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El director Laurent Larivière recogió el Oso de Oro de Honor en nombre de la actriz Isabelle HuppertGTRES

Cine

Festival de Berlín: balance de un certamen mortecino

Alcarràs, de Carla Simón, entre lo más destacado de una Berlinale con escasa presencia de público

Vuelve al Festival Internacional de Cine de Berlín uno de sus mayores abonados, el cineasta surcoreano Hong Sangsoo, con uno de sus típicos filmes dicharacheros, donde gente entabla diálogos que no conducen a nada, como si el director se limitara a comenzar o terminar arbitrariamente una historia.

So-seol-gaui yeong-hwa, aquí presentado con su título internacional The Novelist’s Film, no agrega nada a su filmografía, que puede tanto encantar como crispar los nervios del espectador.

Más que contar, el filme habla (¡cuánto se habla!) de una novelista famosa que hace un largo viaje para encontrar a una librera amiga suya que se ha exiliado al otro lado del país.

Qué la ha llevado a recorrer cientos de kilómetros para encontrar a esta amiga es un misterio, como son misteriosas las apariciones de los distintos personajes que conducirán a la realización de una cinta cuyo final tiene ese acostumbrado toque de humor típico del realizador.

Berlín ha invitado a Hong otras seis veces desde 2008 (de ellas, cuatro seguidas a partir de 2017 saltando solo 2019) y lo ha premiado en tres diferentes ocasiones, pero también es huésped habitual de otros festivales importantes como Cannes, San Sebastián y Gijón.

Y la razón estriba en que el cine de Hong Sangsoo no molesta en absoluto y puede causar un inefable placer escuchar diálogos inconsistentes, aparentemente improvisados y recitados por actores que se repiten a lo largo de la obra del director en largos planos secuencia.

La Berlinale 2022, que se clausura este miércoles sin haber mostrado una película que la destaque de ediciones anteriores, ha sido un festival mortecino con escasa presencia de público y ausencia casi total de astros y estrellas del cine mundial, incluyendo a la actriz francesa Isabelle Huppert, que dio positivo por covid y no pudo recoger personalmente el Oso de Oro a su carrera.

Cabe reconocer que este año se ha dado un paso adelante con respecto a la del año pasado, que se celebró en streaming por haber estado toda Europa en plena pandemia y con pocas vacunas en el horizonte.

En realidad esta 72ª Berlinale ha sido más bien una apuesta contra el virus, ganada gracias a las estrictas medidas sanitarias, tales como el hisopado diario, el distanciamiento entre butacas y en las filas de acceso y la reserva de entradas por internet.

Pero todo esto no hubiese pasado de ser una experiencia casi folklórica si no hubiese sido porque la calidad media de las películas, tanto las del concurso como las de las demás reseñas paralelas, cada una con jurado propio, no superaban el nivel de medio para abajo.

Casi ninguna de las películas del concurso fue recibida con algo más que tímidos y escasos aplausos y la mayoría debió conformarse con un silencio respetuoso.

Tal vez un mérito de los seleccionadores, Mariette Rissenbeek y Carlo Chatrian, haya sido el de no haber invitado ninguna película merecedora de silbidos, pataleos y abucheos, aunque tal vez eso hubiera sido la pimienta que sazonara el insípido menú del festival.

Los mejores momentos del concurso los brindaron la catalana Carla Simón con su himno a una civilización rural humillada y vencida por la modernización, Alcarràs; el francés François Ozon con su homenaje a su maestro Rainer Werner Fassbinder en Peter von Kant; el austríaco Ulrich Seidl con su nuevo examen de la sordidez humana en Rimini; el alemán Andreas Dresen y su divertida comedia sobre la mayor aberración judicial en la historia de la lucha contra el terrorismo en Rabiye Kurnaz vs. George W. Bush; el chino Li Ruijun y su tributo a las tradiciones del pasado con Regreso al polvo; y el suizo Michael Koch con su canto a la naturaleza en Drii Winter.

Una media decepción la ofrecieron el italiano Paolo Taviani, que arruinó la primera buena mitad del majestuoso blanco y negro de su Leonora addio con un inútil episodio conclusivo en colores por la simple necesidad de llegar a los canónicos 90 minutos, y la francesa Claire Denis con Avec amour et acharnement, salvada solo por la actuación de los protagonistas, Juliette Binoche y Vincent Lindon.