Fundado en 1910

Chicote y Óscar, propietario de La FortalezaLa Sexta

Pesadilla en la cocina

'Don Perfecto' llama al rescatador Chicote y después lo ignora: «No le hago ni caso»

El dueño de una parrillada madrileña ahogada por una deuda de 240.000 euros recurre a la desesperada al chef de Carabanchel

Tiene la fecha muy presente: 9 de mayo de 2019. Fue el día en que se inauguró La Fortaleza, en Humanes de Madrid. El 15 de marzo de 2020 empezó el confinamiento. «El covid nos destroza», analiza su propietario, Óscar, de 44 años. «Esto debería ser un búnker y ahora es una zodiac a la que le entra agua por todos lados. No puedo permitirme un año más perdiendo dinero», analiza. Es por eso que llama a Chicote. Es su último recurso. Un dato lo dice todo: empezó con 14 empleados y cuando llega el de Carabanchel ya solo ve a dos.

El negocio que Óscar tiene en la cabeza es una parrillada. Pero en el exterior, el rótulo indica que se trata de una cervecería. Es lo primero que asombra a Chicote. Habrá más. Lo primero que sirve al chef está mal: unos trigueros congelados pasado por la parrilla y un bacalao quemado a la bilbaína con un toque de aceite de Módena. Pero las carnes están ricas. Y la cocina, muy limpia. ¿Dónde está el problema? Hay dos evidentes. El primero es la falta de clientes. El segundo, Óscar. «Se cree don Perfecto y no es don Perfecto», dice el empleado uno de esta triste función, el camarero Marcelo. «Quiere hacerlo todo y no hace todo», analiza el empleado dos, la cocinera Adriana.

La cocinera y ChicoteLa Sexta

Un despropósito

El primer servicio al que asiste Chicote es un despropósito. Comensales que se van porque no se les atiende. Platos devueltos a cocina… Óscar ejerce de hombre-orquesta: es parrillero y camarero a la vez. Si le hiciesen una huella de calor como esas con las que se mide el esfuerzo de los futbolistas, el resultado sería que ha hecho más kilómetros que un centrocampista de LaLiga. «Es imposible que le dé tiempo a controlar el tiempo de cocción de las cosas, mientras está atendiendo a las mesas, pidiendo cosas en la cocina…», reflexiona Chicote, que da consejos, pero al que el dueño de La Fortaleza no escucha. Alberto, sinceramente, no le hago ni puto caso».

Óscar es un tirano con sus empleados. Dos frasecitas que le suelta a Adriana. «Sin rechistar, una de calamares». «Cállate la boquita». «No me gusta la manera en la que él me trata. Él solo sabe gritar, gritar, gritar. Yo me estoy controlando para no mandarlo a la quinta mier…», lamenta la cocinera.

El origen de la rabia

Tanta rabia ha de venir de algún lado. Chicote quiere saber dónde está el orden. No ha tenido suerte en la vida este parrillero. De niño perdió un dedo y se rompió el fémur. Después, con 10 años, empezó a trabajar en el bar de sus padres, El Chamizo, en Entrevías. «Era un cani», recuerda. Después trabajó con grandes de la restauración en Madrid, hasta ese 9 de mayo de 2019 en que inauguró su sueño, sueño en forma de restaurante. «Mi vida es la hostelería. Es lo que he hecho toda la vida». También la de sus padres. Ahora está en juego el patrimonio familiar: «Le dimos todos los ahorros», confía María, madre de Óscar, a Chicote. El dueño se sienta con el de Carabanchel a tomar un café y acaba confesando que la deuda está entre «220.000 y 240.000 euros». «Hace tres semanas me cortaron la luz de mi casa», cuenta, muriéndose de la vergüenza.

Tras la primera charla motivadora de Chicote, Óscar da un paso más en el siguiente servicio. Ya no solo maltrata a sus empleados. También a los clientes: «¿Para quién son los chipirones? Cooperemos un poquito. Coñ… Jod… [manotazo en la mesa] ¿Los chipirones para quién son?», pregunta a gritos a unos comensales. Varios grupos se van sin comer. Otros son servidos, pero tarde y mal. Todo acaba con Marcelo y Adriana llorando en la cocina, y Óscar, frustrado, rompiendo platos a pocos metros. Llantina en la cocina.

Así, sí

Tras el desastroso segundo servicio, Chicote se erige en un maestro Jedi y ofrece un consejo que Óscar ha de tatuarse en el cerebro: «En un restaurante no se corre con los pies. Se corre con la cabeza». Y después lo lleva a la infancia, al exterior de El Chamizo, junto a su madre. Que recupere el espíritu original. Eso le pide.

Llega entonces la renovación de la carta y el local, que es el momento cumbre de todo episodio de Pesadilla en la cocina. El siguiente servicio también cumple el guion: empieza con motivación, amenaza con ser un desastre y tras una breve reunión a tres entre Óscar y los empleados, La Fortaleza remonta.

«A la Fortaleza le va a venir un futuro muy brillante. Un tipo que ama tanto el oficio se lo merece», pronostica Chicote antes de irse. Acierta, pues el local sigue abierto y en las redes se pueden leer buenos comentarios a su cocina parrillera.