Crítica de cine
'TÁR': Cate Blanchett, la directora de orquesta que aspira al Oscar por una película que desafina
La actriz, que competirá con Ana de Armas, interpreta a la directora de orquesta Lydia Tár
Lydia Tár (Cate Blanchett) es una empoderada directora de orquesta que ha conseguido la plaza de titular en la Filarmónica de Berlín. Tras una imparable e impecable carrera se dispone a afrontar su mayor reto: grabar con la Filarmónica la versión «definitiva» de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler. Todas las demás sinfonías ya las ha grabado y solo falta esta para completar el pack que va a editar la archifamosa discográfica Deutsche Grammophon. La vida parece sonreírle a Lydia mientras cuida de su hija adoptiva Petra (Mila Bogojevic) y de su pareja Sharon (Nina Hoss), que es además la primera violín de su orquesta. Francesca (Noémie Merlant) es la asistente personal y secretaria de Lydia, y entre ellas existe una extraña relación en la que la frontera entre lo profesional y lo personal parece no exenta de problemas.
La película va entrelazando vida profesional y vida personal plasmando cómo la segunda afecta progresivamente a la primera. Pero, así como la dimensión profesional de Lydia está magníficamente expuesta –y de hecho constituye lo mejor del filme–, el tratamiento de sus asuntos personales resulta insatisfactorio. Por ejemplo, la relación con su hija adoptiva, potencialmente muy interesante, da mucho menos juego del que merecería; o el misterioso caso de la becaria Krista, presentado con deliberada discreción, deja frustradas las expectativas del espectador. También es ambigua la forma en la que la tendencia sexual de Tár influye o no en sus criterios de elección de sus colaboradoras. Estas imprecisiones y otras más hacen que el tramo final resulte poco asumible, y se antoje precipitado y confuso.
Una película pretenciosa
La historia de Lydia Tár es la constatación de lo difícil que es llegar profesionalmente a lo más alto y lo fácil que es descender a toda prisa, sobre todo cuando los medios de comunicación dictan la sentencia que acoge cruelmente la opinión pública. Pero también la película ilustra lo destructivo que es para la propia humanidad tener un ego autocomplaciente y autosuficiente. En el difícil camino que tradicionalmente las mujeres han tenido para ser alguien en el mundo de la música, Lydia se concibe a sí misma como la prueba de que han triunfado las reivindicaciones del feminismo. Pero son curiosamente estas reivindicaciones las que también se vuelvan contra ella cuando salte la sospecha de acoso sexual por parte de Tár hacia una becaria.
La película tiene un problema fundamental: no es humilde, es pretenciosa. Quiere ser intelectual, simbólica, culta, tocar todos los temas de la agenda cultural,… y necesariamente se vuelve artificiosa el desarrollo de su guion. La prueba es que el espectador no sabe si amar u odiar a Lydia Tár, porque en ella hay más de guion que de humanidad. Casi son más interesantes los secundarios, como Francesca u Olga Meykina, que precisamente están diseñados para hacer de contrapunto con la aparente perfección de Tár.
Más allá de la contundente interpretación de Cate Blanchett, el principal deleite que nos ofrece TÁR es la música en un sentido amplio: los ensayos de orquesta, las audiciones, las clases de dirección, además de las diversas conversaciones que mantiene Lydia a lo largo del film sobre Mahler, Bach o sobre el sentido de una determinada composición. Por su parte, la banda sonora original está firmada por la compositora islandesa Hildur Guðnadóttir, cuyas partituras de la película Joker (2019) o de la serie Chernobyl (2019) fueron aclamadas en su día.
En conclusión, estamos ante una película que nos interesa a la vez que nos deja fríos, que nos promete más que lo que nos da, que paga demasiados peajes y que al final nos cautiva más por la forma que por el fondo.