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Pepe Domingo Castaño y 'Hasta que se me acaben las palabras'

Pepe Domingo Castaño y 'Hasta que se me acaben las palabras'Paula Argüelles

Presenta el libro 'Hasta que se me acaben las palabras'

Pepe Domingo Castaño: «Lo primero que le exijo a un señor que manda en un país es que me diga la verdad»

El mítico locutor de radio hace repaso a sus recuerdos de vida y profesión, polémicas y perdones incluidos, en una larga entrevista que puedes escuchar completa

Perseguido por la lluvia desde aquellos cuarenta en los que abrió los ojos, Pepe Domingo Castaño (Lestrove, 1942) se acerca a los ochenta haciendo memoria en su libro Hasta que se me acaben las palabras. El hombre del doble saludo, del anuncio hecho historia, de la juerga del Santiaguiño y la Neniña número uno y de un Dépor que es menos de lo que fue, otea desde una planta once la ciudad que le ha dado casi todo. No es la La Coruña de su novia eterna, Tere, pero Madrid fue el horizonte de un chaval de Padrón que un día subió en el taxi de Arturo Pardal, su padre en la carretera y en las juergas del Blue Sky, para llegar a Santiago y locutar un artículo sobre Rosalía de Castro que le permitió conseguir su primer puesto en la radio.

–Hola, hola, Pepe Domingo Castaño.

–Hola, hola, ¿qué tal? Encantado.

–¿Ha encontrado ya la felicidad? Lo digo porque empieza su libro, sus memorias, diciendo que la felicidad consiste en tener buena salud y, precisamente, mala memoria.

–Bueno, yo no lo llamaría memorias porque me parece que es como muy trascendente. No voy a escribir mis memorias como si fuese alguien importante. Primero, no soy importante, soy un trabajador de la palabra, como yo me llamo en la radio. Y no son memorias, son recuerdos de vida y de trabajo, de radio. ¿Y la felicidad? Pienso no encontrarla nunca. Porque lo mejor de la felicidad no es tener felicidad, es ir camino de ella, porque es el momento en que estás deseando encontrarla. El día que la encuentres se acabó el sueño. Así que pienso no encontrarla nunca.

–¿Y de salud?

–Bien, bien. Tuve aquel infarto en el año 2013 y me he recuperado. Luego tuve la Covid, que fue tremendo, peor que el infarto. Porque el infarto yo casi no lo sentí. Lo sintieron más los médicos que yo. Pero la Covid sí, la sentí muy duramente. Yo creía que me moría. Fue esa sensación de que te están vaciando por dentro, como si te quedases sin corazón, sin hígado, sin riñón, como si estuvieses vacío. Fue una sensación que no había tenido nunca. Y luego me quedé un mes sin poder hablar. No tenía voz, no comía. Me he recuperado, estoy bien y con ganas de estar mucho tiempo más dando guerra.

–Casi han pasado dos años desde aquel marzo oscuro. ¿Cómo ha cambiado usted en estos meses?

–Cuando ves que estás cerca del paso, como digo yo, de lo que es vivir a lo que no es vivir, le das más importancia a las cosas pequeñas y a levantarte cada día y saber que tienes 24 horas para ti. Eso es muy importante para que la gente aprecie lo que es la vida, que la vida es lo único que tenemos para vivir, así que tenemos que vivirla a plenitud.

Pepe Domingo Castaño: «Lo que le exijo a un señor que manda en un país es que me diga la verdad»

–Me da la impresión de que este libro va sobre el corazón, va sobre el amor.

–Yo siempre aplico corazón a todo lo que hago. He tenido que tomar muchas decisiones en mi vida en las que podía influir la cabeza o podía influir el corazón. En esa disyuntiva siempre ha influido el corazón. Por eso creo que me ha ido tan bien, porque no he dejado que la cabeza me dictase lo que era lógico. A mí me gusta lo ilógico, lo rebelde, lo aventurero, la locura. Había alguien que decía, no sé si lo dije yo: «añade a tu prudencia un toque de locura y serás feliz».

–Dice que las madres con muchos hijos tienen que repartir tanto cariño que necesariamente se les tiene que escapar el futuro.

–¿Eso lo he dicho yo? Qué bonito.

–Su madre fallece con 94 años. ¿Se le escapó el futuro o lo vivió?

–Yo creo que lo vivió. Mi madre tenía un genio tremendo pero era muy buena y se le fue aplacando el genio con el paso de los años. La quería todo el pueblo. Yo creo que mi madre consiguió todo lo que quiso. Cuando murió mi padre en el año 1968 sacó adelante a toda la familia, a sus doce hijos. Y yo lo primero que hice cuando cobré el primer sueldo fue hablar con mi hermana Chicha, que falleció hace poco. Le dije: «Chicha, vete a todos los establecimientos de Padrón donde mamá debe dinero y págale todo. No le digas nada a ella». Y mi madre me llamó llorando emocionada y le dije «es lo menos que puedo hacer». Y sintió esa felicidad y ver que su hijo marchaba hacia adelante, que todos los hijos estaban colocados, que nos llevábamos muy bien y que le prometimos que iríamos todos los años al Santiaguiño do Monte, que era la romería que ella más quería. Creo que el futuro lo ganó. Le costó, pero lo ganó.

