La semana de la tele
De los silencios del Loco a las risas de Joaquín
Las entrevistas que se llevan son las que hacen, entre cañas y jamoncito, dos tipos campechanos ante los que los invitados siempre pican el anzuelo de la simpatía
En apenas unos días se han ido dos leyendas del periodismo que, entre otras virtudes, entrevistaban estupendamente: Ángel Casas y Jesús Quintero.
En la que es sin duda una de sus frases más afortunadas, Rubalcaba dijo aquello de que en España se entierra muy bien. Es bien cierto, y la prueba son los encendidos –y merecidos– elogios que han recibido Casas y Quintero tras la visita de la parca. Pero hay que decir que también tenemos la mala costumbre de enterrar antes de tiempo. Es cierto que ambos presentadores vivieron unos últimos años muy malos por motivos de salud, pero también lo es que ya mucho antes de que los análisis les fuesen mal en nuestro país se les dio por amortizados. La prueba es que lo último que hizo el catalán para una tele de difusión nacional se remonta a 1996 (Esto es lo que hay, TVE) y, en el caso del andaluz, a 2007 (La noche de Quintero, en TVE).
Casas y Quintero eran dos genuinos representantes de una tele de otro tiempo. ¿Se imaginan cerrar ahora un programa de la cadena pública con un estriptis femenino? Pues eso hacía el catalán y le llovían premios; hoy le lloverían pedradas. En cuanto al andaluz, se han elogiado mucho sus silencios, pero las entrevistas que hoy triunfan en la tele van justo por el camino contrario, el de la risa estruendosa.
Las lágrimas de Casado
Hoy día se hace otra tele. La última vez que se intentó recuperar ese formato añejo el asunto acabó mal. Lo tenemos bien reciente, pues fue este mismo año: el programa se llamó Las tres puertas y lo presentó María Casado en La 1. La cadena pública lo presentó como un espacio que pretendía «recuperar el espíritu de programas clásicos de RTVE donde la palabra ha sido el elemento vertebrado y que han sido escuela de grandes profesionales», entre los que se citaba precisamente a Casas y a Quintero, además de a otros como Mercedes Milá o Pedro Ruiz. El día que este último fue entrevistado por María Casado en Las tres puertas, la presentadora acabó llorando por las malas audiencias cosechadas por el programa.
En 2004 –hace 18 años– acabó La noche abierta, el magnífico programa de entrevistas de Pedro Ruiz en La 2, y desde entonces no le hemos vuelto a ver en el ámbito nacional. En cuanto a Milá, otra entrevistadora de la vieja guardia, sigue en liza en Movistar +, pero lo hace con un programa en diferido y en el que se limita a entrevistas jabonosas a personajes a los que ya interrogó años atrás.
En definitiva, la entrevista televisiva ya no es en profundidad, como lo eran las de todos los periodistas antes citados, sino en superficialidad. Ahora, y ya desde hace un tiempo, las entrevistas que se llevan son las que hacen, entre cañas y jamoncito, Bertín y Joaquín, dos tipos campechanos ante los que los invitados siempre pican el anzuelo de la simpatía («Estoy contando demasiadas cosas. Me miras con esa carita y esos ojitos, me camelas…», le decía Dabiz Muñoz el martes al futbolista bético). Lo hacen muy bien el cantante y el pelotero, y de ahí el triunfo de ambos en audiencia, pero también hay que decir que siempre se trata de entrevistas amables, de baño y masaje (esto lo entenderá bien Joaquín), donde jamás habrá una pregunta incómoda para el interrogado. Se nota además que ambos tienen el mismo director, porque la estructura es similar: arranca en la infancia y se detiene en lo más sabroso de su trayectoria hasta llegar al hoy. Tampoco podemos olvidar que el programa más visto de la tele, El Hormiguero, gira también en torno a una entrevista en superficialidad, en la que Pablo Motos siempre intenta extraer anécdotas y curiosidades que entretengan al personal y, de paso, generen piezas periodísticas con titulares pinchables.
En resumen, que el lunes los españoles elogiamos y dijimos añorar las entrevistas en profundidad de Quintero y dos días después convertimos la entrevista en superficialidad de Joaquín al chef de DiverXO en el mejor estreno de Antena 3 en los últimos diez años (logró un epatante 29,5% de cuota de pantalla). Pasamos en 48 horas de los silencios del Loco a las risas del Novato. Como cantaba Prince, es el signo de los tiempos (televisivos).