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Chanel ha logrado la tercera posición en la final de Eurovisión 2022GTRES

Eurovisión 2022

Los 12 puntos de Malta y el capitán Pescanova en la noche más torera de Chanel

La artista de origen cubano eleva a España a la mejor posición en 27 años, solo superada por el voto emotivo de Europa a Ucrania y por la también resucitada «Guayominí»

Los que cuando el Benidorm Fest auguramos que Chanel no superaría al Chikilicuatre (recordado decimosexto puesto) tenemos que recoger cable. Mucho cable. La hispanocubana logró la mejor clasificación española desde 1995, cuando Anabel Conde fue segunda, e igualó el tercer puesto de Bravo y su Lady Lady en 1984. Entre otros, le dieron doce puntos los reyes de este tinglado, que son los suecos, y una nada rencorosa Malta, que en 1983 se llevó doce goles como doce soles. Fue una noche eurovisiva de intensas emociones en la que Europa votó con el corazón a la nación en guerra, y lo hizo con tanta generosidad que la elevó a ganadora. Ese sufragio emotivo fue el que privó del triunfo a Guayominí, segunda, y a España.

Desfile de banderas

Ya desde el principio dio buenas vibraciones la representante española. El «aquí estoy yo» de Chanel fue muy significativo: marcó territorio con un pase torero, el que dio con la bandera de España en el desfile inicial de participantes. Ningún otro, ni antes ni después, jugó de ese modo con su enseña nacional. Por su centelleante luminosidad, ese deslumbrante desfile de banderas se hizo merecedor de una denuncia de la Asociación Europea de Víctimas de la Migraña, si es que la hubiere.

Al segundo turno se escuchó ya el idioma español. Y no gracias a Chanel y su spanglish, que salieron en el décimo lugae, sino a WRS, representante rumano, quien conquistó oídos con su pegadizo estribillo «hola mi bebé bebé / llámame llámame llámame». Su camisa pretendía ser españolaza y flamenquísima, pero sus chorreras evocaban a Prince (en paz descanse y mis disculpas por inmiscuirlo en esta crónica festivalera) más que al Príncipe Gitano.

El capitán Pescanova, a escena

En Eurovisión, el vestuario da tanto juego como la alfombra roja de los Oscar. Al rato salió un finlandés con el ojo más pintado que Robert Smith (también mis disculpas para el vocalista de The Cure) en la gira de Disintegration y que sobre su pecho descubierto vestía solo un chubasquero amarillo que en estos lares remite a cierto capitán. El community manager de Pescanova estuvo rápido y proclamó con toda razón: «Nosotros esta noche ya hemos ganado». Sin duda, es uno de esos tuits que merece un enmarcado y por el que le deseamos que reciba mucho más premio que unos palitos de merluza: mínimo unos percebes del Roncudo. El otro triunfador español de la noche fue, no hay duda, este CM.

De The Cure nos acordamos también al turno siguiente gracias al meloso Boys Do Cry del suizo Marius Bear, que firmó la actuación con mayor ahorro energético que se recuerde en los últimos años en el festival: solo movió los brazos, el pendiente de su oreja izquierda y, por obligación –dado que participaba en un certamen de la canción–, los labios. A Europa no le gustó el suizo: ni un punto sumó en el televoto.

El folclore electrónico de Francia, obra de Alvan & Ahez, abrió el segundo bloque con ritmo tanxugueiro y precedió la apoteósica actuación de unos noruegos que a día de hoy están haciendo por el plátano más que nuestro renqueante Rafa Nadal: se llaman Subwoolfer, visten máscaras lobeznas y ponen a Europa a bailar con Give That Wolf A Banana. El aroma a favorito inundó la sala, y volvió a expandirse cuando irrumpieron en el escenario Mahmood y Blanco, representantes italianos y adictos al falsete, presentados entusiastamente por Laura Pausini, que a esas horas iba disfrazada de Alaska, en el que pudo ser un guiño al Benidorm Fest de la italiana más querida en España tras Raffaella y Sabrina Salerno. Finalmente, ni noruegos ni italianos estuvieron en la pomada.

