Documental The Real Peaky Blinders
Quiénes fueron los verdaderos Peaky Blinders: la historia real de los pandilleros británicos
Surgieron en 1870 a partir de las slogging gangs, bandas muy violentas que controlaban las calles y que no estaban tan organizadas como los famosos Shelby
Las calles industriales del Birmingham de los años veinte se han hecho famosas en medio mundo gracias a Tommy, Arthur, Polly y demás familia Shelby. Son los personajes de Peaky Blinders, la serie de Steven Knight para la BBC que llega a su fin con el rodaje de una película. Esa banda de mafiosos está inspirada en pandilleros, de diferentes grupos, que comenzaron a formarse tras un incidente que ocurrió en 1890. El 22 de marzo de ese año, según el periódico The Birmingham Mail, George Eastwood entró en el pub Rainbow y pidió una cerveza de jengibre. Lo que ocurrió después es historia. Varios gánsteres le asaltaron y le dieron una brutal paliza que quedó registrada en la prensa de la época como el germen del crimen organizado que surgió sobre 1920. Hasta entonces, eran algo así como matones de barrio, un tipo de actividad delictiva menos sofisticada pero también peligrosa.
Con este relato comienza The Real Peaky Blinders (Harvery Lilley, 2022), un documental de dos capítulos que puede verse en Filmin en el marco del Festival Serializados y que explora el movimiento de estas pandillas que inspiraron la aclamada producción británica. Son las primeras bandas que surgieron en Gran Bretaña, grupos de hombres y mujeres más preocupados por su estatus que por el dinero, y que sembraron el pánico en los barrios obreros y marginales de ciudades que vivieron la explosión de la era industrial como Mánchester, Salford, Londres, Liverpool o la ya citada Birmingham.
A diferencia de la serie, los 'peaky blinders' no fueron una sola banda, eran pandilleros de grupos callejeros distintos
La gran hambruna irlandesa, la de la patata, que terminó en 1850, provocó la muerte de alrededor de un millón de personas. Otro tanto, o más, abandonó el país. Los emigrantes llegaron a esas ciudades y el rechazo fue brutal. El racismo era superlativo y, en respuesta, los marginados, los más vulnerables, se agruparon. Pero los peaky blinders no fueron una sola banda, cuenta el documental en el que participan el propio Steven Knight y otros profesores e historiadores como Carl Chinn, cuyo bisabuelo, Edward Derrik, fue uno de estos gánsteres. Eran los pandilleros locales de muchas bandas callejeras. En Birmingham, por ejemplo, llegó a haber más de cincuenta y recibían el nombre de la calle que dominaban. Su objetivo era encontrar formas baratas de diversión y eso llevaba a la violencia como entretenimiento, que por aquel entonces era algo bastante aceptado socialmente. «No tenían nada, pero las calles les pertenecían a ellos», explica el profesor Andrew Davies.
A estas bandas, formadas por los rufianes de la calle, se les empezó conociendo con el término inglés de slogging gangs, que procede de slog y se traduce algo así como golpear a alguien con todas tus fuerzas. Sin embargo, el término peaky blinder, empleado para referirse a este tipo de pandilleros, no se utilizó hasta treinta años después, pasado 1900. Henry Lightfoot, un delincuente de Birmingham, fue el primero que tuvo ese cuestionable honor al aparecer denominado así en un periódico. Lightfoot participó en la Primera Guerra Mundial y, como otros muchos criminales que también se alistaron en el ejército, terminó trastornado.
En los barrios humildes más industriales se respiraba humo y se acumulaba la suciedad. Tenían casas insalubres en las que la gente vivía como podía. «Los lavabos eran letrinas sin agua que compartían dos o más familias y en los patios había un grifo para decenas de personas. La vida es dura y la pobreza mata», relata Chinn. Es en esas calles donde evolucionan las pandillas británicas. Sus miembros solían tener trabajos porque las bandas no generaban ingresos como para mantener a sus integrantes. El paro no era elevado, pero las condiciones laborales eran lamentables para muchos y la remuneración ínfima. «Tenían una capacidad limitada de progresar en la vida. Las bandas eran un campo de pruebas de su masculinidad y les ofrecían algo distinto», cuenta la investigadora Heather Shore. Esos clanes demandaban lealtad y ofrecían protección e identificación.
