Fundado en 1910

HBO Max estrena The Last of Us este lunes 16 de eneroHBO Max

Crítica de series

'The Last of Us': explosión, lágrima y luz para una hecatombe

HBO Max estrena este lunes la esperada serie basada en el famoso videojuego

Hemos contemplado el fin del mundo demasiadas veces ya. Por eso, para quienes no sean gamers, esta enésima aportación al género postapocalíptico puede sonarle a déjà vu. Sin embargo, The Last of Us aspira a ser mucho más que una vuelta de tuerca a los imaginarios de colapso zombi. Como le ocurre al célebre videojuego en el que se basa, la fuerza del relato radica en la solidez de sus personajes, en centrarse más en el drama y el relato que en la acción, en lo compacto de un mundo en perpetua alerta, en una estética de lo derruido y en la aceptación melancólica de un ayer imposible. Por eso el relato anda atravesado por tanto flashback: porque el pasado permite acentuar el contraste con el hoy.

Es uno de los primeros hallazgos de la serie que se estrena este lunes: su elasticidad narrativa. Puede viajar a un programa de televisión de los sesenta para hablar de pandemias y virus, atisbar un país asiático antes de que todo estalle o dedicar uno de sus primeros capítulos a detenerse en una larga (en todos los sentidos: el metraje de ese episodio es excesivo) historia de amor entre dos hombres que logran refugiarse del apocalipsis.

Y, sin embargo, esas calas en otros tiempos y lugares no dañan la columna vertebral de The Last of Us: la salvaje historia de resistencia, coraje y cariño paterno-filial de Joel y Ellie. El primero, interpretado con solvente dureza por Pedro Pascal, es un superviviente nato que se dedica al contrabando, capaz de matar a un soldado a puñetazos, pero también de apiadarse del débil. Por su parte, Ellie (la joven Bella Ramsey, conocida para los fans de Juego de tronos) es un personaje fuerte, impulsivo, que presenta un valiosísimo don: es inmune a la infección que convierte, a quienes contagia, en una suerte de hongos asesinos.

Con un aire que recuerda al Cormac McCarthy de La carretera, ambos transitan en esta road movie distópica por parajes de muerte, edificios abandonados y fieros personajes ocasionales (interpretados por peña de primer nivel: Nick Offerman, Melanie Lynskey, Murray Bartlett). Así, el acabado visual es fascinante en cada matiz, el tono pesimista se apodera de la pantalla como una maldición y la escritura demuestra, con vigor, que los caracteres redondos son los que se terminan de definir en una mirada, en un gesto.

En este sentido, es una propuesta que necesita de tiempo para crecer, puesto que sus primeros compases, a pesar de la tensa visceralidad del inicio del desastre, tardan en asentarse en el espectador. The Last of Us es una serie de sorbo largo, no apta para culos inquietos. Que la audiencia no espere, pues, revientanucas en cada esquina y chorros de sangre permanente. Claro que hay violencia –seca, dura, incómoda– y pasillos oscuros de acción y gritos, pero también abundan largos fragmentos donde los personajes, simplemente, avanzan explorando un mundo a la deriva mientras reflexionan sobre su destino. Aquí, en este ritmo moroso, es donde tanto los seguidores del videojuego como los amantes de The Walking Dead más decepción pueden sentir.

Tras una campaña de marketing dosificada e inteligente –que ha hecho ruido desde el casting de sus protagonistas hace dos años hasta las gigantescas lonas anunciando la catástrofe estos días–, The Last of Us nace con la vitola de serie importante. El resultado es, de momento, bueno. Una historia con cuajo, que destila seguridad en sí misma y que, a pesar de sus arritmias narrativas, es capaz de conciliar el espectáculo postapocalíptico con el drama íntimo. Explosión y lágrima.

Como las simbólicas luciérnagas hacia las que Ellie y Joel se dirigen en su imposible expedición, el lema promocional de la serie incide en la voluntad de un contraste: «Cuando estés perdido en la oscuridad, busca la luz». Ahí yace también una promesa de sentido, tan vieja como el mundo: que las penurias de estos antihéroes se toparán con la esperanza. Porque, como sabemos, eso es lo último que se pierde.