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Diego Calva y Margot Robbie en Babylon, ya en los cines

Diego Calva y Margot Robbie en Babylon, ya en los cinesParamount Pictures

Crítica de cine

'Babylon': un retrato extravagante del lado oscuro de la Edad de Oro de Hollywood

Damien Chazelle (La, la land) dirige una decepcionante película llena de excesos

La que se presentaba como una de las películas más impactantes sobre el cine se ha revelado como una cinta casi vacía envuelta, eso sí, en un aparatoso y ruidoso papel de regalo. El director y guionista Damien Chazelle se convirtió en un director sorprendente y prometedor con Whiplash (2014), que ganó tres Oscar, y con La la land (2016), que obtuvo seis. Sin embargo en Babylon no ha sabido encontrar el tono adecuado a una película de producción muy compleja que ha costado, entre pitos y flautas, unos cien millones de dólares. En Estados Unidos el estreno, en Navidad, dejó unas cifras de taquilla muy por debajo de lo esperado. Veremos qué sucede en España este fin de semana.

El argumento arranca a finales de los felices años veinte. Hollywood vive su Edad de Oro cuando irrumpe el cine sonoro con El cantor de jazz, y la industria tendrá que reinventarse rápidamente. Manuel Torres (Diego Calva) es un joven de origen mexicano cuyo sueño es participar de cualquier forma en un rodaje cinematográfico. Pero de momento se conforma con hacer de recadero del magnate de Hollywood Don Wallach (Jeff Garlin), y tratar de satisfacer sus caprichos más excéntricos para sus fiestas y orgías en su casa de campo. Nellie LaRoy (Margot Robbie) es el nombre artístico de una buscavidas de pasado prostibulario que anhela llegar a ser una estrella de cine y reinar en el mundo de la fama y las fiestas. Partimos pues de dos personajes, perdedores insatisfechos, que van a experimentar cómo el sueño americano se va a hacer realidad en ellos llevándolos a lo más alto… para luego dejarlos caer. Entre ellos va a existir siempre una profunda complicidad, arraigada en su común origen de desclasados. Complicidad que en el futuro se va a traducir en que Torres tendrá que proteger a Nellie de sí misma y de los demás.

Un tercer personaje importante es Jack Conrad (Brad Pitt), un afamado actor –probablemente inspirado en John Gilbert o en Douglas Fairbanks– que está ya en lo más alto pero que la llegada del sonoro anuncia un declive para el que no está preparado.

Con estos y otros mimbres Chazelle quiere tejer un retrato de la cara oculta de la edad dorada de Hollywood, el lado oscuro del glamour de las estrellas. Un mundo de orgías, drogas, desenfreno sexual, alcohol, despilfarros astronómicos, y un sinfín de bizarras excentricidades. La película nos muestra a unos personajes cuya vida se alterna entre rodajes diurnos –bastante extravagantes– y fiestas nocturnas, con un desgaste físico, mental y moral evidentes. Las fiestas ocupan un lugar muy importante en el filme, presentadas con una estética excesiva e hiperbólica a lo Baz Luhrmann, y con una impresionante presencia musical –el único Globo de Oro que ha ganado Babylon ha sido el de su banda sonora–. Esa exageración se extiende al retrato de las orgías sexuales, explícitas hasta lo pornográfico, y que recuerdan en burdo a las escenas del mismo jaez de Eyes Wide Shut de Kubrick. Estas secuencias de fiestas y desmadres se llevan gran parte del presupuesto de producción, y más allá de un inicial y breve deslumbramiento no aportan nada sustancial desde un punto de vista dramático.

Un error añadido es que Chazelle ha querido mostrar todo desde una perspectiva caricaturesca, paródica, no realista. De esta forma los excesos se vuelven aun más estrambóticos e inverosímiles, y ello te aleja de los personajes, que merecerían ser tomados más en serio. Por poner un ejemplo, Nelly LaRoy es un personaje patético, una mujer frágil y herida que necesita aparentar lo contrario para sobrevivir, y cuya autodestrucción se cierne siempre en su horizonte. Pero el histrionismo que atraviesa el filme nos impide como espectadores acompañarla como se hubiera merecido.

Pero la peor decisión del director es el epílogo de la película. Una vez acabada la historia mete con calzador –haciendo añicos la unidad estética del filme– un collage con las escenas más famosas del séptimo arte, como queriéndonos convencer de que Babylon es un gran homenaje a la historia del cine, que arte y basura van necesariamente de la mano y que toda esa colección de alcohólicos y puteros están detrás de las películas que todos amamos. Una impostura final que una segunda edición de Babylon debería eliminar drásticamente. Como homenaje al cine no le llega ni al talón a The Fabelmans, de Spielberg, que ha ganado el Globo de Oro con toda justicia.

En fin, una cinta decepcionante que, a pesar de tener algún momento de interés y alguna escena divertida, nunca llega a emocionar, nunca llega a ser creíble y nunca llega a ser inolvidable. Margot Robbie y Brad Pitt ya eran inolvidables antes de hacer esta película.

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