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Azuara, a la derecha, entrevista a Saura en el Mundial 82RTVE

La semana de la tele

Azuara, Perico Alonso, el Mundial 82 y la estrella que ganamos

Los recuerdos del campeonato de Naranjito se agolpan tras la muerte del periodista

Quizá la conversación no fue exactamente así, pero es como me la devuelve el recuerdo infantil cuarenta años después. Alfonso Azuara, sentado junto a Perico Alonso sobre un árbol cortado, plantea: «Perico, estás sobre un tronco. ¿Te dice algo?». Así, directo y al mentón, era el estilo de Azuara, un periodista con una formación –en Derecho, pero también en general– muy por encima de lo que entonces era habitual en la profesión. Un tipo, como diría Butanito, sin pelos en la lengua. Pero sí en el bigote.

Aquella conversación entre Azuara –fallecido esta semana– y Perico Alonso tuvo como marco El Saler, donde la selección española –eso de llamarle La Roja es una modernidad– se concentró para afrontar su Mundial, el de Naranjito. En aquellos tiempos –y aún en los posteriores hasta que los entrenadores ordenaron blindar las instalaciones con la complicidad de los jefes de comunicación y el silencio de las asociaciones de prensa–, la familiaridad entre plumillas y jugadores era total. Vamos, que los peloteros se prestaban a todo: hasta a sentarse en un tronco para que te llamasen tronco, valga la redundancia.

Aquella lamentable España

La escuadra anfitriona hizo un papel lamentable en aquel Mundial de Naranjito, y superó con trampas la primera fase gracias –entre otros regalos– a un penalti inexistente sobre Alonso que, tras fallarlo a la primera, lo metimos a la segunda. Perico, papá del soberbio Xabi campeón en Sudáfrica, era un mediocampista pundonoroso de la Real Sociedad que solía correr –otro flash infantil– con los dedos pulgares levantados.

La memoria de aquel Mundial que nos contaron en TVE Azuara, Pedro Barthe (los muy madridistas, que lo consideran un culé desaforado, lo llamaban «Váter»), Olga Viza, Mari Carmen Izquierdo (en paz descanse) y otros que no recuerdo vuelve fresca cuatro decenios más tarde. Aquel partido inaugural en el que Bélgica sorprende a la Argentina de Maradona. El misil de Eder, secundario de un Brasil de Spectrum ZX 48K (Zico, Falcao, Junior, Toninho Cerezo, Sócrates...), contra la URSS. Un tal Roger Milla caracoleando en la delantera camerunesa. Italia, finalmente campeona, haciendo el ridículo en su trilogía viguesa. El fútbol champagne de la Francia de Platini, Giresse y Tigana. La Alemania del madridista Uli Stielike, el elegante Rummenigge y mi favorito indiscutible, el sempiterno regateador Littbarski. La moviola mental me da para recordar que hubo partidos que no vimos por la tele en color, adquirida ex profeso y en cómodos plazos para la cita mundialista: la gran sorpresa de la primera fase, que fue la derrota de Alemania ante Argelia (1-2); la goleada de Hungría (10-1) sobre El Salvador del Mágico González; y, sobre todo, aquel Francia-Kuwait en el que un jeque ejerció de VAR y reclamó que se anulase un gol galo, lo que consiguió.

Como el disco duro no da para tanto, he tirado de hemeroteca para comparar el precio del fútbol de ayer y el de hoy. El Mundial 2022, que arrancará la próxima semana, se podrá ver íntegramente en Movistar Plus +, pero pasando por caja. El Mundial 82 lo presenciamos desde el sofá casi en su totalidad de forma gratuita: lo de casi es porque en la primera fase, entre la primera y la segunda cadena, emitieron 25 de los 36 partidos.

Hubo después una segunda ronda extraña –cuatro grupos de tres–, semifinales y final. Estas tres fases las vimos íntegras por los dos canales de la tele pública. Vuelven los recuerdos: España perdiendo con Alemania y quedando eliminada, el italiano Gentile cosiendo a patadas a Maradona, la squadra azzurra descabalgando a la Orquesta Sinfónica de Brasil y causando el llanto de un niño canarinho en Sarriá (en paz descanse, el estadio), la inesperada resurrección goleadora de Paolo Rossi y la elegancia de Bruno Conti, la patada criminal de Schumacher a Battiston que acabó en saque de puerta, Tardelli cantando su gol de forma desaforada en la final y Sandro Pertini (en paz descanse) saltando en el palco del Bernabéu y causando la risa del rey Juan Carlos.

Encuentro en Sudáfrica

Son recuerdos televisivos que se agolpan, que me acompañan desde el niño que fui. Ya adulto, tuve ocasión de asistir en Sudáfrica a la semifinal y a la final del Mundial, donde compartí viaje con los familiares de los jugadores. En ese grupo estaba Perico Alonso, un tipo noble con el que hice buenas migas. Recuerdo como si fuese ayer lo que ocurrió después del gol de Iniesta, ya de regreso al autocar, donde Perico fue el primero en subir. Yo, el segundo. Me lo encontré de frente, más o menos en la mitad del vehículo. Nos abrazamos y le di la enhorabuena como padre de todo un campeón del mundo. Alonso, un señor «muy muy vasco» como me había indicado su hijo Mikel –otro tipo estupendo–, empezó de pronto a llorar de emoción. Y en ese momento, aunque no se lo dije, me acordé de Alfonso Azuara y el tronco. ¿Cómo iba a sospechar aquel niño que vio fracasar a la España en 1982 que 28 años después la selección sería campeona con un hijo de Perico ocupando la misma demarcación que su padre? Pero ocurrió. El niño que en 1982 lloró de frustración puso en 2010 el hombro para que Perico Alonso llorase de alegría sobre él . Las vueltas que da la vida, tronco.