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Ana de Armas interpreta brillantemente a Marilyn Monroe en Blonde, que ya puede verse en NetflixNetflix

Crítica de cine

'Blonde', un retrato sórdido de la vida privada de Marilyn Monroe con una memorable Ana de Armas

La actriz firma una excelente actuación en una película punzantemente nihilista

El director americano Andrew Dominik llevaba sin estrenar ningún largometraje de ficción desde hace diez años, cuando dirigió el thriller protagonizado por Brad Pitt, Mátalos suavemente. Ahora ha escrito el guion y dirigido Blonde, una adaptación de la novela homónima de Joyce Carol Oates, la prolífica escritora neoyorquina, experta en indagar en el lado oscuro del ser humano.

Novela y película se suman a la moda de deconstruir los mitos de la cultura pop, sacando a la luz los aspectos más tristes y dramáticos de las estrellas. Solo el año pasado se estrenaron 3 días en Quiberón (Emily Atef, 2018), sobre Romy Schneider; Judy (Rupert Goold, 2019), acerca de Judy Garland; y Los Estados Unidos contra Billie Holiday (Lee Daniels, 2021), en torno a la famosa cantante. Con Blonde le toca el turno a Marilyn Monroe, cuya infeliz existencia es sobradamente conocida, y que se retrató parcial pero correctamente en Mi semana con Marilyn (S. Curtis, 2011), adaptación del libro autobiográfico de Colin Clark sobre su esporádica amistad con la actriz durante el rodaje de El príncipe y la corista, de Laurence Olivier.

En la actual película de Netflix, el gran reclamo no ha estado en la Monroe sino en la actriz elegida para darle vida, la cubana Ana de Armas. Una elección a primera vista sorprendente, pero que ha resultado indiscutiblemente correcta. Una memorable interpretación apoyada por una excelente caracterización. Desgraciadamente el trabajo de la actriz está al servicio de una sola idea: Marilyn como víctima. Ello no es extraño ni nuevo, pero sí lo es el obsesivo subrayado que convierte a Blonde en una variación sobre el mismo tema. Marilyn como víctima de muchas cosas, pero especialmente de los hombres: jefes abusadores, maridos violentos o celosos, admiradores machistas, depredadores sexuales… Pero el varón que le inflige la mayor herida, la más profunda, es su padre; mejor dicho, la ausencia de su padre. Norma Jeane busca a daddy en todos los hombres de su vida. Pero sin encontrarle.

Desde el arranque, ambientado en 1933, cuando Norma era una niña, ya la cinta deja muy claro de qué va a ir la historia: un padre anónimo que abandona a la madre soltera, una madre alcohólica y pobre que, enloquecida maltrata violentamente a su aterrada hija. Y el desenlace en un orfanato. Todo lo que viene después de esos veinte minutos iniciales es la exposición, cada vez más desgarrada, de las consecuencias existenciales de ese triste inicio de la vida de Norma Jeane.

Pero la ausencia del padre no es el único trauma de Norma, sino también la ausencia del hijo. El hijo deseado que siempre termina en aborto. Padre inexistente, madre en un manicomio, maridos que se divorcian, hijos malogrados, amantes que la usan y la tiran: un sumatorio que termina en la soledad y la autodestrucción. Norma no se identifica con Marilyn. Marilyn es la negación de Norma. Norma es esclava de Marilyn. A Marilyn la desea todo el mundo, la quieren en todas partes. Norma es una triste muñeca rota que no interesa verdaderamente a nadie.

Esta película punzantemente nihilista está envuelta con mucho oficio en una narrativa posmoderna, con cierta estructura caleidoscópica, alejada de la lógica clásica de un biopic. Magnífica fotografía que alterna el color y el B&N, un montaje impresionista, un guion que fluye bien hasta que se atasca en sus reincidencias, una envolvente partitura de Nick Cave… maquillan bellamente una historia de terror. La apabullante presencia de planos de Norma/Ana de Armas nos impiden respirar lejos de la tragedia desesperanzada de esa mujer. La letra de las canciones hace de coro que va ilustrando lo que realmente se teje en el interior de Norma/Marilyn.

Como película de Netflix es muy evidente su fuerte veta feminista, incluso su anticlericalismo –burdamente representado en un cura que mira con lascivia a la Monroe–, aunque se agradece que muestre la cuestión de la maternidad y del aborto sin desdramatizarlos. En resumen, una película formalmente brillante, pero muy sórdida por dentro, llevando al extremo situaciones que el espectador ya sabía. Me pregunto si a Norma Jeane Baker le gustaría verse retratada con tanta oscuridad y dolor sin esperanza. Pregunta sin respuesta. Aventuren ustedes la suya.