Crítica de cine
'Vasil': la historia de un inmigrante en la que todos nos reconocemos
Karra Elejalde interpreta a un hombre jubilado que acoge en su casa a un búlgaro que duerme en la calle
Otra nueva directora hace su aparición en el panorama del cine español, la valenciana Avelina Prat. En realidad lleva años dirigiendo cortos, ha trabajado como script durante veinte años y ha sido programadora del Festival de Cinema Jove de Valencia. Pero este es su primer largometraje de ficción.
Alfredo (Karra Elejalde) es un arquitecto jubilado que vive solo. Un día decide acoger en su casa a un búlgaro que duerme en la calle y que se llama Vasil (Ivan Barnev). Es un hombre educado, brillante jugador de bridge y ajedrez, y excelente cocinero. Pero la forma de ser de Alfredo no va a hacer viable su convivencia por mucho tiempo.
Vasil pone sobre la mesa los clásicos temas que suelen rodear las historias de inmigración: la tediosa situación administrativa de los «sin papeles», los prejuicios de los que ven una amenaza en el inmigrante, la agotadora pobreza de los recursos sociales, superados e insuficientes… Pero el centro de la propuesta de Avelina Prat es la acogida, experiencia sencilla y elemental que desborda todos los inconvenientes que acabamos de describir. Acogida que no solo asume Alfredo, sino también la irlandesa Maureen (Sue Flack), que introduce a Vasil en los clubes de Bridge y que trata además de regularizar su situación administrativa. También Giorgos, dueño de un restaurante griego, va a dar a Vasil un voto de confianza. O Carmen, una compañera de bridge.
La puesta en escena es sencilla, precisa, sin alardes, recogida en una ciudad de Valencia que nos muestra sus calles, sus avenidas y sus bares. Una ciudad luminosa que contrasta con el ambiente intimista de las noches en casa de Alfredo. Un pequeño mundo inserto en el gran mundo. La interpretación de los actores es creíble, con un Elejalde que este año ha conocido uno de los años más fecundos de su carrera (Llegaron de noche, La vida padre…).
El final de la película recuerda al de Tiempos Modernos de Chaplin. Un personaje alejándose por un camino en busca de la añorada felicidad. La metáfora de la Atlántida, que propone el propio Vasil, expresa ese deseo de buscar esa tierra ignota de plenitud y maravilla. Y es que en cierto modo, Vasil es como el personaje de Charlot en esa película: un vagabundo errante cuya inocencia y pureza de corazón van dejando una huella de bien discreta y nada autocomplaciente. Vasil está lejos de ser la típica película social definida por una militante reivindicación ideológica. Es una película humana que habla del ser humano: todos somos migrantes, todos estamos desterrados en busca de la felicidad. Todos somos Vasil.