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Marina Foïs, en una escena de As bestas, que se estrena en los cines este viernes 11 de noviembreA Contracorriente Films

Crítica de cine

'As bestas': se atormenta una vecina

Rodrigo Sorogoyen estrena su película más madura y, al mismo tiempo, la más arriesgada con un gran Luis Zahera

Al comienzo de Bwana, la película dirigida por Imanol Uribe en 1996, el personaje de Andrés Pajares entra con su familia en un bar y vive una situación incómoda. En el local, junto a ellos, están sentados unos personajes que se exceden con sus bromas. La tensión se rompe cuando uno de los individuos poco fiables cuenta un chiste. Uno sobre el sindicato de taxistas que, ciertamente, tiene su gracia, aunque no tanta para los asustados personajes de Andrés Pajares y María Barranco.

En As bestas, la nueva película de Rodrigo Sorogoyen, el que lleva la voz cantante en el bar de una aldea gallega y destila incomodidad con su discurso es Luis Zahera. Y ese, para bien del espectador porque Zahera borda una vez más su papel, es un mal compañero de partida para Antoine (Denis Ménochet), el francés que habita junto a su mujer en el mismo pueblo gallego.

Antoine, como su esposa Olga (Marina Föis), es un generoso y esforzado trabajador cuyo único pecado, desde el punto de vista de los pútridos personajes de Zahera y su hermano, es votar en contra de sus intereses para la construcción de un parque eólico. En realidad, el bueno de Antoine comete otro pecado aún peor a los ojos de ese autodesignado sheriff del cercano (nor)oeste: el de obcecarse en sus convicciones.

Sheriff porque Sorogoyen, en otra fructífera colaboración de esa pareja de oro que forma con Isabel Peña para firmar varios de los mejores guiones del cine (El reino, Que Dios nos perdone, Stockholm) y la televisión (Antidisturbios) en España, tiñe de western rural la pintura negra que se cierne poco a poco sobre esa aldea sin más ley que la impuesta por el personaje de Zahera.

Siempre con el debido respeto y admiración al genial Alfredo Landa, el actor que daba nombre a todo un subgénero como el landismo, Luis Zahera completa otra convincente demostración de zaherismo. De ese individuo ladino, taimado, que ya hemos visto otras veces y que se cuela, con marcado acento gallego y pasmosa facilidad, entre los márgenes de la ley. Si Luis Zahera no gana su segundo Goya como mejor actor de reparto (el primero se lo llevó por El reino, también bajo la dirección de Sorogoyen), poco le faltará.

'As bestas', la película más madura de Sorogoyen

En As bestas, los negros nubarrones de la violencia amenazan con descargar en cualquier instante. Se avecina una tormenta. Y se atormenta una vecina, Olga. Y (a) un vecino, Antoine. Las bestias de la película son animales, sí, pero unos supuestamente racionales que hacen la vida imposible a Antoine. Literalmente, y por mucho que grabe con su videocámara las amenazas de esos xenófobos hermanos que se refugian en las faldas de su madre.

As bestas es la película más madura de Rodrigo Sorogoyen. Como si las demás no lo fueran. Y quizá, también su apuesta más arriesgada. Como si las anteriores no merecieran esa etiqueta. Pero con As bestas, Sorogoyen escapa como nunca de cualquier convencionalismo técnico y artístico: filma en castellano, gallego y francés; concede el protagonismo a rostros que, salvo el afilado de Luis Zahera, no resultan familiares al público español; teje una historia cocinada a fuego lento que se extiende prácticamente hasta las dos horas y cuarto; y sorprende con un punto de giro en la trama que, en otras manos y en el mejor de los casos, habría acabado en tablas por ahogado.

'As bestas', otra arriesgada apuesta de Sorogoyen

La película funciona como un pausado antónimo del frenético ritmo de El reino. Como un contrapunto rural al carácter urbanita de Que Dios nos perdone, Stockholm o la propia El reino. Como un contraste entre la humedad, en el clima y en la fotografía, de As bestas y el calor seco de Madrid en agosto que nos hace sudar tanto como a Roberto Álamo y Antonio de la Torre en Que Dios nos perdone. Sorogoyen viaja aquí en dirección contraria, pero no se estrella. Tampoco da bandazos. Otra cosa es que el viaje resulte placentero en todo momento para el público y no sienta algún bache.

As bestas es una muy buena película, una bicoca para redactar una crítica de cine o para mantener un coloquio sobre ella. Eso sí, resulta áspera al paladar del espectador. La serie Antidisturbios y la película El reino, tal vez en mayor medida que otra cinta de Sorogoyen tan excelente como cruda como es Que Dios nos perdone, invitan a un segundo visionado. Incluso a un tercero. As bestas puede que no tanto.

Decía el personaje de Mel Gibson en Maverick que sin riesgo no hay triunfo. Si es así, no hay duda de que Sorogoyen triunfa con As bestas. De hecho, ya lo hace en los festivales y a buen seguro lo hará en las nominaciones a los Goya (para el premio a mejor película se encontrará con un potente rival como Alcarràs). Pero sospecho que muchos espectadores, precisamente por todos esos riesgos que toma Rodrigo Sorogoyen, se despegarán de la historia por el camino.

Dicho –escrito– esto, no es que a uno le gustaría acertar en cualquier faceta como acierta Sorogoyen con la cámara, que por supuesto. Ni que uno desearía equivocarse con el mismo gusto con el que puede hacerlo Sorogoyen, que también. Es que a uno, como a quien pudiera reír como llora Chavela, le encantaría acertar como falla Sorogoyen. El día que falle, claro.