Cine
'Todo a la vez en todas partes': una insólita parodia del multiverso de los superhéroes
La cinta protagonizada por Michelle Yeoh no es solo una gamberrada. También es una fábula sobre la aceptación de la realidad
Todos recordamos Qué bello es vivir, de Frank Capra. En esa película, un hombre deprimido por su situación se reconciliaba con la existencia cuando tenía una visión de lo que hubiera sido la vida de los suyos si él no hubiera nacido. Todo a la vez en todas partes nos cuenta la historia de Evelyn (Michelle Yeoh), una mujer china en Estados Unidos, que superada por las circunstancias, se reconcilia con su vida cuando descubre lo que hubiera sido de ella en infinitos mundos posibles. Dicho así parecería que estamos ante una dramedia de carácter filosófico. Nada más lejos de la realidad.
La película de los directores y guionistas Dan Kwan y Daniel Scheinert solo se puede calificar de delirante, y nos zambulle con un ritmo trepidante en la galaxia de los multiversos que han puesto de moda los superhéroes. No es casual que sean los hermanos Anthony y Joe Russo, provenientes de las películas de Marvel, los que están detrás de la producción. La narración es deliberadamente imposible de seguir más allá de su columna vertebral, y el frenético y convulso saltoverso nos lleva sincopadamente de un universo a otro. Por ello veremos a la protagonista Evelyn, que en nuestro mundo regenta una lavandería, ejercer de maestra de artes marciales, anunciante de pizzas, cantante, cocinera y quién sabe cuantas cosas más.
Más allá del laberinto multiversal, responsable de la alocada narrativa, la puesta en escena es de un surrealismo radical, violento, iconoclasta y bizarro, que incorpora elementos que recuerdan, unos a Tarantino, otros a Kevin Smith, y otros al mismísimo Buñuel. Por ello el espectador debe estar preparado para ver de todo: perros usados como arma arrojadiza, guardias de seguridad que se introducen trofeos por el ano, mujeres que en vez de dedos tienen salchichas, peleas con teclados de ordenador, cocineros con mapaches en la cabeza o donuts con poderes maléficos. Todo centrifugado en un montaje que abruma a un espectador que no sabe por dónde le va a llegar el próximo el elemento asombroso. Y que le hará reír en muchos momentos.
Pero la película no es solo una gamberrada. Ni es solo una parodia del cine de superhéroes. Es también una fábula sobre la aceptación de la realidad. Evelyn y Waymond Wang son un matrimonio que parece haber fracasado y Waymond está preparando los papeles del divorcio; la hija de ambos, Joy (Stephanie Hsu) se ha echado una novia, lo que en el fondo avergüenza a su madre; Evelyn tiene que rendir cuentas a Hacienda y la funcionaria Deirdre Beaubeirdre (Jamie Lee Curtis) amenaza con embargarle la lavandería; el inválido Sr. Gong (James Hong), padre de Evelyn, es una pesada carga para su hija… En fin, Evelyn vive la vida como una existencia miserable. Pero después de sus viajes por el multiverso y de protagonizar muchas vidas distintas, Evelyn va a aprender a tener una mirada nueva y positiva sobre ella misma, su realidad, su marido y su hija.
Evidentemente no se trata de una película para todo tipo de público. Es una propuesta rompedora, casi experimental, transgresora y escatológica. Puede deslumbrar e irritar a partes iguales, pero desde luego no deja indiferente. Lo que está claro es que una contundente metáfora de nuestro tiempo, fragmentado, nihilista, digitalizado y deshumanizador. Pero al final la cinta reivindica el amor, la familia y la aceptación del otro. Así que ni la recomiendo ni lo contrario. Que cada uno decida si corre el riesgo de verla.