Los sombreros `billycock' con anteojera fueron el precedente de las gorras planas
La vestimenta era clave. Cualquier ingreso económico se dedicaba a cuidar sus galas, ajenas a la indumentaria obrera. No gastaban ni en vasos, por eso muchos de ellos bebían cerveza en tarros de mermelada. El aspecto de cada uno le identificaba con cada banda. Los peinados eran extremos, rapados con flequillos llamativos. Al principio se utilizaban unos sombreros conocidos como billycock a los que se les cortaba un pico frontal (peaky, en inglés) para colocarlo tapando el ojo del gánster al estilo de una anteojera (blinder, en inglés). De la combinación de ambas palabras surgió la denominación peaky blinder. Más tarde llegaron las famosas gorras planas, pero sin cuchillas como las de la serie, que parece que están más cerca del mito que de la realidad.
Eso sí, no solo hay que fijarse en los hombres. Las mujeres fueron muy relevantes en el nacimiento y desarrollo de estas bandas. Participaban en hurtos y peleas. Incluso gestionaban burdeles. El documental explica que muchas de ellas habían tenido infancias rotas por tragedias personales, el alcoholismo de los padres o la pobreza. «Contrariaban la sensibilidad victoriana. No eran decorosas, sumisas ni silenciosas. Eran ruidosas, agresivas y violentas», describe la historiadora Kate Lister.
Los corredores de apuestas necesitaban la protección de los gánsteres, que se aprovechaban de ello extorsionándolos
Entre clubes de boxeo y carreras de caballos, los pandilleros fueron evolucionando. Alrededor de 1900 apareció Billy Kimber, conocido como el ‘Al Capone británico’, y las bandas se organizaron más, similares a las de la serie. Surgieron alianzas entre grupos de diferentes ciudades, pero también llegaron a enfrentarse. La primera pelea entre dos de localidades distintas fue en el hipódromo de Sandown en 1921. Era en esos recintos deportivos donde más se movían los criminales. A principios del siglo XX, el derbi de Epsom atrajo a 250.000 personas. Los corredores de apuestas necesitaban la protección de los gánsteres porque controlaban las actividades ilegales, aunque posteriormente las propias mafias les extorsionaron para que pudieran seguir trabajando. La ley contra el juego de quince años antes había prohibido todos los juegos de azar, salvo las apuestas en carreras. Lo que no cambió en este periodo posterior a la Gran Guerra fue el odio al diferente. Alfie Solomon y Edward Emanuel, mafiosos judíos de la zona de Londres, fueron víctimas del antisemitismo de la banda de Birmingham y para combatirlo alcanzaron alianzas con los malhechores italianos asentados en el barrio de Little Italy de la capital británica. Emanuel regentaba uno de los famosos spielers, casinos ilegales, pequeños y amateurs donde los apostadores trataban de burlar la ley contra el juego.
En el documental conocemos a John, Joseph y Samuel Sheldon, que inspiraron a los Shelby. Pero también a otros miembros de las bandas como Henry Fowler, Ernest Bayley o Thomas Joyce. Hijo de padres irlandeses y líder de la banda de Park Street, Joyce se enfrentó al odio a los católicos promovido por figuras como el agitador protestante William Murphy. En esos años de violencia, las mujeres ocuparon un lugar preeminente. Leah Jinks, Alice Jackson o Julia Gibbling fueron algunas de ellas. El brazo de la justicia también tuvo un hueco relevante, representado por el histórico oficial de policía Charles Haughton Rafter. En todos los casos, se trata del nombre de personas reales cuyos comportamientos puede identificar en la ficción cualquier seguidor de Peaky Blinders, y a quienes los suscriptores de Filmin pueden descubrir hasta el próximo 30 de octubre.
«The Real Peaky Blinders»
- Director: Harvey Lilley
- Narrador: Mark Frost
- Género: Documental
- Duración: dos capítulos de 56 y 51 minutos
- Plataforma: Filmin. Disponible hasta el 30 de octubre de 2022