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Fotograma de la película Mass

Crítica de cine

`Mass´: una brillante película sobre la justicia restaurativa

Una reunión entre dos matrimonios enfrentados que intentan superar el estancamiento moral tras la muerte de uno de sus hijos

El perdón es uno de los grandes temas del cine. Y de la vida. No es de los asuntos más tratados en las películas, pero sí que nos ha dejado memorables títulos o escenas. Este año hemos tenido en nuestros cines Maixabel (I. Bollaín, 2021) y en las plataformas hemos visto El precio del perdón (R. Joffé, 2017).

Pero en los últimos años se han estrenado un rosario de películas que ilustran brillantemente algún aspecto de la dinámica del perdón, como Vencedor (A. Kendrick, 2019), Corpus Christi (J. Komasa, 2019) o las versiones islandesa (2015) y australiana (2020) de Rams. En el ámbito del género documental no podemos dejar de referirnos a El mayor regalo (J. M. Cotelo, 2018), que recoge diversos testimonios de perdón sobrecogedores. Pero, si pensamos en escenas, ya no en películas enteras, encontramos verdaderas joyitas, como el famoso perdón del obispo a Jean Valjean, en las diversas adaptaciones de Los Miserables.

En este amplio y variopinto panorama, Mass tiene un perfil muy original. Su puesta en escena teatral y minimalista la convierte en una película difícil de clasificar. Un escenario, cuatro actores y un desarrollo en tiempo real. Eso constituye el núcleo dramático del film. A alguien le puede parecer un planteamiento estético poco cinematográfico, pero lo cierto es que la importancia que tienen los primeros planos supera los límites de la escena teatral para llevarnos al buen cine, como demuestra la acogida que tuvo en el festival de Sundance.

Pero, ¿de qué trata la película? De una reunión. Una reunión concertada en un salón parroquial entre dos matrimonios maduros. Uno de ellos lo forman Gail y Jay (Martha Plimpton y Jason Isaacs), cuyo hijo fue asesinado en el instituto por un alumno que empezó a disparar a compañeros y profesores y luego se suicidó. El otro matrimonio es el de Richard y Linda (Reed Birney y Ann Dowd), los padres del chico homicida.

El tema de la reunión es la necesidad de superar el estancamiento humano y moral en el que viven ambas parejas. Están instalados en el dolor y el rencor y urge que unos entiendan a los otros para poder dar un paso o pasar página. Gail y Jay están convencidos de que Richard y Linda son corresponsables de la masacre por no haber sabido actuar cuando detectaron en su hijo conductas inquietantes. Y quieren que ellos lo reconozcan. Pero a lo largo del encuentro van a descubrir que las cosas no son tan sencillas, y sobre todo, que la mirada que una madre o un padre tienen sobre su hijo, en nada se parece a la que puede tener un profesor o un policía. En ese sentido, Gail, como madre, es la primera que va a entender a Linda, y es la que va a abrir la senda del perdón.

Mass, debido a la puesta en escena descrita, no se hubiera sostenido si no hubiera contado con un guion inteligente, creíble, complejo y lleno de matices. Imperceptiblemente, los personajes van dando pasos en su corazón a medida que escuchan al otro y se abren a sus razones. No es un camino fácil y es inevitable que en algún momento salte la violencia. Pero es que el perdón no es algo automático, sino que es la culminación de un proceso.

Alrededor de este duelo interpretativo, el debutante director y guionista Fran Kranz también nos ofrece pequeños detalles de carácter simbólico que ayudan a digerir tan arduo drama: la peripecia del ramo de flores que Linda trae a Gail, la cinta de color que intermitentemente vemos en el alambre de espino, o –especialmente significativo- el canto del coro que ensaya en la iglesia al final de la película, y que es único elemento del film que nos llama la atención sobre el carácter sobrenatural de lo que allí sucede. Porque el perdón, siendo lo más humano que hay, es también lo más divino. Una película más sobre la justicia restaurativa. Y sobre todo, una película que alegra y sana el corazón.