La semana de la tele
El ridículo mundial del Lobo Carrasco en 'El Chiringuito'
La semana empezó mal en la tele, con los gritos del Lobo Carrasco, y mejoró después con Orestes y Rafa en El Hormiguero y con la doble presencia de Ayuso
Ayuso
En la penúltima semana de 2022, la televisión nos mostró a varios rostros conocidos fuera de su hábitat natural. Orestes y Rafa, rivales en Pasapalabra, llevaron su amistad al plató de El Hormiguero. Isabel Díaz Ayuso hizo doblete esta semana en la tele: sorprendió con su presencia en la final de Got Talent y apareció en el especial de Navidad de MasterChef. En los dos programas demostró naturalidad y cercanía. En Got Talent invitó al grupo Las niñas de Lola a participar en la fiesta de la Comunidad de Madrid. Y en MasterChef, Ayuso volvió a estar simpática y elegante, al contrario que Anabel Alonso, que desapareció cuando llegó la presidenta de la Comunidad de Madrid, a quien critica en las redes como a todos los que no piensan en modo 'progre' como ella.
Antes de todo eso, en la madrugada del domingo al lunes, en los primeros minutos de la semana, la televisión nos mostró a alguien a quien, a diferencia de Ayuso, Orestes y Rafa, no le sentó bien salir de su hábitat natural: el Lobo Carrasco.
Pedrerol no necesita pedir a su equipo de El Chiringuito que retrate al Lobo Carrasco con una de esas imágenes congeladas del protagonista acompañada del rótulo ‘retratado’. Carrasco se retrata solo. Lo hace cada vez que ningunea a un compañero como Paco Buyo simplemente porque jugaba como portero. Como si un portero –uno, además, tan bueno como él– no fuese futbolista. Lo hace cuando se arroga como lanzador de faltas del Barcelona cuando –como el propio Buyo se encargó de recordarle– convivía con auténticos expertos a balón parado como Maradona o Schuster. Lo hace también cuando se autoproclama embajador del fútbol de ataque y enemigo de las triquiñuelas. Él, que era conocido por su destreza para perder tiempo junto al córner en los últimos minutos cuando su equipo iba ganando. Y lo hizo, lo de retratarse él solo, el pasado domingo cuando Argentina se proclamó campeona del mundo ante Francia.
Las dos selecciones brindaron un espectáculo para el recuerdo en la final del Mundial de Qatar 2022. El espectáculo del Lobo Carrasco, supuesto adalid de la deportividad y el buen fútbol, en El Chiringuito Inside –el formato del programa en las redes sociales que comenta los partidos más importantes– resultó, empero, bochornoso. Cuando Montiel transformó su lanzamiento en la tanda de penaltis para dar el título mundial a Argentina, el Lobo Carrasco comenzó a gritar una extraña proclama.
Los gritos de Lobo Carrasco
«¡Se ha cerrado!» «¡Se ha cerrado!» «¡Se ha cerrado!». ¿Qué se había cerrado? «¡Se ha cerrado el círculo!». «¡Se ha cerrado el círculo!», repetía en sus alaridos, ya abrazado a Jota Jordi y a Jorge D’Alessandro, que es argentino y, en cambio, permaneció mucho más comedido en su tono. ¿Acaso la locura transitoria del Lobo Carrasco por el triunfo de Argentina se debía a su supuesto nacimiento en Buenos Aires? ¿En Mendoza o Bariloche? ¿En Ushuaia, la ciudad más austral del mundo? No. Carrasco nació en Alcoy, provincia de Alicante.
El Lobo Carrasco se encaramó a una silla. Desde allí, puesto en pie, micrófono en mano, elevó la voz para pregonar un golpe de estado limitado a una simple estancia. «Desde ahora, ¡el salón sagrado de Messi» «¡El salón sagrado de Messi!». En realidad Lobo Carrasco, como Jota Jordi, como Cristóbal Soria, no celebraba la victoria de Argentina. Celebraba, a un tiempo, el triunfo de Messi, el pretendido éxito del barcelonismo (aunque Messi juegue en el PSG) y, por encima de todo, su antimadridismo. El del Lobo Carrasco, Jota Jordi y Cristóbal Soria. Los dos últimos, al menos, no lo disimulan.
Con esos aullidos, el Lobo parecía lamerse las heridas provocadas por las astillas en forma de gestas del Real Madrid en la Champions, vividas desde ese mismo salón. La remontada del Real Madrid ante el Paris Saint Germain. La clasificación frente al Chelsea cuando el Madrid parecía eliminado. La hazaña de remontar al Manchester City de Guardiola cuando solo un milagro podía llevar al equipo español a la final. La Decimocuarta ante el Liverpool. Y, antes, la Décima, la Undécima, la Duodécima y la Decimotercera.
En plena histeria, Lobo Carrasco se quitó el jersey. Como, a sus 63 años, habla y actúa como si aún fuera futbolista profesional, lo mismo pensaba que le iban a sacar tarjeta amarilla. Pedrerol, lobo astuto como nadie en la televisión, difícilmente le sacará tarjeta roja en su programa. Sabe que Carrasco le da juego. Sobre todo cuando, como es habitual en la alineación de El Chiringuito, coincide con Paco Buyo. El Lobo, más que el colmillo afilado, lo tiene retorcido por los éxitos del Real Madrid. Tuvo tiempo aún el Lobo de agrandar su ridículo. Dijo que la victoria de Argentina en el Mundial era el día más feliz de su vida en lo deportivo junto con otro. ¿Con el día en el que España, país de nacimiento del Lobo Carrasco, ganó el Mundial? No. «Con el sextete del Barcelona en 2009», replicó Carrasco. Cuando Roncero le recordó el Mundial conseguido por España, el colaborador pidió que a partir de ahora se dirigieran a él como «doble campeón del mundo». Del mundo de los ridículos cabría añadir.