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Joaquín, en un anuncio promocional de su nuevo programa

Joaquín, en un anuncio promocional de su nuevo programaAntena 3

La semana de la tele

De Bertín a Joaquín, pasando por El loco de la colina

Mientras El loco de la colina encara el invierno de su vida con la salud precaria y en la ruina económica, la tele nos anuncia que un futbolista megamillonario será el entrevistador mayor del reino

Ya sabemos de qué ira el programa de «Joaquín, el del Betis», pues Antena 3 ha ido lanzando avances. Y viene a confirmar lo que ya intuíamos, que será un Mi casa es la tuya pasado de vueltas. No en vano el programa está producido por Atresmedia en colaboración con la empresa la responsable del programa de Bertín Osborne, Proamagna.

Joaquín tenía planeado retirarse al final de la pasada temporada futbolística, pero reculó tras ganar la Copa del Rey con el equipo en el que se formó y del que es leyenda, el Betis. Tenía claro que su futuro estaba en la tele y, una vez dado el primer paso con este programa, llegarían más, una vez que dispusiese de más tiempo libre. Pero el caso es que decidió no colgar las botas, y darle continuidad a Joaquín, el novato será al que menos tan complicado como resultó hacerlo. No envidiamos el trabajo del productor del nuevo programa de Antena 3: cuadrar las agendas de un futbolista en activo con las de los famosos no ha de ser un asunto sencillo. De hecho, Atresmedia anunció la contratación del futbolista en julio del pasado año, y catorce meses después, Joaquín el novato aún ni se ha estrado.

Un tipo con salero, pero...

No hay duda de que Joaquín es un tipo con salero. Cae bien a casi toda España, sevillistas incluidos. Con esta nueva vuelta de tuerca televisiva, en la que pasa de entrevistado a entrevistador, asume sin duda un riesgo. No se ha atrevido a dar el paso ni Revilla, y eso que el presidente cántabro ya está empezando a caer gordo como entrevistado. Habrá que ver el programa para saber si el bético sale airoso.

Los anuncios promocionales del debut televisivo del pelotero han coincidido con las noticias que nos hablan del delicado estado de salud de Jesús Quintero y eso nos ha llevado a una reflexión sobre el estado de la profesión. Porque media un abismo comunicativo entre El loco de la colina y Joaquín. Solo se parecen en que son andaluces. Aquellos silencios de Quintero eran caviar televisivo. Hablamos además de un tipo que tan pronto entrevistaba a un presidente del Gobierno como a un freak de arrabal, es decir, que bajaba del trono al barro con mucha facilidad.

Excesivo optimismo

Hace unos meses escribimos sobre que la tele volvía a escuchar. Hablábamos, seguramente con excesivo optimismo quizá, del resurgir de los programas de entrevistas, de la mano de Mercedes Milá (Milá vs Milá), que es el eslabón entre el pasado y el presente de la entrevista en nuestro país, Carlos del Amor (La matemática del espejo) o Emilio Aragón (B.S.O.). Después de este reportaje llegaron otros programas de entrevistas, como dos de la televisión pública: el certero Plano General, de Jenaro Castro, y el para nuestro gusto demasiado meloso, intensito de más, Las tres puertas de María Casado.

Pero la realidad es que esos no son los programas de entrevistas que ve la gente. Al menos masivamente. Esas son las que hacen Bertín Osborne, Pablo Motos y David Broncano (que directamente ni lee las hojas que le prepararan los guionistas y muchas veces desconoce lo más básico del invitado). Con todos los respetos para ellos tres, antaño las hacían Ángel Casas, Pedro Ruiz, Carmen Maura o El loco de la colina. Algunos dirán que Jordi Évole también ha logrado entrevistas con grandes índices de audiencia en los últimos años no exentas de preguntas comprometidas, pero aquí también hay quien matizaría que ese tono lo aplica mucho más cuando el invitado no es de su cuerda ideológica.

El caso, el quid de la cuestión, es que mientras El loco de la colina encara el invierno de su vida con la salud precaria y en la ruina económica, la tele nos anuncia que un futbolista megamillonario será el entrevistador mayor del reino. Y entonces nos acordamos de Forges y su manido «¡país!».

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