy secundarios»

¡Vivan los novios! (1970)

«Es una de las operaciones más inteligentes de Berlanga. Es volver haciendo landismo, pero dándole la vuelta. Es decir, utilizar los resortes del landismo (zafiedad, las suecas, etc.) para contar una cosa que es todo lo contrario».

La escopeta nacional (1977)

«Es una película muy importante que abre una nueva etapa, la de la democracia. Es capaz de retratar a los poderosos con la misma sutileza e imperfecciones que antes a los humildes. Y lo hace de una manera brillante. En esta lista de diez no entran, en mi opinión, ninguna de las otras dos de la saga».

La vaquilla (1984)

«Es el resultado de un proceso de cuarenta años en el que Berlanga intenta hablar de la barbarie de la Guerra Civil. Su primer guion es de 1947, solo ocho años después del fin de la contienda. Nos cuenta que el ser humano no es mejor mi peor, y que a veces le toca estar donde le toca estar, sin haberlo elegido él. Es una visión realista, carnavalesca y en cierta manera pesimista, pero solidaria con los pobres hombres de los dos bandos».

París-Tombuctú (1999)

«Porque es una especie de película testamentaria, angustiada y desgarrada. Acaba con ese cartel ya célebre 'Tengo miedo, L.' [por Luis, García Berlanga]. Completamente desaforada en su barroquismo fallero, pero llevada a un punto de tal desolación y desesperación que supera la grosería de las películas anteriores, como Moros y cristianos y otras que son más flojitas».