Fundado en 1910

Fotograma de Alta costura

Crítica de cine

'Alta costura': una historia que supera prejuicios y barreras sociales

Lleva la cuestión de la inmigración a su perspectiva más honda y antropológica

Nos llega de Francia una de esas películas que nos reconcilian con el mundo. Su estructura es común a otras muchas comedias de temática social, pero ello no le quita un ápice de la verdad que esconde dentro. Tenemos dos protagonistas que ocupan lugares opuestos en nuestra sociedad. Jade (Lyna Khoudri) es una chica árabe cristiana que vive en la deprimida barriada parisina de Saint Dennis. Convive –o más bien malvive– con su madre depresiva, y es ayudada por sus vecinas musulmanas Souad (Soumaye Bocoum) y su madre. La otra protagonista es Esther (Nathalie Baye), una mujer solitaria que trabaja como jefe de modistas en un taller de costura de la marca exclusiva Dior. Un día, en el metro, Jade le roba el bolso a Esther. Y ese acontecimiento cambiará de forma inesperada la vida de ambas, hasta el punto de que Jade acabará aprendiendo el oficio de costurera en su taller de Dior.

Esta película lleva la cuestión de la inmigración a su perspectiva más honda y antropológica. Una tensión social aparentemente insoluble que se resuelve cuando ambas miradas se acogen mutuamente. Esther cree en Jade, pero también Jade tiene que creer en Esther, aunque de otra manera. Y en ese camino de mutua confianza no solo van a crecer como personas, sino que los que les rodean también van a salir beneficiados. En la película de Sylvie Ohayon no hay maniqueísmos, y a diferencia de tantas cintas europeas de fondo nihilista, la directora no se empeña en ocultar la inocencia y la bondad humanas. Ni el sentido religioso. Porque Jade es una muchacha religiosa, que profesa una gran devoción a la Virgen María, con la que habla y comparte sus dificultades, sin que ello le suponga ningún problema con sus amigas musulmanas. Incluso la película deja abierta la puerta a interpretar algunos hechos de la trama como milagros de la Virgen.

Alta costura también nos hace reflexionar sobre la naturaleza de la promoción laboral y social. Jade no progresa y se labra un futuro por el simple hecho de que le hayan ofrecido un trabajo, sino porque alguien ha creído en ella antes. Sin sentirse acogida, perdonada y afirmada incondicionalmente por Esther ni siquiera hubiera aceptado la oferta.

Pero la propia Esther también tiene su historia, su pasado doloroso. Por ello la relación entre ambas es bidireccional. No se nos habla de una solidaridad de un solo sentido. Como consecuencia se establece entre las dos mujeres un vínculo verdadero llamado a durar. En ese sentido, la película también trata con profundidad las relaciones maternofiliales heridas, la de Jade con su enfermiza madre y la de Esther con su ignorada hija.

La directora Sylvie Ohayon es una novelista de origen judío tunecino siempre interesada por cuestiones sociales relacionadas con la situación de la mujer. La película tiene muchos elementos autobiográficos de la directora, que tiene detrás una historia de lucha y superación, y un par de experiencias de maternidad nada fáciles. En esta ocasión, además de lo expuesto, Ohayon nos habla del sentido del trabajo, el amor a la obra bien hecha, y el valor de las cosas que nada tiene que ver con su precio.

En fin, se puede resumir diciendo que este film es un canto a la vida, enriquecido además por un excelente elenco de secundarios que nos dibujan un estupendo abanico de situaciones humanas diversas que transmiten positividad. Todos esos personajes, en algún momento de la película, se ven empujados a abrirse a los demás y darle una oportunidad a su bondad interior. Una película brillante que, como decíamos, nos reconcilia con la vida.