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José María García, durante una entrevista con Mercedes Milá, el pasado año

José María García gesticula durante una entrevista con Mercedes Milá en 'Milá vs. Milá', el pasado añoMovistar +

La semana de la tele

García sigue siendo súper

El periodista ha dado la vuelta a la tortilla: la plataforma que emitió una serie que lo retrataba como un cretino produce ahora un documental sobre su vida y obra

Aconteció a finales de los años 80 o comienzos de los 90 en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de Comunicación de la Universidad Complutense. José María García, rey de las ondas en la cima de su popularidad, dictó una conferencia magistral sobre el «oficio de contar y cantar las cosas» a la que siguió un turno de preguntas. El ilustre invitado se mostró «presto y dispuesto» a responder a los estudiantes. Aguardaba, sin duda, una sesión de baño y masaje, pues hasta entonces habían predominado las carcajadas y las salvas de aplausos. Lo que ocurrió a continuación les sorprenderá, como sorprendió al propio Butano –dicho con todo el cariño y la admiración–. García había recalcado en su conferencia que la primera virtud de un buen periodista ha de ser la humildad. Que solo a partir de la viga maestra de la modestia se puede construir una carrera. Un chaval levantó la mano y empezó a hilar su pregunta: «Si no he entendido mal, usted ha recalcado que la mayor virtud de un periodista ha de ser la humildad», reflexionó con tono decidido. «Así es, querido amigo», replicó el invitado. Tomó de nuevo la palabra el muchacho: «Bien. Si es usted tan modesto, ¿por qué su programa se llama Supergarcía?», planteó. El auditorio estalló en una carcajada monumental. Se esperaban dos reacciones del aludido: a) enfado descomunal y adiós muy buenas b) una salida simpática tipo «pero en Supergarcía, García se escribe en minúscula». Pero, como el genio que es, se salió del guion. Su respuesta estuvo a la altura de su leyenda.: «Por ahí, amigo, siempre me vas a pillar. Siguiente pregunta», respondió este maestro del regate verbal, Superhumilde en la hora cero.

García era entonces Todopoderoso. Ponía y quitaba presidentes, entrenadores y jugadores, o al menos ese poder le atribuían amigos y, sobre todo, sus enemigos. A aquel tipo nadie osaba colgarle el teléfono –creo recordar que una vez amagó con hacerlo el tenista Emilio Sánchez-Vicario– y pobre de ti si no se lo pillabas o, peor aún, si atendías antes la llamada de los de la cadena del «imperio del monopolio». Ese imperio que acabó cargándose Antena 3 Radio, una emisora en la que te levantabas con El primero de la mañana y te dormías con Polvo de estrellas tras haber escuchado al Súper despotricando contra el «lametraserillos» de una ignota federación deportiva, por supuesto corrupta.

¿Qué pinta García en un resumen semanal de la tele? Ahora se lo explico, pero al plantear esa pregunta he recordado que José María hizo poca tele. En blanco y negro triunfó como intrépido reportero en Televisión Española, pero a mí aquella etapa me pilló en el vientre de mi madre o jugando con un Geyperman. Una vez consagrado en la radio, recordamos aquel vídeo del chófer de «Pablo, Pablito, Pablete» paseando al perro del presidente, emitido en un programa presentado por Tola. También la memoria rescata algún especial para Antena 3, como aquel programa en directo tras haber sellado el billete al Mundial USA 94 con un gol de Hierro y unas paradas de Cañizares.

Sabrosas entrevistas

García lleva 20 años fuera de la radio, pero sigue dando que hablar. En los últimos tiempos ha concedido sabrosas entrevistas a Mercedes Milá en #0 (Milá vs. Milá), Carlos del Amor en La 2 (La matemática del espejo) y Paco Grande en Teledeporte (Conexión Vintage). Sigue sin tener pelos en la lengua y eso es muy de agradecer hoy, en un mundo repleto de «abrazafarolas» que se la cogen –la lengua– con papel de fumar. También dio mucho que hablar –y hasta aquí queríamos llegar– la serie basada en su rivalidad nocturna con José Ramón de la Morena.

El que no lo vivió jamás podrá comprenderlo. En aquella carrera por la audiencia, García partía con una inmensa ventaja: la proporcionada por años de prestigioso ejercicio periodístico. En la memoria, el comentario de Butano al día siguiente del estreno de El Larguero: «Como su propia publicidad indica, es un programa para dormir largo y tendido… Aburrido, aburrido y aburrido», sentenció. Y con un punto disparatado. Una tertulia de bar trasladada a las ondas en la que los rumores (hola, Manolete) valían tanto como las noticias, que eran la especialidad de García. Recuerdo haber ido al estudio a ver y escuchar uno de los primeros programas de El Larguero con compañeros de la facultad, porque uno de ellos, Miguel, hacía prácticas allí. Rescato dos momentos de aquella experiencia en lo alto de la Gran Vía. Uno: Robinson con un on the rocks en la mano. Dos: De la Morena girándose hacia mí en una pausa publicitaria y preguntando: «¿No seréis de Butano, no?». Pues claro que lo éramos. Seamos serios: ¿quién no era de Butano entonces? ¿Quién prefiere jamón york cuando hay un plato de jabugo sobre la mesa? Naturalmente, aquella noche, a un metro de De la Morena y dos de Robinson, contestamos que no, que no éramos de Butano.

Asombrosamente (sobre todo para nosotros, los butanistas), De la Morena consiguió dar la vuelta a la tortilla. Fue cuando García ya estaba en la Cope. Esa rivalidad furibunda es la que se cuenta en Reyes de la noche, la miniserie de Movistar+ en la que el ferrolano Javier Gutiérrez clava a García. Es una serie que se deja ver, que tiene su atractivo, pero que por momentos cae en la caricatura, de ahí que Pipi Estrada –que vivió aquel enfrentamiento en primera línea– la comparase con una de Esteso y Pajares. No, no queda bien el que fue «el primero de nuestros periodistas» en Reyes de la noche, ni en el ámbito profesional ni –lo que le dolerá más– en el personal y familiar. En pocas palabras: se retrata a un auténtico cretino. Normal que no le gustase. Pero, al igual que el fútbol, la ficción es así.

García se sintió traicionado por Antonio Asensio Mosbah, coproductor de la miniserie e hijo de su íntimo amigo Antonio Asensio Pizarro, el fallecido fundador del Grupo Zeta. Se anunció que habría segunda temporada. Pero pronto trascendió que no se rodaría y todos pensamos que, como en los viejos tiempos, José María había movido sus hilos. Porque «el que tuvo, retuvo, don Domingo». Esta semana ha trascendido que Movistar+ producirá una serie documental sobre el mítico periodista, lo que nos viene a confirmar que el Súper conserva sus superpoderes. La hará la misma gente que diseccionó magníficamente primero a Paco Umbral y después a Raphael. No dudamos que este documental estará a la altura de la leyenda de este indomable de las ondas, un periodista que lleva dos decenios con el micrófono cerrado pero que aún tiene mucho que decir. Que quiere contar su historia bien porque otros la han contado mal forzando demasiado la tuerca de la ficción. Y lo hará, por supuesto, desde la humildad, toda la que pueda tener quien llegó a cobrar dos mil millones de pesetas al año cuando las estrellas de La Quinta del Buitre ganaban, como mucho, cien.

Quedan cinco para la una cuando acabo este texto. Saludos cordiales.

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