Pepe Domingo Castaño con Julio Iglesias

Pepe Domingo Castaño con Julio IglesiasCedida por el autor

– El prólogo de su libro lo firma Julio Iglesias. ¿Qué hay de cierto en la anécdota que cuenta de él?

–Julio dice que no pero es verdad y tengo testigos. Salíamos de una entrevista en la Gran Vía, 32, segunda planta. Entonces era la Avenida de José Antonio y estábamos en el paso de peatones de la Gran Vía. Entonces Julio levanta las manos y dice: «¡Soy Julio Iglesias. Voy a ser más famoso que Raphael!», pero gritando. Él lo niega pero yo tengo testigos. O sea que es verdad.

Cometieron un pecado de soberbia en la SER, no tuvieron en cuenta que no le hacíamos caso a la cabeza y sí al corazón

–Dejan Carrusel Deportivo en 2010. Las palabras más duras de sus recuerdos los dedica a esta época. Habla con desprecio de tres directivos que dan forma, de alguna manera, a la salida de unas cincuenta personas del equipo de deportes.

–Yo no sé si he cometido un error nombrándoles, fíjate. Una vez que lo escribí estuve a punto de quitarlo, pero por otro lado dije «oye, que paguen el pecado que han cometido». Han cometido un pecado de soberbia porque creían que estar en la SER era lo máximo y realmente era lo máximo, y no les entraba en la cabeza que una panda de tíos, de cincuenta tíos, tomasen la decisión de ir del Real Madrid, que en ese momento era la SER, a un Deportivo de La Coruña, un Celta o un Villarreal, que era la COPE. No les entraba en la cabeza. ¿Cómo se van a ir del Real Madrid? No tuvieron en cuenta que había varios que no le hacíamos caso a la cabeza y que le hacíamos caso al corazón. Y una vez más, el corazón ganó otra batalla en mi vida.

–¿Por qué quiere dejar por escrito que se ha reconciliado con De la Morena?

–Porque mucha gente me lo pregunta y ha quedado ahí la duda de si me llevo bien o mal con él. Yo nunca he dejado de hablarle, nunca hemos tenido un problema tan grave como para dejar de hablarnos. Se rompió un poco la amistad cuando yo dejé de hacer el comentario que hacía en El Larguero. Me sentó muy mal. Le escribí una carta y ahí es donde yo me equivoqué. Ahí fui cobarde. Porque yo tenía que haber ido a hablar con él antes de escribirle la carta, pero yo soy de reacciones brutales. Yo creo que en el trasvase nuestro de SER a COPE pudo haberse mojado un poquito más para evitar que hubiéramos dado el paso. Se lo pregunté y me dijo que lo intentó con Delkáder. Me descubrió que efectivamente había intentado que se arreglase el tema y que no nos fuésemos. Acepté sus disculpas. Un día, tras una llamada de Juanma Castaño, quedamos, cenamos, nos abrazamos, nos dimos cariño los dos otra vez. No removimos ninguna página del pasado y volvimos a ser José Ramón y Pepe Domingo. Si no íntimos amigos, sí amigos para siempre, como dice la canción.

No puedo permitir que un señor que está mandando en un país viva en la mentira

–Me va a permitir decir que se acerca usted a los ochenta. ¿Cómo va España?

–Muy mal. Porque cuando hay personas que están arriba cuyo único objetivo es mentir, sean del signo que sea, me parece una falta de respeto a los ciudadanos. A un señor que mande en un país lo primero que le exijo es que me diga la verdad, nada más. Sea de derechas o sea de izquierdas, de centro, rubio, moreno o negro. Que me diga la verdad. Yo no puedo permitir que un señor que está mandando en un país viva en la mentira. No hay más que ver las hemerotecas para corroborar todo lo que digo.

–Dice que hay una pregunta que le hacen últimamente en todas las entrevistas pero yo no quiero ser quien cuente cuándo va a dejarlo Pepe Domingo. Prefiero que imagine que ahora suena Volviendo a casa de Raúl Di Blasio y cierre usted esta charla, como hizo tanto tiempo en El Larguero.

Miraría al cielo de Madrid, ese azul majestuoso de este Madrid que me comió el alma. Miraría las torres, las nuevas torres que han roto el skyline de Madrid y han destrozado aquella maravilla que era el Madrid poblachón manchego pero por otro lado lo han modernizado. Empiezo a pensar en toda la gente que está pululando por las calles de este Madrid variopinto, que tiene tanto de todo y que tan bien recibe al que viene de fuera. Volvería a ver la Estación del Norte convertida ahora en teatro y en almacén de cosas distintas cuando sólo eran trenes. Cuando llegué, aquella Costanilla de Santiago en el Madrid antiguo que tanto adoro, aquella pensión leonesa en la que empecé, aquellos mesones en los que canté e imité a Franco tantas veces. Y luego a esa radio, cuando yo paseaba por la Gran Vía y miraba hacia la cadena SER. Digo, algún día yo estaré ahí. Y fíjate, estuve en la SER, ahora estoy en la COPE y tengo la satisfacción de que ir a COPE me supone cada día, cada mañana, cada tarde, pasar por delante de la Puerta de Alcalá. Y eso es algo tan grandioso que le doy gracias a la vida por poder hacerlo cada día.

Este texto es un extracto de la larga charla con Pepe Domingo Castaño que puedes escuchar a continuación.

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