Comerse el escenario

Y entonces llegó Chanel, con su canción compuesta por un «equipo internacional de autores», nos anunciaron Julia Varela y Tony Aguilar, informados comentaristas de RTVE. Tal despliegue atlético de una representante española seguramente no se veía desde la plenitud medallística de Gemma Mengual. Uno ve bailar a Chanel y suda. Pero es que además, a la vez, canta. Evocó el número 5, que es la posición final en la que colocaban muchos pronósticos a esta representante del big five... antes de actuar. Porque su paso fue tan arrollador, el público se exaltó tanto ante aquellas culadas tan contundentes como sincronizadas, que por un momento soñamos despiertos que al acabar el número irrumpiría Laura Pausini en el escenario y le daría a la hispanocubana el Micrófono de Cristal o, mejor aún, dos orejas y el rabo. Por poderío, por aclamación, sin aguardar al rosario de votaciones. Ese topicazo de comerse el escenario se hizo literal con el chanelazo.

Tras tan torero despliegue, la euforia española bajó unos cuantos grados con la actuación de los ucranianos Kalush Orchestra, número que nos vino a recordar que en Europa hay un país que está siendo invadido y cuyos representantes musicales en Turín estarían en el frente pegando tiros de no haber mediado una bula de Zelenski. Por cierto, minutos antes del inicio del festival, el presidente ucraniano declaró que el triunfo de Kalush Orchestra levantaría la moral de su país. Ajenos a tanta presión, los máximos favoritos ejercieron como tales con su folk bailongo, liderados por un Jamiroquai de gorrito rosa.

Sin necesidad del despliegue gimnástico de Chanel, tres mujeres volvieron a acaparar todas las miradas. Fueron la representante lituana Monika Liu con Sentimentai, una canción que podría haber presentado Francia en el primer festival de Eurovisión, allá por 1956; la griega Amanda Georgiadi Tenfjord con la poderosa Die Together; y la sueca de voz rasgada Cornelia Jakobs con la apoteósica Hold Me Closer. Después la magia se rompió un tanto: apareció un australiano que nos gritó mucho, como si sufriese migraña y estuviese muy molesto con el responsable de las luces.

Fue balsámico que a continuación apareciese Laura Pausini –ya sin el disfraz de Alaska– para protagonizar la hasta entonces mejor actuación de la noche: cantó a capella el Volare con el que Domenico Modugno triunfó antaño en Eurovisión.

Volviendo a la competición, rozando el final atronó la épica Space Man en boca de otro de los grandes favoritos, el representante de Reino Unido, un Sam Ryder convencido de poder quebrar la mala racha histórica de Guayominí (los reyes del pop no ganan Eurovisión desde que lo hizo Katrina & The Waves en 1997, cuando España estuvo representada por el hijo de Dyango). De épica también estuvo sobrado el polaco Ochman y los vericuetos vocales de su River.

Tras la permorfance de la serbia Konstrakta –sin duda, la actuación más original de las 25– y la olvidable presencia de Estonia ya estaba todo el pescado vendido. Restaba la emoción de los votaciones.

Vota, Europa, vota

Para amenizar la espera mientras Europa ejercía la democracia, Maneskin, ganadores el pasado año, exhibieron su nuevo single: Supermodel. En España habrían brotado en las gradas carteles de «temazo», pero en Eurovisión solo se levantan banderas. Fue, de largo, la actuación más memorable de la noche, superior incluso al excelente número de Mika.

El recuento tuvo una emoción que no se recordaba en los hogares españoles desde los tiempos de Betty Missiego, especialmente al principio, cuando Chanel lideró provisionalmente la tabla durante la votación del jurado profesional. Reino Unido la adelantó poco después y después ya se destacó, con España y Suecia alternándose en el segundo escalón hasta que el país natal de los ABBA también superó a Chanel.

Curioso fue cuando Malta nos dio 12 puntos, tantos como goles le metimos en aquel mítico partido. Otros que nos dieron el máximo respaldo fueron San Marino, Macedonia del Norte, Armenia, Portugal, Australia, Irlanda y Suecia. Tras la votación de los jurados profesionales, España era tercera (231) tras Suecia (258) y Reino Unido (283).

Quedaba el televoto, ese que en el Benidorm Fest no apoyó a Chanel. Claro que entonces solo votaban españoles. Los espectadores europeos mantuvieron a España en el ultimo escalón del podio, en el tercer puesto, solo superada por Ucrania –que con los siderales 439 puntos de televoto ascendieron al primer puesto– y Reino Unido. Así pues, dos miembros del big five que últimamente hacían el ridículo en el festival en este 2022 solo fueron superados por una pegadiza canción y, sobre todo, por el factor guerra.