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Marlon Brando y Francis Ford Coppola en el rodaje de El PadrinoRadial Press

'Historias de película'

Las cinco balas que esquivó Coppola en el rodaje de 'El Padrino'

Coppola estuvo cerca de ser despedido como director de El Padrino en cinco ocasiones. La mítica película, que pronto cumplirá 50 años, vuelve ahora a los cines

A Vito Corleone, el icónico personaje de Marlon Brando en El Padrino, le disparan en nueve ocasiones mientras está comprando fruta. Los balazos que recibe Sonny (James Caan) son tantos que es prácticamente imposible contarlos. Los dos personajes, como ocurre con las otras 14 muertes violentas que vemos en El Padrino, no podían escapar del destino que habían dibujado para ellos Mario Puzo y Francis Ford Coppola. Este último, en cambio, sí esquivó la suerte a la que parecía condenado desde antes incluso de empezar el rodaje: la de su despido como director de El Padrino.

Fueron cinco las balas disparadas por Paramount que esquivó Francis Ford Coppola para mantenerse como realizador de El Padrino. La primera, por obcecarse en contar con Marlon Brando como Vito Corleone. La segunda, cuando al director se le ocurrió decir que su película debía durar más de tres horas. La tercera, por su insistencia en rodar parte del filme en Sicilia. La cuarta, cuando Paramount confirmó lo que ya sabía: que el rodaje se iba a alargar mucho más de los 53 días que le había dado la compañía –al final fueron 77 días–. La quinta bala, la que más daño causa a toda productora, no era sino la consecuencia de las tres anteriores: Coppola se había ido de presupuesto. El millón de dólares con el que contaba al principio se convirtió al final en más de seis millones.

Ya era tarde para que Paramount apretara el gatillo. Coppola tenía su película. Y su dinero. Aunque fuera para pagar las deudas que ya acumulaba a sus 32 años. Y eso que cuando le ofrecieron, después que a otros muchos realizadores, dirigir El Padrino, Francis Ford Coppola no quería aceptar. Rechazaba la idea de ensalzar a la mafia y justificar la violencia. Pronto cambió de parecer. Quizá cuando vio El Padrino como una posibilidad de construir una metáfora del capitalismo norteamericano. Quizá –más quizá– cuando vio todo el dinero que debía. Estaba entonces Francis Ford Coppola como para rechazar la oferta de Paramount.

La doble apuesta de Coppola por Marlon Brando

De las cinco balas en forma de despido que llevaban el nombre de Francis Ford Coppola, la que pasó más cerca de él fue la primera. El joven realizador quería a toda costa a Marlon Brando como Vito Corleone. Ni a Laurence Olivier, ni a George C. Scott ni a Carlo Ponti –marido de Sofía Loren– ni a los otros candidatos que sonaban para el papel. Stanley Jaffe, presidente de Paramount, no se anduvo con rodeos cuando habló con Coppola: «Marlon Brando jamás aparecerá en la película. No dejaré que me lleves la contraria». Jaffe se equivocó. Igual que el productor Albert Ruddy, que se apostó 200 dólares con Coppola a que Marlon Brando no sería el protagonista de El Padrino.

Ante la tozudez de Coppola, Paramount fijó tres condiciones para que Marlon Brando se pudiese convertir en Vito Corleone: el actor únicamente cobraría al acabar el rodaje, sería él quien asumiese los gastos imprevistos de los que fuera responsable y debía pasar una prueba. Este último era un requisito envenenado. La productora sabía de sobra que el ego del actor le impedía someterse a prueba alguna.

Albert Ruddy tenía los 200 dólares prácticamente en el bolsillo cuando Coppola realizó un intento a la desesperada. Se reunió con Marlon Brando para convencerle de que hiciera una prueba como Vito Corleone. A Paramount, que no quería a Marlon Brando ni en pintura por la fama que arrastraba el actor en los rodajes, le salió mal la jugada.

La pintura la cogió Marlon Brando para oscurecer su cabello delante de un ojiplático Coppola, que asistía en primera fila al bautismo de Vito Corleone: al pelo negro oscurecido por el betún, Brando sumó el aspecto de bulldog que quería imprimir al personaje. Lo hizo colocando algodón en el interior de su boca. El Padrino tenía el mejor protagonista posible. Paramount no apretó el gatillo para eliminar a Coppola de la película.

El otro gatillo de El Padrino no lo apretó Marlon Brando. Todo lo contrario. Lo acarició. El gato que sujeta entre sus manos en la maravillosa secuencia inicial no estaba en el guion. El animal simplemente se había colado en el rodaje, pero el actor lo cogió y decidió incorporarlo a la escena. Ese gato que no quería casi nadie terminaba compartiendo plano con Marlon Brando. Solo unas semanas antes, él era ese gato y Coppola el único que lo sostenía.

El gato, el que acaricia Marlon Brando, empezaba ahí la mejor de sus siete vidas. Coppola acababa de iniciar la segunda de las cinco que vivió en el rodaje de El Padrino. El cine moderno ya tenía su gran obra maestra. El productor Albert Ruddy, 200 dólares menos en su bolsillo.