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Cate Blanchett y Bradley Cooper protagonizan El callejón de las almas perdidas

Cate Blanchett y Bradley Cooper protagonizan El callejón de las almas perdidas, que se estrena en los cines este viernes 21 de eneroKerry Hayes/Searchlight Pictures

Crítica de cine

'El callejón de las almas perdidas', una inquietante fábula moral

Guillermo del Toro dirige una fábula moral clásica protagonizada por Bradley Cooper y Cate Blanchett

En 1946 el novelista norteamericano William Lindsay Gresham –que se suicidó en 1962– publicó Nightmare Alley, su obra más popular, y que conoció su primera versión cinematográfica en 1947, El callejón de las almas perdidas, dirigida por Edmund Goulding y protagonizada por Tyrone Power. Gresham, comunista, participó en la Guerra Civil española como voluntario en las Brigadas Internacionales. Allí conoció a un médico que le contó que en una feria había conocido a un hombre alcohólico que exhibía ante el público las acciones más abyectas. Ese relato fue el origen de la novela.

Se trata de la historia de Stanton Carlisle (Bradley Cooper), un hombre que huye de un oscuro pasado. Buscándose la vida va a parar a una feria donde es contratado por Clem (Willem Dafoe) para echar una mano en cualquier cosa. Entre los feriantes, Carlisle traba especial conocimiento con Zeena (Toni Collette) y Pete (David Strathairn) que le enseñan los secretos de su número, que es un espectáculo de adivinación y mentalismo. Cuando Carlisle siente que ha adquirido los conocimientos suficientes decide marcharse con Molly (Rooney Mara) a la gran ciudad para ofrecer su espectáculo a poderosos dispuestos a pagar una fortuna por asomarse a los secretos de más allá. Allí conoce a una famosa psicoanalista, la doctora Lilith Ritter (Cate Blanchett), entre cuyos pacientes está la cream financiera del país, y que puede convertirse en su cómplice ideal para llevar a cabo sus estafas espiritistas. La ambición de Carlisle le llevará demasiado lejos.

Guillermo del Toro, encasillado ya como uno de los referentes del cine de género fantaterror, con marchamo de autor, más que afrontar un remake se ha dirigido directamente a la novela original para ofrecernos su propia visión, casi ochenta años después de la primera adaptación cinematográfica. A lo largo de su amplia filmografía este cineasta mexicano ha ido labrando su propia estética, que sublima lo feo tratándolo como bello, y consiguiendo unas atmósferas tan seductoras como repulsivas.

Una fábula moral clásica

En realidad, Guillermo del Toro nos ofrece una fábula moral de lo más clásica. El pecado conlleva un castigo purificador. De ningún crimen se sale impune. La película comienza con un extraño asesinato perpetrado por el protagonista, el cual va acumulando mentiras e inmoralidades a lo largo de la película, convirtiéndose imperceptiblemente en un monstruo, o como se dice en el film, en un engendro. Su única motivación es el dinero, y para conseguirlo no le importa mercantilizar a las personas, utilizando rastreramente sus deseos y necesidad de perdón y redención. Pero en el fondo, lo que Carlisle arrastra es el sentimiento de culpa hacia su padre, cuya sombra le va a perseguir durante toda la película.

Es inquietante que apenas haya un personaje puro en el film, más allá de Molly, una mujer honesta y casta que trata de sobrevivir en un mundo hostil. El que no arrastra abusos sexuales, arrastra maltratos, alcoholismo o cruel maquiavelismo. El film desprende una visión pesimista a la vez que moralista sobre la condición humana, algo que es propio de gran parte de la tradición del fantaterror, y que expresa esa famosa sentencia de Stephen King: «Los monstruos son reales, y los fantasmas también: viven dentro de nosotros y, a veces, ellos ganan». En la película, el mal trata de vencerse con el mal y el resultado es un mal mayor.

La puesta en escena está construida con mucho preciosismo en la dirección artística, manierismo fotográfico y con un solvente oficio en el uso del lenguaje cinematográfico. Todo ello sostenido por el mejor reparto imaginable. Pero, en la línea de Del Toro, esa elegancia formal, tan clásica en ciertos momentos, se combina con lo más gore y truculento, reduciendo drásticamente el espectro de público al que se dirige el film. Los seguidores de Guillermo del Toro no quedarán defraudados, pero no todos los estómagos están hechos para una película así. 

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