'Los Bridgerton' o cómo hacer una serie de época políticamente correcta

El Orgullo y Prejuicio moderno vuelve con su segunda entrega a la pequeña pantalla tras más de un año de espera del éxito de su primera temporada. La familia Bridgerton ha retornado a Netflix con ocho nuevos capítulos, basados en el segundo libro de la saga de Julia Quinn, en los que las incoherencias respecto al racismo y la parte histórica de la serie vuelven a ser los protagonistas, más allá de la propia trama de amor romántico.

A modo de precedente, la segunda temporada de Los Bridgerton comienza con la presentación en sociedad de Eloise, un debut propio de la Inglaterra del siglo XVIII, mientras, a su vez, suenan los primeros acordes de Material Girl, una versión de la canción de Madonna de los años 80 reinterpretada con violines. Una antítesis que, sin lugar a duda, marca el estilo tan representativo –como conflictivo– de la serie.

Si en la primera temporada de Los Bridgerton fuimos testigos de cómo el personaje de Daphne encontraba el amor junto al Duque, en esta ocasión le toca el turno a Anthony. El primogénito se centrará en un claro objetivo: encontrar una esposa perfecta y convertirla en su vizcondesa sin involucrarse sentimentalmente.

Recuperando el tono propio de un relato de época, la serie adquiere un ritmo más lento que en la anterior entrega y se centra en la sensualidad del cortejo a fuego lento, con miradas penetrantes y roces de piel que dejan sin aliento a los protagonistas. No obstante, a su vez, pierde la agilidad que tanto enganchó a la audiencia el año pasado e, incluso, puede llegar a resultar tedioso para los espectadores más impacientes.

Racismo o no, esa es la cuestión

Dejando a un lado la trama, uno de los puntos más controvertidos de la segunda temporada vuelve a ser la puesta en escena de la serie y el reparto que la compone. Al igual que en la primera entrega de Los Bridgerton, los actores destacan por el color de su piel, ya que no es habitual ver a un personaje negro como parte de la aristocracia europea. Una decisión que se justifica contando que el Rey de Inglaterra había escogido a una mujer negra como esposa y ella había creado una sociedad de raza neutral.

Pero, ¿al elevar su situación en la ficción se desprecia lo que ocurrió en la realidad? Parece que al incluir actores de color y de diferentes orígenes como parte de la corte británica, el racismo queda tachado y borrado de la historia. De un plumazo, es como si nunca hubiera existido y con él, las dificultades que conllevaba tener la tez oscura en el siglo XVIII.

¿Cuál es la vara de medir de la corrección política en 'Los Bridgerton'?

Cabe destacar que en este mundo de la ficción donde el racismo no existe, el feminismo sí. Y es que, a pesar de que los hombres de color en la serie, tienen los mismos derechos que un hombre blanco, las mujeres sí que siguen siendo relegadas a su papel habitual de las novelas y series de época. Hechos que se marcan desde el primer capítulo de la serie. El más claro y obtuso es el de la necesidad de contraer matrimonio lo antes posible con un buen marido y el precipicio de la etiqueta de «solterona» a quien no lo consiga.

Otra ironía, que se esconde en la trama de la familia Featherington, es la carencia del derecho a la propiedad. En aquella época, las mujeres no podían heredar y ese es un reto al que se enfrentan Lady Featherington y sus tres hijas que, tras el fallecimiento de su padre, se ven a disposición de un primo lejano. Un completo desconocido hasta el momento que, además de encargarse de ellas, gestionará su fortuna y sus propiedades.

¿Un poco de realidad? En la ficción no, gracias

La segunda temporada de Los Bridgerton es lo que promete, un paréntesis de ocho capítulos que te aleja de la realidad y te introduce en un mundo de fantasía que no vale la pena comparar con la realidad. La Inglaterra de ShondaLand que vemos en Netflix es comparable a la Pandora que James Cameron llevó a la gran pantalla o a la Narnia que Clive Staples Lewis describió en sus páginas.

Tanto las novelas de Julia Quinn como su adaptación a Netflix nos proporcionan un rato de desconexión y una gran distracción a los amantes de las historias románticas. No hay que darle más vueltas ni confundirlo con la realidad. Ni más, ni menos.