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Un héroe se estrena este viernes 4 de marzo en los cines españoles

Crítica de cine

'Un héroe': ¿es posible mantener la inocencia en un mundo injusto?

Asghar Farhadi (Nader y Simin, una separación) retrata los contrastes de Irán en su nueva película

Precedida de una abrumadora carrera en festivales internacionales, y con el aval del Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes de 2021, la última película de Asghar Farhadi vuelve a poner al espectador en apuros. Porque el cineasta iraní sabe incomodar al público poniéndole de observador de conflictos humanos ambiguos, en los que no está claro de qué lado cae la razón y la justicia. Esa es su especialidad. Recordemos, por ejemplo, el sufrimiento que nos producía la joven Termeh –interpretada por la hija del director– cuando se veía obligada a tomar partido entre su padre o su madre en Nader y Simin, una separación (2011); o la angustia que compartíamos con la joven Rana, entre la espada y la pared por el concepto de honor de su marido en El viajante (2016); o la extraña empatía que sentíamos con todos los personajes en conflicto de El pasado (2013).

Un héroe también nos va a hacer seguir con perplejidad las peripecias Rahim (Amir Jadidi) en la hermosa ciudad de Shiraz. Este hombre está divorciado y ahora tiene una novia (Sahar Goldust) con la que desea construir un futuro feliz. Pero un socio de Rahim le estafa y le deja con tales deudas que acaba en la cárcel. La única forma de salir de prisión es llegar a un acuerdo con el acreedor, que para más inri es el hermano de la primera mujer de Rahim. Un buen día llega la esperanza cuando la novia de nuestro protagonista encuentra una bolsa que contiene varias monedas de oro. Y aquí empieza una cadena de dilemas morales que Rahim y su novia tendrán que afrontar tratando de conjugar su conciencia con sus deseos y necesidades. Llegará un momento en que no esté claro cuál sea el camino justo que seguir.

En el desarrollo de los hechos hay algo que va a complicar sustancialmente las cosas: la irrupción de los medios de comunicación y las redes sociales. Cuando los esfuerzos de Rahim por saldar sus deudas saltan a la luz pública las cosas se van escapando a su control y cada vez es más difícil decidir lo correcto. Farhadi consigue tejer un tapiz de muchos colores, en el que encontramos cine social de evocaciones neorrealistas, reflexiones sobre la familia, denuncia de cierta forma de entender la cultura digital, una valoración de lo que significa el honor en la cultura iraní, y un juicio sobre la forma de entender la justicia y el perdón en esa sociedad. En este último aspecto recordemos que allí –como ilustraba la película Yalda, la noche del perdón (Massoud Bakhshi, 2019)– una persona puede entrar o salir de la cárcel en función del perdón del agraviado, independientemente de la gravedad del delito. Y como telón de fondo, Farhadi aprovecha para ofrecernos un retrato de los contrastes que caracterizan la vida en Irán, tan tradicional e islámica en unas cosas, y tan moderna y occidental en otras, amén de un fuerte sustrato cultural preislámico.

La puesta en escena tiene la personalidad propia del cine de Farhadi, con un estilo de acción y diálogos muy realistas, y con un aire improvisado que recuerda el cine de Ken Loach. Por otra parte, Farhadi siempre trata de salvaguardar un punto último de inocencia en sus personajes, a lo Vittorio de Sica. Personajes que en esta película abarcan un amplio abanico de tipos y actitudes humanas diversas: la inocencia sincera de Rahim y su novia; la mezquindad de Bahram, el acreedor –a pesar de lo comprensible de sus razones–; la empatía y apertura de Hossein –su nuevo cuñado–; o el personaje de Nazanin, la hija de Bahram, que es el que mejor expresa la complejidad moral del conflicto y la importancia del punto de vista desde el que se juzga la realidad. Este personaje secundario lo interpreta la hija del director, Sarina Farhadi.

La película cautivó al público en el pasado Festival de Cannes y en nuestro Festival de Valladolid.