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Jesús Calleja y Jordi Cruz, en el primera programa de 'Planeta Calleja' de la nueva temporada

Jesús Calleja y Jordi Cruz, en el primera programa de 'Planeta Calleja' de la nueva temporadaCuatro

'Planeta Calleja'

La dura infancia de Jordi Cruz: «Pensaba que era muy tonto»

Creció entre la indiferencia de su padre y fracasó en los estudios hasta que descubrió su vocación

Calleja sacó a relucir al Jordi Cruz más humano. Frente al chef-juez exigente, de tono duro y chulillo de MasterChef, emergió un tipo relajado y hasta divertido. Le supo seguir el juego al aventurero, quien lo invitó a Grecia, donde navegaron, pescaron, hicieron bicicleta, rápel, escalada…

Se abrió el chef catalán a contar su vida. Su infancia está marcada por la indiferencia de Federico, padre de él y de sus seis hermanos. Perdió a varios hermanos en la guerra y eso lo marcó. Lo comprende, pero no lo disculpa del todo: «De niño todo lo malo que me pasó fue culpa mía…. Él no ayudaba para que me sintiese mejor». «No era una persona cariñosa», resumió. Cuando su progenitor murió, encontró una carpeta en la que guardaba recortes de periódicos sobre él. Dos horas antes de su muerte, Jordi se atrevió por primera vez a decirle que lo quería. Ayudó que padecía un «Alzheimer bestial».

En casa tenía esa panorama. El del cole no era mucho mejor. «Tenía dificultad para muchas cosas porque no estaba motivado. Yo en el colegio pensaba que era muy tonto. Luego me di cuenta de que no es que fuese tonto, es que no puse atención cuando tenía que poner atención». «El EGB lo saqué raspado, de milagro, y el FP no lo terminé», desveló, y Calleja le agradeció su sinceridad.

Cocinero a los ocho años

Con ocho o diez años empezó a cocinar. Por entonces, un día su madre enfermó e hizo él unas judías con patatas para su padre. A los doce descubrió su vocación: ocurrió en la escuela de hostelería. «Me di cuenta de que no solo no era tonto, sino que era enciclopédico». Hoy presume de llevar treinta años seguidos para ser uno de los mejores de su gremio.

Estudio cuatro años hostelería, pero tampoco acabó. Empezó a hacer prácticas en el restaurante Estany Clar. «Con 18 me propusieron ser jefe de cocina, y con 24 recibí la primera estrella Michelin». Fue el segundo más joven del mundo en ser distinguido por la famosa guía.

Montó L’Angle, y, a los siete meses, fue distinguido con una nueva estrella. Después pasó al ABaC Restaurant & Hotel, que ya tenía dos. Con él llegó la tercera. A este último proyecto se fue solo y dejó a su equipo en L’Angle, que pasó a ser su segunda prioridad: «Estuve tres años yendo y viniendo».

Hoy día, la empresa que tiene con su socio cuenta con 230 empleados y cuatro restaurantes repartidos en otros tantos hoteles. Va por las seis estrellas Michelin y las 2.000 y pico recetas creadas. Quién se lo iba a decir a aquel niño al que se su padre ignoraba.

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