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Leonardo DiCaprio, en una secuencia de 'No mires arriba'NETFLIX

Los tres finales de 'No mires arriba'

El motivo por el que hay que ver la película de moda hasta el final de los títulos de crédito

Uno abre Netflix y ahí está, liderando día tras día el top 10 de lo más visto, No mires arriba, la película de moda.

Aunque estrenado el pasado 24 de diciembre, el filme dirigido por Adam McKay y protagonizado por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence está lejos de ser un producto navideño. Es una parábola cinematográfica que da una simpática vuelta de tuerca moral al cine de catástrofes, una denuncia de la creciente estupidez de la humanidad con el cambio climático como trasfondo. Se trata, en definitiva, de una crítica de la degradación de la especie, que –no nos engañemos– es algo que ya se viene denunciando desde los romanos. 

Si no han visto aún No mires arriba, que así se llama el artefacto en cuestión, este es el momento de dejar de leer, porque se vienen spoilers. Y si la han visto toda, pueden seguir leyendo. Recalcamos lo de «toda» porque es una película con tres finales.

El primer final es un fundido a negro tras el que empiezan a desfilar por la pantalla los títulos de crédito, sobreimpresionados sobre el espacio exterior, por el que se mueven objetos variopintos que recalcan el mensaje principal de la película como un simbólico becerro de oro.

Al minuto y 45 segundos, llega el segundo final. Salvo que uno apague la tele inmediatamente, es difícil saltárselo. Es el que nos traslada a 22.740 años después del fin de la película. En él comprobamos que la humanidad, o al menos la presidenta de la nación más dominante de la extinta Tierra, sigue poseída por el virus Disney, y cree que todos los animales son cuquis por naturaleza. Comprobará que no la máxima mandataria estadounidense, y los testigos del hecho verificarán que la estupidez humana no tiene fronteras ni espaciales (permanece aunque cambies de planeta) ni temporales (los citados 22.740 años).

Tras esa escena que no llega a los dos minutos, vuelven los títulos de crédito.

No se vayan, por favor

Pero no se vayan todavía porque hay más. En los cines ya estaría la gente fuera cuando se produce el tercer final. Por cierto, antes del colofón nos enteramos de que la película está dedicada a la memoria de Hall Willner, productor discográfico, compositor y músico que falleció en 2020 víctima de una enfermedad, la COVID-19, que también ha hecho aflorar mucha estulticia humana (y tenemos bien reciente, calentito, de hace unas horas, las nada científicas declaraciones de una conocida humorista y presentadora).

Volvamos al tercer final, que se da un aire con aquel memorable inicio de Wall-E. Solo que en vez de un robot el que emerge tras la hecatombe es un hombre, el bobalicón jefe de gabinete de la presidenta de los Estados Unidos, Jason (interpretado magníficamente por Jonah Hill). Llama por su «mamá», que es además su jefa, pero nadie contesta porque, como cantaba REM, It's the end of the world / as we know it. El tipo toma su móvil, y en un panorama desolador, entre escombros y una nube de polvo tipo zona cero del 11-S, habla para las inexistentes masas: «¿Qué tal gente? Soy el último hombre en la tierra. Todo está hecho polvo. No olvidéis darle al like y suscribiros. Por aquí estaré», nos cuenta. Siempre se ha dicho que las cucarachas sobrevivirían a una gran catástrofe. Lo que denuncia No mires arriba es que también lo haría la estupidez humana.