Crítica de cine
'Girasoles silvestres': se busca un buen marido que también sea buen padre
Anna Castillo protagoniza la nueva película de Jaime Rosales sobre el amor y el perdón
Estamos acostumbrados a ver los girasoles alineados en perfecta formación por los sembrados de España. No a encontrar un girasol solitario en medio del campo buscando incansablemente la luz cálida del sol. Julia es una chica que ha sido arrancada del surco seguro de lo trillado y está sola, buscando una tierra nueva donde arraigar y girando en busca del calor que da la felicidad. Julia (Anna Castillo) tiene veintidós años y ya es madre de un niño y una niña. Vive sin pareja, pues rompió con Marcos (Quim Àvila) hace mucho, cuando él la engañó. El padre de Julia es Roberto (Manolo Solo), seguramente viudo, y acoge a hija y nietos en su casa. Pero Julia necesita a un hombre que la cuide a ella y a sus hijos, una pareja con la que intentar formar una familia feliz.
Tres son los candidatos naturales: Oscar, hermano de una amiga y locamente enamorado de Julia; Marcos, su ex, que es militar destinado en Melilla y que podría haber cambiado; y Alex, amigo de sus años de colegio. Pero los tres están atravesados por alguna de las taras que padecen los varones de nuestro tiempo. Son inmaduros, egoístas e incapaces de asumir la responsabilidad de la paternidad. Sin embargo, no está escrito que no puedan cambiar. O al menos alguno de ellos.
Jaime Rosales, pintor del drama humano
Jaime Rosales, a lo largo de su filmografía, ha tocado muchas fórmulas estéticas –a veces casi experimentales-, pero siempre se ha mantenido fiel a sus temáticas. Es un magnífico pintor del drama humano en las relaciones familiares. Recordemos la maternidad solitaria de Adela en La soledad (2007), el duelo de Oriol y Yolanda por la muerte de su hija en Sueño y silencio (2012), o la búsqueda del padre por parte de Petra en Petra (2018).
En Girasoles silvestres Rosales opta por una puesta en escena más comercial, en el sentido de accesible, para hablarnos de asuntos muy pertinentes: ¿Cómo ser padres en una sociedad que se ha estancado en la adolescencia? ¿Qué se ha de hacer para mantener en el tiempo una pareja en una sociedad que no acepta frustraciones ni renuncias? ¿Cuál es la familia ideal en un tiempo como el nuestro? ¿Se puede actualmente ser feliz? Pero Rosales no es amigo de recetas, y mucho menos de adoctrinamientos.
La película quiere despertar preguntas y no cerrarlas en falso. Eso no quiere decir que Rosales no tome postura o que se instale en la ambigüedad. De hecho la película ofrece un camino positivo y esperanzado, aunque nada ingenuo o simplista. En realidad no sabemos lo que les puede pasar a los personajes una vez que termina la película. No está dicho que todo vaya a terminar como un happy end americano.
La elección de Anna Castillo como protagonista se sale de las decisiones habituales de Rosales y es un completo acierto. Es capaz de moverse con verosimilitud y credibilidad en todos los registros del personaje, que son muchos, y nos facilita una rápida identificación empática. Los personajes masculinos son más planos, en el sentido de que representan prototipos actuales de varones defectuosos. Pero en ninguno hay rasgos exagerados o caricaturescos. La música también juega un importante papel, especialmente las canciones de Triana y la pertinencia de sus letras. Una interesante película sobre el amor, el perdón, la superación y la familia.