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La serie Miércoles está dirigida por Tim BurtonNetflix

Crítica de series

'Miércoles' y el cansancio de la repetición

La nueva serie de Netflix, dirigida por Tim Burton, no logra encontrar su tono visual ni dramático

En aquella simpática película de 1991, la pálida Morticia pasea a Fétido por un cementerio para relatarle un puñado de «hazañas» familiares. Al pie del último tétrico mausoleo está esculpido el lema de la familia, en un latín macarrónico: «Sic gorgiamus allos subjectos nunc». La matriarca lo traduce: «Nos zampamos a aquellos que nos someterían».

La frase sintetiza la energía gamberra –a caballo entre la comedia negra familiar y el terror estilizado– que ha hecho de La familia Addams un producto capaz de transitar por la tira cómica, la serie televisiva, el cine y la animación (la última propuesta, generada por ordenador, es reciente, de 2019).

Con estos mimbres y precedentes, Netflix ha empleado este conocido universo narrativo para repetir, por enésima vez, una jugada muy habitual en los últimos tiempos: la derivación diegética. Ya saben, las actuales parrillas televisivas andan atestadas de anglicismos: remakes, reboots, spin-offs… y precuelas. Así desembocamos en Miércoles, la serie de ocho episodios creada por Alfred Gough y Milles Millar, responsables de Smallville.

Citar aquella exitosa serie juvenil que relataba las andanzas de un joven Superman es relevante, puesto que Miércoles centra el tiro en el personaje homónimo, esa adolescente gótica capaz de anticipar detalles del futuro. De hecho, la trama central narra cómo la joven protagonista se integra en un nuevo centro escolar: la academia Nevermore, en uno de los muchos guiños que la serie hace a Edgar Allan Poe.

En esta novedad narrativa es donde comienzan los problemas artísticos de la serie. Al quitar el foco de la deliciosamente perversa dinámica familiar de los Addams, Miércoles propone un relato mucho menos fresco, más aburrido. Ahora resuenan ecos de Harry Potter y de Veronica Mars para construir una historia que combina la telenovela adolescente, la intriga sobrenatural y el triángulo amoroso.

Tras ver los tres primeros episodios, el resultado es un producto que no termina de tener claro a qué juega. Los tópicos juveniles (la inadaptación del nuevo, los matones de siempre, las competiciones para marcar el terreno) asoman sin una brizna de originalidad dramática, el humor es escaso y no especialmente ingenioso, y la trama de misterio sabe a ketchup.

Dado que el muy imaginativo Tim Burton dirige cuatro episodios, uno podría esperar que la puesta en escena ofreciera esa singularidad que marcara la diferencia. Pero, ay, no es el caso. El aspecto visual está cuidado, por supuesto, y hay detalles como el de la araña que sale del dibujo o algunas torsiones de la Cosa que sorprenden gratamente. Sin embargo, la serie carece de esa masticable genialidad bartoniana tan alucinada y fascinante; a veces parece que el director de fantasías barrocas como Sleepy Hollow o Alicia en el país de las maravillas ha venido a Miércoles para saldar un encargo.

Lo mismo pasa con algunos actores célebres, que no terminan de cuajar. La falta de química entre Catherine Zeta-Jones y Luis Guzmán es más dolorosa, si cabe, porque han de competir con aquellos majestuosos Anjelica Huston y Raúl Julia de los noventa. El disparatado Fred Armisen queda deslucido al esquinar a la familia en la trama y a Gwendoline Christie aún le pesa la alargada sombra de su Brienne de Tarth de Juego de tronos. La que sí lo borda es Jenna Ortega, que salva muchas escenas de la protagonista con su sutileza para miradas y sus rictus malévolos.

En un guiño simpático, el elenco de la serie de Netflix también incorpora a Cristina Ricci (la Miércoles de la versión fílmica) como una intrigante profesora de la Academia Nevermore. Es un homenaje que, sin embargo, recuerda constantemente cómo el universo de La familia Addams ha cambiado en esta nueva iteración. Esta vez para naufragar en el tono visual y dramático de su mortuoria diversión.